Sexo y raza son los dos combustibles que alumbran decenas de expulsiones de libros en las bibliotecas escolares, y centenares de gestiones para prohibir más textos en Estados Unidos. Las campañas vienen tanto de la derecha como de la izquierda.
Batalla en las bibliotecas
La Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA, por su sigla en inglés) contó el año pasado 729 gestiones – comparado con 377 en 2020- para la exclusión de ciertos libros de las bibliotecas, materiales escolares y universitarios, bancos de datos para investigación y plataformas de libros digitales. Téngase en cuenta que cada una de estas gestiones puede incluir varios títulos, y ALA registró 1.597 libros que fueron cuestionados o quitados de los estantes.
“Lo que vemos es una campaña, sin precedentes, para sacar libros de las bibliotecas escolares y también de las bibliotecas públicas, textos que tratan de las vidas y experiencias de la gente en comunidades marginalizadas”, dijo la directora de la oficina de libertad intelectual en ALA, Deborah Caldwell Stone al diario The New York Times. “Vemos grupos organizados que van a las juntas escolares y las juntas bibliotecarias y demandan la censura de estos libros a fin de acomodar sus opiniones morales o políticas”.
Lo que Caldwell Stone describe como “comunidades marginalizadas” incluye dos categorías: sexo y raza. Y lo que cada bando considera como ofensivo es, precisamente, lo que el opuesto defiende.
Los textos, especialmente los escritos e ilustrados para niños de edad escolar, en los cuales se explican las múltiples identidades de género y/o se describen los abusos y la discriminación que han sufrido y sufren los negros, los latinos, los judíos, los pobres, los inmigrantes son blanco de la condena de los conservadores para quienes tales lecturas suenan a adoctrinamiento.
Para quienes operan desde una distinción clara e irrevocable de géneros –hombre, mujer- la presencia en las bibliotecas y las enseñanzas en las aulas que, no sólo menciona, sino que promueven la tolerancia hacia los matices muestra que en cumplimiento de la “agenda progresista” se corrompen las mentes infantiles.
En la otra mitad de la cancha, los “progresistas” ven en todo cuestionamiento de esa literatura una campaña organizada de censura que perpetúa la opresión cultural e intelectual en una sociedad patriarcal y binaria.
Lo mismo ocurre con libros y materiales en los que se mencionen la esclavitud y la segregación y discriminación racial. Los “progresistas” opinan que sigue siendo insuficiente la enseñanza y discusión de ese pecado original –la frase es de la ex secretaria de Estado, Condoleezza Rice- que empapa la experiencia cotidiana en este país.
Los “conservadores” argumentan que ya las relaciones raciales en Estados Unidos han mejorado enormemente y que a lo pasado pisado. Desde la década de 1960 el gobierno ha ofrecido programas para las minorías que han permitido la integración, al punto que, mire usted, hemos tenido ya un presidente mulato y ahora una mujer negra en el Tribunal Supremo de Justicia.
Para unos, la discusión del racismo es urgente y necesaria, y para los otros sólo sirve como alimento al resentimiento.
Lista de los más purgados
La lista que ALA compiló de los diez libros más prohibidos durante 2021 la encabeza “Gender Queer”, de Maia Kobabe, cuestionado por su contenido LGBTQIA+ (sigla que refiere a una variedad de identidades de género de definición variada), y por imágenes sexuales “explícitas”.
Los dos títulos siguientes –“Lawn Boy” de Jonathan Evison, y “All Boys Aren’t Blue” de George Johnson—también han sido prohibidos por su contenido LGBTQIA+, y varios de los que siguen quedaron vedados por descripciones de abuso, lenguaje soez, violencia y, en el caso de “The Hate U Give” de Angie Thomas, porque se le ha percibido un “mensaje contra la policía y el adoctrinamiento de una agenda social”.
El entusiasmo censor no es exclusivo de la derecha: un distrito escolar cerca de Seattle, en el estado de Washington, quitó de su curriculum el clásico de Harper Lee “To Kill a Mockingbird” (“Matar a un Ruiseñor”) por su descripción de las relaciones raciales y el uso de epítetos racistas.
Los epítetos racistas en algunos personajes de “Of Mice and Men”(“De ratones y hombres”) de John Steinbeck motivaron las gestiones el año pasado para limitar el uso de ese texto en las escuelas de los distritos Mendota Hights, en Minnesota, y Burbank, en California. Por motivo similar se ha cuestionado la permanencia en las bibliotecas de “Las aventuras de Huckleberry Finn”, de Mark Twain.
PEN America, una organización que se dedica a la defensa de la libertad de expresión indica que más de mil libros han sido prohibidos en 86 distritos escolares de 26 estados y Texas va al frente de la campaña con 713 prohibiciones en 16 de sus distritos escolares, seguido por Pennsylvania con 456 vedas, y Florida con 204.
La cadena NBC de televisión, sobre la base de su investigación, elaboró su propia lista de 50 libros que padres y madres en Texas quieren prohibir en las bibliotecas escolares de ese estado. Véase: https://www.nbcnews.com/news/us-news/texas-library-books-banned-schools-rcna12986
Oportunismo político
La “guerra cultural” ofrece buenos réditos políticos y en la brega van cayendo títulos y más títulos con frecuencia que se incrementa al aproximarse las fechas de las elecciones.
El año pasado Virginia fue escenario de una de tales batallas cuando, en medio de la agitación se volcó en griterías en las asambleas de padres/madres y docentes en las escuelas, el candidato demócrata Terry McAuliffe dijo en un debate televisado: “No creo que los padres deban decirles a las escuelas lo que éstas han de enseñar”.
El republicano Glenn Younkin se alzó con la cita malhadada y galopó con ella sobre la indignación parental y ganó la elección que puso fin al primer período en un cuarto de siglo cuando los demócratas tuvieron mayoría en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa y un gobernador demócrata.
Antes del comienzo del año lectivo en septiembre pasado, Father Dan Reehil, titular de la parroquia y escuela católica St. Edward, en Tennessee, a pedido de una familia retiró de los estantes los libros de la serie “Harry Potter”. En su explicación señaló que había tomado su decisión tras consultas con varios exorcistas en EE.UU. y Roma, porque que “las maldiciones y conjuros usados en los libros son reales y, cuando son leídos por un ser humano existe el riesgo de atraer espíritus en la presencia del lector”.
La Junta de Educación del Condado McMinn, en Tennesse prohibió la inclusión en su curriculum de “Maus” la novela gráfica de Art Spiegelman acerca de Shoah.
En su declaración sobre el asunto, la Junta aclaró que no tenía intención de “disminuir el valor de ‘Maus’ como una pieza de literatura impactante y significativa, y tampoco disputamos la importancia de enseñar a nuestros niños las lecciones históricas y morales, y las realidades del Holocausto”.
No obstante, los miembros de la Junta añadieron que no creen “que esta obra sea un texto apropiado para que lo estudien nuestros alumnos debido al uso innecesario de lenguaje soez y desnudez, y su representación de la violencia y el suicidio”.