Después del fracaso rotundo del “putsch” promovido por Donald Trump parece claro que el nuevo Presidente de Estados Unido, Joseph R. Biden Jr., asumirá normalmente su cargo dentro de pocos días. Estados Unidos iniciará un período presidencial de cuatro años con un nuevo presidente, cuya legitimidad ya no se discute en una importante mayoría de la sociedad.
No será, sin embargo, una presidencia más, si consideramos que Biden enfrenta desafíos muy superiores a la gran mayoría de sus predecesores, comparables sólo con los que enfrentó Franklin Delano Roosevelt en 1932 cuando la Gran Depresión causaba estragos en la gran mayoría de la población; o Andrew Johnson, quien sucediendo al asesinado Abraham Lincoln y recién concluida la Guerra Civil, no consiguió unificar a la mayoría del país y terminó salvándose de la destitución por un solo voto en el Senado.
No será, sin embargo, una presidencia más, si consideramos que Biden enfrenta desafíos muy superiores a la gran mayoría de sus predecesores, comparables sólo con los que enfrentó Franklin Delano Roosevelt en 1932 cuando la Gran Depresión causaba estragos en la gran mayoría de la población; o Andrew Johnson, quien sucediendo al asesinado Abraham Lincoln y recién concluida la Guerra Civil, no consiguió unificar a la mayoría del país y terminó salvándose de la destitución por un solo voto en el Senado.
Biden se hace cargo del país más afectado por la pandemia en el mundo[1], con fuertes divisiones internas, un alto nivel de cesantía, una economía afectada por la incertidumbre, una amenaza formidable a su hegemonía internacional y un sistema político fuertemente tensionado e improductivo. Hasta el 3 de noviembre, estos eran factores de unidad de la oposición durante la campaña, cuyo foco principal era el rechazo a Donald Trump. Un número sustantivo de los estadounidenses condenaban fuertemente el estilo y contenido de la forma inusitadamente agresiva y divisiva en que el presidente había conducido el mayor cargo del país y querían evitar su reelección.
Ahora que Trump sale de la escena democrática, autoexcluido por sus excesos, surge la pregunta acerca de Joseph Biden. ¿Qué hará con su presidencia? ¿Cómo usará la inesperada mayoría que ahora posee en ambas ramas del Congreso? Formalmente Biden tiene en sus manos todo el poder federal para corregir todo lo que denunció en la campaña; pero en la realidad, eso no es tan fácil, porque sus fuerzas no son homogéneas, los problemas que enfrenta son muy grandes, y sus programas no son demasiados claros o precisos.
Ahora que Trump sale de la escena democrática, autoexcluido por sus excesos, surge la pregunta acerca de Joseph Biden. ¿Qué hará con su presidencia? ¿Cómo usará la inesperada mayoría que ahora posee en ambas ramas del Congreso?
I
En el partido Demócrata conviven, bajo un manto relativamente progresista, fuerzas algo distintas, que van desde el sector más liberal, dominante en el período de los Clinton, pasando por los demócratas mas tradicionales, ligados al movimiento sindical (probablemente el más identificado con el propio Biden), los propiamente liberales herederos del New Deal y, más a la izquierda, un reformismo que podríamos identificar como social demócrata, cuyos representantes más conocidos son hoy los senadores Elizabeth Warren y Bernie Sanders (que no es miembro del partido) y la joven diputada de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez. Entrelazados con estos sectores están los dos grupos étnicos más numerosos, afroamericanos y latinos, además de un conjunto de agrupaciones de interés especial, inmigrantes, feministas, minorías sexuales, ambientalistas, etc.
Entrelazados con estos sectores están los dos grupos étnicos más numerosos, afroamericanos y latinos, además de un conjunto de agrupaciones de interés especial, inmigrantes, feministas, minorías sexuales, ambientalistas, etc.
Este verdadero arco iris no es fácil de coordinar, pero tiene algunos intereses comunes que identifican a todos y probablemente estarán entre las primeras prioridades de Biden: una nueva política migratoria, la mayor protección de los derechos civiles de las minorías, la prioridad del cambio climático, la reforma de la salud (con el cambio en la mayoría del Congreso, el Obamacare debería continuar sin sobresaltos), la igualdad de derechos para la mujer, la protección de las minorías sexuales, la mantención de la política sobre el aborto. etc. Probablemente alguna reforma en materia de tenencia y uso de armas y el aumento prometido del salario mínimo podrían agregarse a estos.
En este plano valórico que es esencial para la nueva coalición podrían enfrentarse dificultades con el elenco de jueces federales que los republicanos se esmeraron en reconstruir a su imagen. La Corte Suprema con mayoría conservadora es uno de los legados de Trump que perdurará y, aunque no estuvo dispuesta a auxiliarlo como el esperaba, si pondrá obstáculo a algunas reformas valóricas importantes.
