Por José Miguel Insulza
Senador de la República
Hace apenas seis meses celebramos el veredicto de la Corte Internacional de Justicia, victoria de la política exterior de principios que el país ha forjado a lo largo de su historia democrática. En esos días la expresión “política de estado” estaba muy de moda.
Pero ahora esa unidad está en riesgo producto de decisiones equivocadas que vulneran consensos fundamentales de nuestra política exterior. Esta afirmación tiene su origen en los virajes recientes en materia medio ambiental (Convenio de Escazu) y migratorio (Acuerdo de Marrakech), en la conducta adoptada ante la crisis en Venezuela, en el intento de crear una nueva organización (Prosur) con marcado tinte ideológico y sobre todo en los intentos de sacar ventajas internas, dividir al país con consignas populistas y afirmaciones falsas sobre nuestra postura y nuestras intenciones.
Pero ahora esa unidad está en riesgo producto de decisiones equivocadas que vulneran consensos fundamentales de nuestra política exterior. Esta afirmación tiene su origen en los virajes recientes en materia medio ambiental (Convenio de Escazu) y migratorio (Acuerdo de Marrakech), en la conducta adoptada ante la crisis en Venezuela, en el intento de crear una nueva organización (Prosur) con marcado tinte ideológico y sobre todo en los intentos de sacar ventajas internas, dividir al país con consignas populistas y afirmaciones falsas sobre nuestra postura y nuestras intenciones.
En este contexto la existencia de verdaderos consensos en política exterior se ha puesto en discusión. Por eso llamamos a una sesión especial, para ver si es posible reponer nuestros acuerdos y retomar la política exterior común que ha caracterizado la mayor parte de nuestra vida democrática. Nadie dice que debemos coincidir en todo ni que haya que tener un solo punto de vista. Pero cuando actuamos como nación debemos respetar los principios fundamentales que nos guían.
Somos una nación intermedia, más grande que la mayoría de los estados que participan de las Naciones Unidas, pero pequeña en comparación a los estados continentes que dominan la política y la economía mundial. En un mundo interdependiente, no podemos darnos el lujo de estar ausentes.
Nadie dice que debemos coincidir en todo ni que haya que tener un solo punto de vista. Pero cuando actuamos como nación debemos respetar los principios fundamentales que nos guían.
Debemos participar, pero no tenemos la envergadura para hacerlo solos. El mundo, integrado en lo económico, está organizado políticamente en estados independientes que definen de manera autónoma su interés nacional y sus políticas, con los desacuerdos y conflictos que pueden derivar de esta condición.
¿Cómo actuar en esta región y este mundo complejos, llenos de conflictos, pero también de posibilidades? ¿Cómo ser el actor que queremos ser, sin tener la envergadura ni la fuerza? Es aquí donde surgen las bases de nuestra política exterior: es unitaria, de principios y no se basa en la conveniencia política inmediata sino en el interés nacional.
Nadie se extrañó cuando Alessandri se opuso a la salida de Cuba de la OEA; o cuando Ricardo Lagos anunció que estábamos en contra de la invasión de Iraq. La conducta de Chile era predecible. Sus principios de acción internacional eran conocidos.
Entiendo por principios un conjunto de normas de conducta aprendidas en la práctica de muchos años, que el país aplica de manera permanente en su política exterior. No figuran en la Constitución ni están codificados; pero nos permiten ser predecibles, confiables y respetados en nuestra relación con el mundo. Son reglas de conducta practicadas de manera consistente. Quien se pregunta en cada caso ¿que se espera de Chile? puede responderse viendo que hemos hecho antes en situaciones similares. Nadie se extrañó cuando Alessandri se opuso a la salida de Cuba de la OEA; o cuando Ricardo Lagos anunció que estábamos en contra de la invasión de Iraq. La conducta de Chile era predecible. Sus principios de acción internacional eran conocidos.
¿Cuáles son esos principios, basados en nuestra tradición, nuestra realidad y nuestro interés nacional?
