La crítica de que la candidatura de Yasna Provoste es “más de lo mismo” me la hacen a menudo. ¿Es tan malo que haya más de lo mismo? Por supuesto que no: la respuesta depende de qué parte de lo mismo es la que se repite.
Hace unos días atrás, compartí en Facebook un mensaje que recibí de la candidatura de Yasna Provoste. Lo hice porque voy a votar por ella o, mejor dicho, por el espectro político al que he sido fiel durante las últimas siete elecciones presidenciales: ese sector de la política que apostó hace 30 años, primero, por lograr una transición no violenta desde la dictadura a la democracia; dos, por desarrollar una política económica y social reformista que permitiera enfrentar la enorme herencia de pobreza que dejó la derecha después de 17 años de dictadura, que ampliara los derechos y oportunidades para chilenas y chilenos, y que redujera las gigantescas desigualdades, históricas de nuestro país; y tres, por construir un país más democrático en el amplio sentido de la palabra y con más libertades.
El primer gran objetivo, la transición pacífica a la democracia, se cumplió en lo fundamental. ¿Desapareció la violencia política en Chile? Por supuesto que no. Pero durante las primeras décadas post 90´s, esta se expresó en hechos puntuales, los que en general fueron resueltos en base a diálogos y acuerdos. ¿Hubo condiciones democráticas que tomaron más tiempo del necesario para solucionarse? Por supuesto que sí. Ahí está lo que costó cambiar el sistema binominal (el de los vetos de minoría) y los altísimos quórums para hacer cambios estructurales en el país. ¿Se pudo hacer más o más rápido? Es posible. Pero eso supone realizar un análisis desde la política ficción. Lo que no puede discutirse, creo, es que Chile es más democrático hoy que hace 30 años.
La disminución significativa de la pobreza, el crecimiento efectivo del país, las mayores oportunidades abiertas para muchas y muchos, han sido, también, un logro irrebatible. Tanto así, que una vez establecida la “disminución estadística” de la pobreza (que no por estadística es menos real ni significativa para quienes antes formaban parte de ese 40% que vivía en la pobreza), fue necesario hablar de la eliminación de una pobreza más cualitativa (calidad de los servicios de salud, educacionales, previsionales; no solo el acceso) que, ciertamente, no había desaparecido. En una perspectiva reformista, esas carencias deberían haber marcado los nuevos objetivos de nuestra propuesta política, la que estuvo en los discursos, pero no siempre en políticas específicas defendidas con más energía o capacidad política (pienso en la reforma tributaria, de pensiones, nueva constitución, de la salud, por mencionar las más emblemáticas). En este ámbito, también faltó una política más exitosa en términos de promover las transformaciones que permitieran a la economía recuperar un ritmo de crecimiento más vigoroso. Alguien podría decir que, sin embargo, nos transformamos en una sociedad muy desigual. Pero me parece que ese alguien se equivocaría, porque la verdad es que tenemos niveles de desigualdad equivalentes a los de 1973, después de haber vivido los años de la dictadura donde las diferencias se agudizaron de manera dramática. Ahora bien, en términos de igualdad, ¿tenemos una estructura que nos guste? Por supuesto que no. Todavía hay demasiada desigualdad, aunque hayamos recuperado los niveles anteriores a la dictadura. O sea, estamos mejor, pero falta mucho.
Por último, algo que me parece indiscutible es el cambio que nuestro país ha experimentado en términos de libertades y reconocimiento de las diferencias. La situación de las mujeres ha cambiado de manera radical. ¿Alguien me preguntará cómo afirmo esto si aún tenemos que lidiar con la violencia de género, los femicidios, la discriminación en los salarios, la desigualdad en las instancias de liderazgos? Y yo le diría que tiene razón, que todas esas situaciones aún existen, pero ese o esa objetora tendría que reconocer que hace treinta años atrás, estos temas ni siquiera tenían estatus público y hoy hay leyes específicas, organismos públicos que se ocupan del tema, tribunales especializados, etc. Dicho de otra forma, hay mucho más libertad y tolerancia, pero todavía hay camino que avanzar.
Creo que podría estar olvidando muchas cosas importantes (no sé, tales como que podemos hablar, publicar, organizarnos políticamente, agruparnos, sin una represión feroz que nos prohíbe). Entonces, cuando publico la propaganda de Provoste en Facebook y me empiezan a aparecer mensajes como “más de lo mismo” o “los mismos de siempre”, no me queda más que aceptar que sí, que tienen razón mis detractores de Facebook: son los mismos de siempre. No me refiero, por supuesto, a personas, sino a sectores políticos. Pero ¿fueron tan malos estos sectores políticos que su sola presencia los invalide como opción, que ser los de antes los descalifique? Muchas veces me queda la impresión de que, a quienes sostienen esta crítica, los envolviera una especie de pensamiento mágico y argumentaran algo así: sí, es verdad que pasó todo eso, pero ¿qué tal con el CAE, y el Transantiago, y las AFP´s? Entonces, los otros logros, el país que hoy nos permite hacer estas críticas y soñar nuevos horizontes, ¿nada tiene que ver con los políticos que estuvieron a cargo del gobierno durante estas últimas décadas?
Mi respuesta es categórica: el Chile que disminuyó la pobreza, que mejoró los niveles de vida de la mayoría, que desarrolló la democracia, que amplió las libertades, etc. se trasformó en lo que es, entre otras causas, gracias al gobierno de los sectores políticos que hoy mayoritariamente acompañan a Yasna Provoste. ¿Lo hicieron solos? ¡Por supuesto que no! Hubo diálogos, acuerdos, negociaciones, alianzas, etc. O sea, hubo gestión política. ¿Logró todos sus objetivos? Por supuesto que no. Porque tuvo que dialogar, acordar, negociar, aliarse. Pero ¿fue exitosa? Sí, en la medida de lo democráticamente posible y según un escenario institucional restrictivo que, como sabemos, reventó el 2019.
Las capacidades, los talentos y las convicciones que hicieron exitosa a la que fuera la Concertación, luego Nueva Mayoría y ahora Nuevo Pacto Social, que demostró ser capaz de ejercer el liderazgo, será lo que necesitará cualquier nuevo gobierno para llegar a puerto. Y aunque los vientos de la opinión pública –esa tan mediatizada y twitteada- no me acompañen, sigo creyendo que, en las convicciones de mi sector, radica la posibilidad de recuperar la confianza en que podremos tener un país que siga mirando hacia adelante, sin caer al vacío.