En este plano valórico que es esencial para la nueva coalición podrían enfrentarse dificultades con el elenco de jueces federales que los republicanos se esmeraron en reconstruir a su imagen. La Corte Suprema con mayoría conservadora es uno de los legados de Trump que perdurará y, aunque no estuvo dispuesta a auxiliarlo como el esperaba, si pondrá obstáculo a algunas reformas valóricas importantes.
Hay también otros asuntos en que seguramente no será posible alcanzar muchos acuerdos: aunque Biden ha comprometido alguna reforma tributaria, ella no tendrá un camino fácil en el Congreso, especialmente cuando retomar el crecimiento y recuperar el empleo parecen ser más prioritarios que cualquier reforma económica de fondo. También se pueden esperar turbulencias en las políticas de orden público y la reforma de las policías, a pesar de ser una demanda central de los afroamericanos.
El término “restauración” parece más aplicable entonces a los temas de política doméstica que la idea de reformas profundas que algunos imaginan. Y después de todos los excesos del “trumpismo” en los cuatro años recientes, probablemente el restablecimiento de políticas “anteriores” sea suficiente para muchos de los electores demócratas.
El término “restauración” parece más aplicable entonces a los temas de política doméstica que la idea de reformas profundas que algunos imaginan. Y después de todos los excesos del “trumpismo” en los cuatro años recientes, probablemente el restablecimiento de políticas “anteriores” sea suficiente para muchos de los electores demócratas.
II
Algo similar puede ocurrir en materia de política exterior. Un artículo publicado por el candidato Biden en abril del año pasado[2] comienza así: “Por casi cualquier forma en que se mida, la credibilidad e influencia de Estados Unidos en el mundo han disminuido desde que el Presidente Barack Obama y yo mismo dejamos nuestros cargos el 20 de enero de 2017”.
Si esto es así, para recuperar la credibilidad y la influencia perdidas y retomar el liderazgo mundial, habrá que empezar por adherir de nuevo a los Acuerdos de París sobre Cambio Climático, volver a la alianza Occidental recuperando los vínculos con la OTAN y los aliados de siempre, frenar las tendencias autoritarias exigiendo que la democracia y los derechos humanos sean respetados, enfrentar las amenazas a la paz y la seguridad que plantean algunas situaciones (menciona a Irán, Corea del Norte, Siria, Afganistán y Venezuela) y fomentar los procesos de cambio en busca de más democracia y transparencia y menos corrupción que tienen lugar en distintas partes del mundo (menciona a Chile). Mejor aún, proclama, en el mismo artículo, el retorno pleno al multilateralismo en base a su nuevo liderazgo (“volver a la cabecera de la mesa”)
Por cierto, hay mucho de simplismo en una proclama de campaña. Pero si Joe Biden emprende el cambio de rumbo que promete, aun con muchos obstáculos y problemas, restablecerá de manera sustantiva el clima global que se vivía hace cuatro años. No era ideal, por cierto, pero después de cuatro años tan desordenados, la mayor parte del mundo anhela una restauración y se entusiasma especialmente con el compromiso de retorno a un cierto multilateralismo, aunque se anuncie con liderazgo estadunidense.
En las formulaciones hasta ahora conocidas en política exterior existen vacíos importantes, que de no ser bien definidos podrían dificultar una restauración feliz del orden internacional. Hay tres que parecen particularmente complejos:
En las formulaciones hasta ahora conocidas en política exterior existen vacíos importantes, que de no ser bien definidos podrían dificultar una restauración feliz del orden internacional.
En primer lugar, los demócratas han estado incómodos con la estrecha amistad entre Trump y el gobierno de Netanyahu en Israel, que ha puesto fin a cualquier forma de balance en la actitud de Estados Unidos con la región. La pregunta aquí es si la nueva administración perseverará en esa política, que tiene el beneplácito de Egipto, Arabia Saudita y los Estados del Golfo, pero supone ruptura total con Irán y contrata la política de dos estados que hasta ahora propone la mayor parte del mundo.
los demócratas han estado incómodos con la estrecha amistad entre Trump y el gobierno de Netanyahu en Israel
En segundo lugar, los encargados de la futura administración no han mencionado nunca a Cuba, probablemente porque la intención de algunos es restablecer la política de apertura practicada en la última parte del gobierno de Obama. Es posible que Joseph Biden quiera retomar esa política y deshacer el último “regalo” de Trump y Pompeo al incluir a Cuba en el selecto grupo de países que patrocinan el terrorismo. Pero para ello deberá dialogar con el poderoso lobby cubano, recordando que el triunfo de los demócratas en el Senado llevará a la presidencia del Comité de Relaciones Exteriores al Senador Robert Menéndez, enemigo declarado del régimen de la isla.
los encargados de la futura administración no han mencionado nunca a Cuba, probablemente porque la intención de algunos es restablecer la política de apertura practicada en la última parte del gobierno de Obama.