1.- El primer principio fundamental es el de plena participación en el sistema internacional. Ya desde la posguerra decidimos como nación una política exterior consensuada caracterizada por nuestra presencia permanente y fundacional en la política regional y mundial. No nos refugiamos en nuestra isla geográfica, sino que salimos de ella de manera impetuosa, aprovechando la expansión del sistema multilateral surgido a mediados del siglo pasado. Chile es fundador de instituciones internacionales, desde la OEA a la ONU; firmante de tratados internacionales en todo ámbito y nivel: comerciales bilaterales y multilaterales, de desarme, de regímenes (como el Tratado Antártico o el del Mar) y por cierto de límites.
2.- El segundo es nuestra adhesión plena al derecho internacional. Su necesidad es obvia: si todas nuestras fronteras están definidas por Tratados una práctica distinta sería suicida. Respetamos los Tratados y exigimos su respeto. No sólo eso, somos creadores de derecho internacional e instituciones. Mientras más fuerte sea el derecho internacional mayor es nuestra seguridad y más estable es nuestra relación con la región y el mundo. Mientras más se fortalezcan el derecho y las instituciones, más posible es mantener la paz y la cooperación y resolver los conflictos.
3.- El tercero es el respeto por la soberanía de los países, como exigimos que se respete la nuestra. No intervenimos en los asuntos internos de otros estados, a menos que ello se base en acuerdos suscritos voluntariamente. Cuando exigimos democracia o respeto de los derechos humanos en nuestra región no estamos violando este principio sino exigiendo cumplimiento de los acuerdos que nuestros países han adoptado libremente, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos o la Carta Democrática Interamericana.
4.- El cuarto principio es la solución pacífica de las controversias entre y al interior de los estados. Mientras más obligatorios y efectivos sean los sistemas de solución pacífica de conflictos, mayor es la estabilidad y la paz mundial. La renuncia al uso de la fuerza es un importante rasgo del derecho internacional que compartimos plenamente. Enfrentamos las crisis buscando los acuerdos; nunca actuamos para imponer la paz, aunque estamos disponibles a cooperar con la paz que se alcance entre los actores de un conflicto.
El cuarto principio es la solución pacífica de las controversias entre y al interior de los estados. Mientras más obligatorios y efectivos sean los sistemas de solución pacífica de conflictos, mayor es la estabilidad y la paz mundial. La renuncia al uso de la fuerza es un importante rasgo del derecho internacional que compartimos plenamente. Enfrentamos las crisis buscando los acuerdos; nunca actuamos para imponer la paz, aunque estamos disponibles a cooperar con la paz que se alcance entre los actores de un conflicto.
5.- El quinto principio es el multilateralismo. Chile cree en la cooperación internacional, por oposición al unilateralismo y la imposición. Esa cooperación se forja tanto en el ámbito bilateral como en el multilateral, pero es ciertamente este último el que más desarrollo ha tenido en el último siglo. Chile no sólo ha aceptado de buenas ganas el multilateralismo, sino que lo ha promovido desde su nacimiento. Allí está Hernán Santa Cruz en la Declaración Universal de Derechos Humanos y la creación de la CEPAL, Felipe Herrera en la fundación del Banco Interamericano de Desarrollo, las dos veces que hemos ocupado la Secretaría General de la OEA, nuestras membrecías cada vez más frecuentes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la dirección de la OIT por casi dos décadas. El primer proyecto que se aprobó en el Banco Mundial fue para los Países Bajos; el segundo fue de Chile.
6.- En sexto lugar, Chile busca mantener buenas relaciones con todos los estados del mundo, representados por sus gobiernos. Es conocida nuestra reticencia a las rupturas de relaciones, más allá de la opinión crítica que tengamos sobre los gobiernos que violentan la democracia o los derechos humanos. Eso nos ha permitido vivir en paz por periodos en que estuvimos rodeados de dictaduras en nuestro entorno y nuestra región. La única condición real para reconocer un gobierno es que tenga control sobre las funciones fundamentales de su estado.
