Réquiem por TVN

por La Nueva Mirada

POR LUIS ADOLFO BREULL

Acaba de renunciar a su cargo de presidente del directorio el abogado Francisco Orrego, en medio de fuertes críticas a la administración, especialmente hacia Jaime de Aguirre, director ejecutivo. Y cerró un segundo mes que completa cerca de 200 nuevos despidos. Se apronta a culminar un quinto año de exorbitantes pérdidas financieras –que podrían llegar a 70 mil millones de pesos como saldo negativo acumulado en sus balances 2014 al 2018- y una década de desgaste programático, donde el único pilar que sostenía su rating e ingresos como proyecto de televisión pública era hacer teleseries nacionales. Soporte que se derrumbó en noviembre del 2013, al migrar casi el total de su área dramática a Mega, en medio de intensas e irreconciliables disputas entre el director ejecutivo de la época, Mauro Valdés (abogado y exvicepresidente de asuntos coprorativos y de comunicaciones de BHP Billiton), interesado en retener a la directora del área accediendo a su petición cercana a los 800 millones de pesos anuales, y el presidente del Directorio de TVN de entonces, Mikel Uriarte (UDI), exdirector del Fondo Nacional de Salud (Fonasa). Este último fue quien se impuso y el resto de la historia ya es conocida. Desde el 2014 el canal se va a pique, perdiendo casi los mismos niveles de audiencia que pasa a ganar el canal del grupo Bethia.

La situación de Televisión Nacional de Chile hoy es la de un “dead man walking”, un gris mausoleo de cine distópico cargado de sombras y espectros, o el día después de un largo y absurdo cumpleaños celebrado en una senior suiteal estilo de Lewis Carroll, cuyos invitados rieron, cantaron, bailaron y gastaron a destajo (amparados en la plena inadvertencia asentada en su demencia senil y alzheimer). Pero la fiesta llegó a su fin y hoy más se asemeja a una missa pro defunctis.

La situación de Televisión Nacional de Chile hoy es la de un “dead man walking”, un gris mausoleo de cine distópico cargado de sombras y espectros, o el día después de un largo y absurdo cumpleaños celebrado en una senior suiteal estilo de Lewis Carroll, cuyos invitados rieron, cantaron, bailaron y gastaron a destajo (amparados en la plena inadvertencia asentada en su demencia senil y alzheimer). Pero la fiesta llegó a su fin y hoy más se asemeja a una missa pro defunctis.

¿Qué esperar de TVN? Solo agonía, mientras no se asuman los posibles caminos de salida… Y estos no son precisamente la ensoñación de una masividad imposible de alcanzar con el tamaño actual de la industria –incluida la cantidad de poderosos actores privados compitiendo por una escuálida torta publicitaria-, ni la privatización pregonada por los hijos del neoliberalismo a la chilena. Ese que transita sin problemas entre Fiedmann y Hayek, que desconfía/detesta al Estado y se consagra por completo al mercado como ente autorregulador de todas las necesidades humanas.

¿Adiós a la industria?

Se ha repetido hasta el cansancio que el ecosistema de medios y la industria de la TV cambió. Y que esto dejó a los canales abiertos o generalistas –acostumbrados a financiarse con los réditos de la masividad mediante la inversión publicitaria- en una condición de perplejidad y amarre de costos/estructuras/dotaciones de corto y mediano plazo desalineadas con sus ingresos. Una situación que ya se advertía a inicios de los 2000, pero que nadie dentro de este medio quiso enfrentar con rapidez.

Ver TV hoy es una experiencia individual, fragmentada y multiplataforma. Ergo, los tiempos de los usuarios los manejan ellos y la experiencia de visionado, también. Murió la masividad pasiva de hace quince o diez años y por ello la inversión en avisaje se estancó o decrece en esta industria, mientras en el campo digital se incrementa  exponencialmente.

Ver TV hoy es una experiencia individual, fragmentada y multiplataforma. Ergo, los tiempos de los usuarios los manejan ellos y la experiencia de visionado, también. Murió la masividad pasiva de hace quince o diez años y por ello la inversión en avisaje se estancó o decrece en esta industria, mientras en el campo digital se incrementa  exponencialmente.

El foco de atención de la TV abierta, entonces, radica hoy en grandes eventos deportivos de ocurrencia esporádica en el año, lo mismo que las catástrofes o situaciones de emergencia que a veces nos aquejan. En lo cotidiano, se terminó asentando en el público residual de la tercera y cuarta edad, más los segmentos populares o de bajos ingresos y analfabetos digitales. El resto de las audiencias con mayor valor económico –especialmente los de 25 a 64 años de las clases medias y altas- se fueron a otras plataformas o al streaming y si se asoman aún por la pantalla de los canales generalistas es a ratos en el prime time o muy temprano en las mañanas, antes de salir a trabajar, pero sin grandes expectativas ni fidelidad.

Sinsentido y ocaso de un proyecto útil

Es muy complejo hoy reorientar un proyecto de televisión pública que releve su misión identitaria fundada en los valores democráticos del pluralismo, la inclusión y la representación de nuestra diversidad cultural (con el agregado de entretener, informar, educar audiencias y asumir una amplia gama de géneros, lenguajes y modelos narrativos).

La experiencia indica que los éxitos de los años noventa hasta fines de los dos mil se acabaron. Y con ellos, la idea de canal útil y necesario, el pacto seductor e implícito con las audiencias ciudadanas y no entre meros consumidores de retail; y también su anclaje como organización sana, creativa, talentosa y autosustentable (financiera y corporativamente).

