La desaprobación del presidente Pedro Castillo se elevó a un 76 % según las últimas encuestas, en tanto el 63 % de los consultados solicita su renuncia. Tan sólo superada por la desaprobación del parlamento unicameral, que llega al 79 % según estas mismas mediciones.
La solución simple, que plantean algunos medios de comunicación, es que se vayan todos. Que se disuelva el parlamento, que el mandatario renuncie y se convoque a elecciones generales anticipadas, a tan solo ocho meses de las anteriores.
Estas opciones dividen profundamente las opiniones de los peruanos, con sesgos políticos, de clase y regionalistas. Tanto el fujimorismo, cuya lideresa fuera derrotada por Castillo en una ajustada segunda vuelta presidencial, como los sectores de derecha y centro derecha (con aval de los poderes fácticos) exigen la renuncia del mandatario, en tanto que los sectores de centro e izquierda, mantiene más de una duda al respecto. Especialmente en relación a una incierta sucesión.
Los sectores rurales y más vulnerables del país, se identifican con este profesor primario de la zona amazónica que, en contra de todos los pronósticos, ganó la reciente elección presidencial con el símbolo de un lápiz. Lo reconocen como uno de los suyos. Un hombre modesto, con escasa trayectoria o experiencia política, que prometiera combatir los privilegios y trabajar por las reivindicaciones populares.
La zona costera, en donde se encuentra Lima y el centro del país, es mayoritariamente partidaria de la renuncia de Pedro Castillo, en tanto que, en la Amazonía y la sierra parecen mas proclives a apoyar al actual mandatario y apuntan sus dardos en contra del parlamento – también recientemente electo – profundamente fragmentado y desprestigiado, imputándosele haber boicoteado al gobierno e intentar, por diversos mecanismos, su crisis terminal.
La polarización se vive tanto en la capital como en las diversas regiones del país. Unos manifestantes piden la renuncia de Castillo y otros el cierre del parlamento. La mayoría de los medios demandan en portada la renuncia del presidente. El parlamento, por mayoría de votos se ha sumado a estas demandas, así como diversos sectores y personalidades. Pero nadie sabe lo que viene después o es capaz de ofrecer una fórmula que asegura la gobernabilidad futura del país.
Una larga y profunda crisis política
La crisis política que vive Perú es de larga data. Muchos la hacen coincidir con el autogolpe de Estado protagonizado por Alberto Fujimori y la constitución impuesta durante su gobierno, que estableció un régimen semi presidencial y unicameral, con la potestad de vacar al presidente.
Pero hay otros factores que inciden en esa crisis. Entre ellos, el colapso de los partidos tradicionales que han debido ceder su espacio a organizaciones políticas instrumentales, formados en torno a caudillos nacionales y regionales, con difusas definiciones ideológicas, generando una gran fragmentación que se expresa en el parlamento unicameral, dificultando la gobernabilidad del país.
La corrupción endémica está en el origen de la extendida crisis. No por nada los últimos cinco exmandatarios están condenados procesados, prófugos de la justicia u optaron por el suicidio, como fue el caso de Alan García, el mítico líder del APRA, dos veces elegido presidente e investigado también por temas de corrupción.
Pedro Castillo es militante de Perú Libre, un partido calificado de extrema izquierda, cuyo líder es Vladimiro Cerrón, con muy débiles credenciales democráticas y acusaciones de vínculos anteriores con Sendero Luminoso, que aún subsiste en zonas de la Amazonía.
En esto de las credenciales democráticas, muchos partidos de la oposición cargan con más de un pecado (suficiente pensar en el fujimorismo). Y cual más, cual menos, están afectados por graves denuncias de corrupción.
Es más que evidente que Castillo no puede contar con mayoría en el fragmentado parlamento peruano. Pero ningún partido o agrupación de partidos la tiene. El rechazo a las dos mociones de vacancia que ha debido enfrentar el presidente en sus escasos meses en el poder, se debe más a que los sectores de oposición no logran ponerse de acuerdo en una alternativa.
En este breve pero agitado mandato el gobierno ha debido cambiar cuatro gabinetes y es muy probable que deba hacer un nuevo ajuste luego que su primer ministro, Aníbal Torres, hiciera toda una apología de Adolf Hitler, mereciendo múltiples repudios, incluyendo la propia embajada de Alemania en Perú.
Queda a la vista que Pedro Castillo no ha expuesto grandes habilidades a la hora de desempeñar su cargo. Y menos para construir una mayoría que apoye su gestión. Su propia bancada de Perú Libre aparece dividida, perdiendo el valioso apoyo que le brindaba Verónika Mendoza y día a día suma nuevos detractores y adversarios. Hoy Pedro Castillo aparece como parte del problema, lejos de una solución
Pero, en verdad, la crisis multisistémica que hoy vive Perú (sanitaria, económica, política y social), no es demasiado diferente a la que enfrentan diversos países de la región, impactados por la pandemia y ahora por los efectos de la guerra en Ucrania, traducidos en alta inflación, inestabilidad política y fuertes tensiones sociales.
Es posible que Pedro Castillo se vea forzado a renunciar, o sea vacado por el parlamento. Pero nadie puede predecir una fórmula de sucesión. Anticipar elecciones generales no garantiza que la larga y profunda crisis política que vive el país pueda ser superada.
Perú requiere de profundas reformas institucionales, pero, hasta ahora, no existe un consenso político que permita impulsarlas. Así, más allá de los gritos pidiendo la renuncia de Castillo, la crisis involucra a todos los actores políticos y sus propias responsabilidades históricas.