7.- El séptimo principio es el regionalismo abierto. Queremos entendernos con todo el mundo, pero nuestro corazón está en nuestra América Latina. No creemos en la frase absurda que proclama que “tenemos una buena casa en un mal barrio”. Mientras mejor, más democrático y más floreciente sea nuestro barrio, más confortable y seguro será nuestro hogar.
El último principio viene desde hace mucho tiempo y es tal vez el más sagrado si hemos de tener política exterior de estado. El conductor de esa política es el presidente de la República de acuerdo a la Constitución, pero nunca debe usar este instrumento para fines de política interna. Aunque una encuesta favorezca la opción populista, el Jefe de Estado debe actuar conforme al interés nacional.
8.- El último principio viene desde hace mucho tiempo y es tal vez el más sagrado si hemos de tener política exterior de estado. El conductor de esa política es el presidente de la República de acuerdo a la Constitución, pero nunca debe usar este instrumento para fines de política interna. Aunque una encuesta favorezca la opción populista, el Jefe de Estado debe actuar conforme al interés nacional.
Fuimos invitados al Grupo de Contacto, última opción para buscar algún arreglo en Venezuela y nos negamos a participar. Reconocimos un gobierno que no gobierna y dejamos de lado toda opción de proteger a nuestros compatriotas. Nos paramos provocativamente en la frontera más compleja de la región para intentar una operación humanitaria que como era previsible no tuvo resultado. Anunciamos la creación de una nueva organización sudamericana sin denunciar el tratado de UNASUR y se concluyó con la creación de un Foro. Y nos ofrecimos para reemplazar a Brasil en la organización de la COP25, olvidando al parecer que teníamos ya el importante desafío de la APEC. Todo esto habla de improvisación, populismo y poco respeto por las bases fundamentales de nuestra política exterior.
Cada cual puede juzgar si los hechos de los últimos meses respetan estos principios. Copresidimos el grupo de trabajo que negoció Escazu para no firmarlo porque contenía un posible recurso ante la misma Corte que reafirmó nuestro derecho en octubre. Nuestro presidente anunció en Naciones Unidas que el Pacto migratorio coincidía con nuestra política y nuestra delegación estaba en Marrakech cuando se le ordenó regresar porque un Subsecretario decidió que la firma podía afectar nuestra legislación sobre la materia.
Fuimos invitados al Grupo de Contacto, última opción para buscar algún arreglo en Venezuela y nos negamos a participar. Reconocimos un gobierno que no gobierna y dejamos de lado toda opción de proteger a nuestros compatriotas. Nos paramos provocativamente en la frontera más compleja de la región para intentar una operación humanitaria que como era previsible no tuvo resultado. Anunciamos la creación de una nueva organización sudamericana sin denunciar el tratado de UNASUR y se concluyó con la creación de un Foro. Y nos ofrecimos para reemplazar a Brasil en la organización de la COP25, olvidando al parecer que teníamos ya el importante desafío de la APEC. Todo esto habla de improvisación, populismo y poco respeto por las bases fundamentales de nuestra política exterior.
Aún es tiempo de volver atrás y retomar los principios que han fundamentado una política exterior exitosa. Que no se vea más a Chile sentado junto a las fuerzas del nacional-populismo que abominan del multilateralismo, el derecho internacional y la paz. Que volvamos a ser el país predecible que de modo sereno y tranquilo se ha forjado una posición internacional que muchos envidian pero que, al parecer, nuestros actuales gobernantes quieren reemplazar por aventuras.
Aún es tiempo de volver atrás y retomar los principios que han fundamentado una política exterior exitosa. Que no se vea más a Chile sentado junto a las fuerzas del nacional-populismo que abominan del multilateralismo, el derecho internacional y la paz. Que volvamos a ser el país predecible que de modo sereno y tranquilo se ha forjado una posición internacional que muchos envidian pero que, al parecer, nuestros actuales gobernantes quieren reemplazar por aventuras.