Por último, está pendiente una definición sobre la frontera al sur de los Estados Unidos, no sólo en la relación con México que no tendría por que enfrentar muchos problemas, sino más bien con los llamados estados del Triangulo Norte, El Salvador, Guatemala y Honduras a los cuales se agrega la Nicaragua de Daniel Ortega. Un subcontinente pequeño con más de cincuenta millones de habitantes, cuya creciente ingobernabilidad es agravada por el crecimiento de la corrupción y el crimen organizado, empujando a parte importante de su población hacia Estados Unidos.
está pendiente una definición sobre la frontera al sur de los Estados Unidos, no sólo en la relación con México que no tendría por que enfrentar muchos problemas, sino más bien con los llamados estados del Triangulo Norte, El Salvador, Guatemala y Honduras a los cuales se agrega la Nicaragua de Daniel Ortega.
III
En el fragor de la campaña electoral y el conflicto político se ha hablado poco por parte de los nuevos gobernantes acerca de dos temas que dominan el debate académico y tienen importancia primordial para restaurar la presencia global de Estados Unidos; el comercio internacional y el gran conflicto por el predominio tecnológico. En estos dos asuntos cruciales existen controversias internas que el nuevo Presidente deberá resolver.
El comercio exterior norteamericano sigue atravesando por un periodo difícil. A pesar del proteccionismo de Trump, de su guerra comercial con China, de la aplicación de nuevas tarifas y del superávit de más de 200 mil millones de dólares en comercio de servicios, el déficit comercial de Estados Unidos ha crecido enormemente en estos años hasta alcanzar una cifra aproximada cercana a los 600 mil millones de dólares anuales. El sólo déficit con China en 2019 llego a 350 mil millones y nada indica que haya disminuido.
A pesar de las cifras, sin embargo, las restricciones que Trump aplicó tuvieron cierta aprobación interna que se mantiene cuando ellas se vinculan a la protección del empleo. Biden ganó en algunos de Estados cruciales porque prometió proteger la producción nacional y el empleo. Dado que China aparece como causante principal de estos males es probable que el multilateralismo del nuevo gobierno sea menos entusiasta en restaurar relaciones dañadas con la Organización Mundial de Comercio y poco activa en las negociaciones comerciales en general.
Los rencores hacia China, que no han sido solamente atizados por Trump, sino también por importantes analistas ligados a los demócratas, se presentan aún más fuertes cuando se refieren a la “madre de todas las batallas” de un sistema mundial en plena transición: la batalla por el predominio tecnológico, al cual China ha dedicado importantes recursos y en algunos de cuyos campos parece llevar la delantera. Sin hablar exhaustivamente de tema, es obvio que China va adelante en las tecnologías ligadas a la transmisión de datos 5G y comienza a abrirse paso en el área de los semiconductores, lo cual le permitiría competir en todos los planos con mayor independencia. Estados Unidos tiene, en cambio, una clara delantera en el área de la inteligencia artificial.
En estos dos campos cruciales es evidente que no cabe la mera restauración. Ante el avance desorbitado de la Cuarta Revolución Industrial no hay espacio para los retrocesos. La nueva administración debería aprovechar el espacio que le confiere el poseer cerca del 25% del PGB mundial (China es poco más de la mitad de eso, con una población mucho mayor) invertir más en esa carrera y, probablemente descomponer los enormes y pesados conglomerados tecnológicos que hoy dominan su economía poniendo obstáculos a la libre competencia.
Al mismo tiempo, si Estados Unidos quiere conservar alguna hegemonía y no solo intentar declarar primacía sobre un mundo en plena transformación debería abrirse a esta nueva realidad. La contienda tecnológica podría superarse sobre la base de una real cooperación, pero eso no parece contar con mucho apoyo en el próximo gobierno, que parece más interesado en forjar alianzas contra China, en lugar de intentar incorporarla plenamente a un nuevo orden global.
La contienda tecnológica podría superarse sobre la base de una real cooperación, pero eso no parece contar con mucho apoyo en el próximo gobierno, que parece más interesado en forjar alianzas contra China, en lugar de intentar incorporarla plenamente a un nuevo orden global.
[1] Aproximadamente un 20% de los contagios y un 20% de las muertes, para una población que es un 4% de la población mundial.
[2] Why America Must Lead Again. Foreign Affairs, Marzo-Abril 2020, pgs. 64 a 68.