(Galaxia Gutenberg) -Daniel Innerarity
En la Grecia clásica, El Idiota, fue asociado a quién se restaba a los asuntos públicos. En su libro, Innerarity, lo identifica- en tiempos de “los indignados” – entre aquellos que apuestan, disfrazados, a despreciar el valor de la política, o capturarla para intereses, supuestamente al margen de ese espacio público. Así, como en diferentes épocas y diversos estilos, lo hicieron De Gaulle en Francia y Berlusconi en Italia, el autor lo perfila hoy entre el poder económico y “embaucadores” de los medios de comunicación.
Innerarity refiere a distintos estilos de idiotas políticos. Desde aquellos indiferentes, celosos de una amenazada libertad personal, hasta los que apuestan al poder, camuflando un evidente interés de carácter político. Agrega la categoría de indignados, negadores del sentido político, confundiéndolo con la debilidad de aquel poder. Valga considerar el vínculo de una mala política con los orígenes de desastres económicos durante las últimas décadas.
Una visión simplista, algo banal y efectista, asocia la proclamación del fin de las ideologías y el triunfo definitivo del modelo neoliberal. La indignación se extendió como un movimiento de masas, con perfiles políticos y aspiraciones de poder. Con todo, la política resultó frágil ante el imperio de los mercados y el empeño democrático insuficiente para desafiarlo.
En definitiva, el autor desnuda, como falacia, la pretensión de prescindir de la política, como espacio fundamental de transformación ante lo meramente económico y mediático. En ese ejercicio apunta a otro perfil de idiota. Aquel, involuntario, que apuesta a la total despolitización, sin asumirlo conscientemente.
La indignación, se vincula con fenómenos de corrupción y mala política. Innerarity cuestiona el facilismo con que se asocian indignación y esencia de la política, sin apuntar a sus debilidades y precariedades específicas. De allí surge el desafío planteado por el autor a las exigencias de mayor rigor y calidad del quehacer político. Eludirlo, conduciría a la simplificación que asocia indignación y confusión.
La conclusión esencial es la urgencia de sacudirse de los prejuicios para reinstalar la naturaleza y exigencias de la política, de modo que la inocultable indignación derive en un ejercicio democrático. Y ciertamente político. Así lo explica Innerarity a los idiotas.