¿Cómo se explica que un lector apasionado de novelas decida abandonar la lectura de una y enfrascarse en intentar ganarle la pelea a un texto de economía? Buena pregunta. Aquí mi intento de respuesta.
Estaba leyendo la última novela de Leonardo Padura, Como polvo en el viento (Tusquets, 2020), y de a poco se me fue colando la lectura de Hacia un nuevo pacto, el libro de Óscar Landerretche que me motivó a hacer un par de comentarios en mi columna de la semana anterior. Finalmente, decidí terminar este último y retomar el de Padura después. Cuando tomé conciencia de lo que me había pasado, me pregunté cómo lograba un libro de economía ganarle la partida de mis preferencias a una novela que, además, es de un escritor que me gusta, entretiene y conecta con un mundo tan relevante para mi biografía y la de mi generación, como es la revolución cubana, con todas sus riquezas y miserias.
Intentar resolver esta pregunta no me ha sido trivial. Por varias razones. Primero, el libro transita por una serie de temas económicos de los cuales quise olvidarme hace casi cincuenta años y que, sin embargo, constato que me siguen interesando, aunque entienda poco y nada. Segundo, porque me apasionan las novelas y me gusta aproximarme al mundo y descubrirlo desde los relatos. Nada me gusta más que me cuenten una buena historia, al punto que, al costo de mi propia ignorancia, he sido un pobre y flojo lector de poesía. Tercero, el libro se ubica en un territorio algo híbrido, donde uno nunca sabe si se está enfrentando a un manual de texto para estudiantes de ingeniería comercial, una declaración confrontacional con los economistas de derecha y la clase empresarial, una proclama contra los políticos de izquierda tradicionales, que querrían volver sobre las teorías estatistas o no se ocupan debidamente del crecimiento y la generación de riquezas, o simplemente es la propuesta de un programa de gobierno de un futuro candidato a la presidencia del país.
Pero ninguna de estas posibilidades me parecía relevante y suficientemente explicativa de mi decisión. Este libro es un animal extraño. Está escrito en una atractiva mezcla de lenguaje erudito –de especialistas- y lenguaje coloquial, y se estructura como un gran relato de la crisis de lo que él llama “la ideología chilena”, que vendría siendo algo así como el maridaje entre una endémica cultura (incluso decimonónica) de la desigualdad y el llamado modelo “neoliberal”. De esta forma, el relato de la crisis (su diagnóstico, antecedentes, hitos relevantes, etc.) se va moviendo en distintos niveles, como si se construyera en capas, que hace al lector transitar desde el arrugar el ceño ante el resumen de alguna teoría económica asociada a algún notable premio Nobel de economía imposible de entender, hasta un ejemplo futbolero para aterrizar la misma teoría y hacerla accesible a cualquiera (que le ponga un poco de interés, por supuesto). Y, finalmente, se arriesga con una propuesta de políticas públicas que, según el autor, debieran permitirnos avanzar hacia una sociedad de mayor equidad y riqueza compartida. Más igualdad, más riqueza y la posibilidad de alcanzar niveles de crecimiento que nos permitan disminuir en forma determinante la vulnerabilidad de una gran mayoría de personas.
El libro hace una fuerte crítica al empresariado chileno, especialmente al grande. Lo define como “rentista” y lejos de ocupar su lugar producto del mérito, afirma que lo hacen desde el usufructo de sus herencias. Los innovadores (esos del mundo de las startup) afirma, son la excepción. Las empresas en Chile siguen haciendo lo mismo y ni siquiera, dice, lo hacen mejor. Y han profitado de las inversiones y riesgo que ha tomado el estado para desarrollar sus negocios. Y aquí empiezo a conectar emocionalmente con este libro, porque siempre he tenido mis sospechas respecto al mundo de los grandes empresarios chilenos. ¿Por qué no les gusta pagar impuestos? ¿Para qué quieren ganar tanta plata? ¿Por qué desprecian el trabajo ajeno y muchas veces mal remunerado que, lo acepten o no, está en la base de sus riquezas? ¿Por qué son tan ostentosos con sus propiedades? Dicho en forma mediática, ¿por qué todos llevan un “pérez cruz” escondido? A un amigo, también economista, que se había movido durante muchos años en el mundo de los países desarrollados, le escuché afirmar que los empresarios chilenos tenían poco vuelo. ¿Será verdad? De la lectura de este libro, pareciera que sí.
Pero, finalmente, creo que descubrí que hay algo muy básico que me ha hecho perseverar en la lectura del libro, a pesar de la economía. Y es la honestidad de las ideas. El autor tiene convicciones, no idealiza los gobiernos de los cuales fue parte ni reniega de su historia, y se atreve a pensar en opciones hacia adelante, incorporando temas tan cruciales como la igualdad social y tan urgentes como el cambio climático y la revolución tecnológica. Por sobre todo, este libro se vuelve abordable porque su supuesto discursivo es muy simple y busca responder una pregunta elemental: ¿podremos volver a crecer, generar una economía más rica e inclusiva, y alcanzar niveles de vida dignos para todas y todos? Y según Landerretche, esa economía y sociedad, para que sea exitosa, debe ser contributiva. El sálvese quien pueda, ya se sabe, no es el camino. El “botarlos” a todos, como decía una propaganda electoral, tampoco conduce a buen puerto.
La derecha más conservadora y reaccionaria, intentó construir un país excluyendo a millones de personas de la seguridad, la dignidad y la esperanza. Y ese país no resultó. ¿Habremos de construir el futuro “botando” a todos los que no nos sigan el amén? Parece que tampoco. Este libro ayuda a pensar con más libertad, tolerancia y amplitud. Y solo desde ese lugar, es posible imaginar.