El sentido de lo público se diluyó y fragmentó como si hoy fuera un pez escurridizo, resignificando los múltiples problemas/intereses ciudadanos emergentes. Un espacio público cargado de relatos mediáticos, pero sin que las macronarrativas de antaño que le daban sentido aglutinante -como la política, la religión, las utopías-, hoy tengan un espacio preferente.

El sentido de lo público se diluyó y fragmentó como si hoy fuera un pez escurridizo, resignificando los múltiples problemas/intereses ciudadanos emergentes. Un espacio público cargado de relatos mediáticos, pero sin que las macronarrativas de antaño que le daban sentido aglutinante -como la política, la religión, las utopías-, hoy tengan un espacio preferente.

Por eso, se hace más difícil aún diseñar caminos de salida para TVN. Pero existen. Y no pasan por la pretensión de ser la BBC de Sudamérica, ni imitar a las PBS o cadenas públicas estadounidenses.

Lo primero que se debe terminar es la binominalización o cuoteo preferente del Directorio, como un espejismo de gestión sana y falsa independencia. Desde que se creó la ley que le dio autonomía y autofinanciamiento a esta estación pública, en 1992, TVN fue construyendo un complejo entramado corporativo o modelo de gestión de dualidad de fuentes de legitimidad que se anulan o bloquean.

Todos los directores ejecutivos de TVN hansido nombrados con la venia del gobierno de turno y de al menos cinco de los siete miembros del Directorio del canal (esperando al menos  un trato amable como gesto de reciprocidad).

Una vez iniciada la gestión, cada director ejecutivo de TVN ha tensado su relación con el oficialismo representado en el Directorio y enfrentado duras críticas desde La Moneda, para terminar siendo afirmado en su cargo por los miembros que representan a la oposición política. Así ocurrió con las administraciones de René Cortázar, Pablo Piñera, Daniel Fernández, Mauro Valdés y, ahora, de Jaime de Aguirre.

Una vez iniciada la gestión, cada director ejecutivo de TVN ha tensado su relación con el oficialismo representado en el Directorio y enfrentado duras críticas desde La Moneda, para terminar siendo afirmado en su cargo por los miembros que representan a la oposición política. Así ocurrió con las administraciones de René Cortázar, Pablo Piñera, Daniel Fernández, Mauro Valdés y, ahora, de Jaime de Aguirre.

Salvo el presidente del Directorio de TVN –de exclusiva confianza del Presidente de la República-,los restantes seis integrantes son designados bajo lógica binominal paritaria por el Mandatario, previa consulta al Senado. Ellos duran ocho años en sus cargos, gozando de inamovilidad.

En la práctica, los cupos de este grupo pertenecen –fácticamente- a los partidos políticos UDI y RN, más independientes  afines a la derecha y al PDC, PS y PPD, más independientes afines a la exconcertación. Estas colectividades sugieren o son consultadas antes que La Moneda presente formalmente los nombres a ser votados en la Cámara Alta.

Para ser propuestos a integrar el Directorio de la señal pública no se requieren competencias específicas dentro de la industria, sino pertenecer o tener redes dentro de las élites vinculadas con estos mundos. Tampoco se establecen límites generacionales, lo que hoy se traduce en que el promedio de edad de los actuales directores sea cercano a los 65 años, con varios sobre 70 y los más jóvenes ya tienen 55. Es decir, formados bajo modelos narrativos y lógicas industriales imperantes en lo que Umberto Eco solía denominar paleotelevisión.

La crisis estructural y la muerte de este TVN –no del que viene- asienta su agonía presente en el autoengaño discursivo, el despilfarro y precarización de recursos, más la crisis de talento. En la persistencia de creer que aún es el canal relevante y enorme de los años noventa, y en que para todo el mundo político chileno es un valor que el Estado tenga medios de comunicación (sean diarios, radios, webs y, particularmente canales de TV).

¿Podrán desde allí salir acciones certeras y comprensivas del presente/futuro de una industria audiovisual resignificada, de nuevos códigos de realización y diálogo con las audiencias, de múltiples formas de consumo y relatos, en donde las tecnologías digitales convergentes marcan los destinos y los resultados del ecosistema medial?

Qué nos queda

La crisis estructural y la muerte de este TVN –no del que viene- asienta su agonía presente en el autoengaño discursivo, el despilfarro y precarización de recursos, más la crisis de talento. En la persistencia de creer que aún es el canal relevante y enorme de los años noventa, y en que para todo el mundo político chileno es un valor que el Estado tenga medios de comunicación (sean diarios, radios, webs y, particularmente canales de TV).

Por ello,el actual modelo muerto de TVN conlleva en su esencia una serie de contradicciones ineludibles para su sana refundación:

Acabar la binominalización arcaica de su directorio y la ausencia de requisitos de competencias profesionales específicas para quienes sean propuestos para integrar este consejo directivo. Esto permitirá acabar con el mesianismo errático y soberbio de las fallidas administraciones de las últimas dos décadas, destinadas a velar por la presencia en pantalla de sus correligionarios, más que entender el fondo de su rol.

Asumir que la independencia política de TVN es irreal, cuando no un absurdo que atenta contra su esencia como medio público. Por ser un medio Estatal es irrenunciablemente político y sus máximas autoridades del directorio y la dirección ejecutiva se designan por criterios discrecionales de confianza política y no necesariamente por mérito. Consensuar quiénes son sus reales dueños y cómo se encarna o cumple este mandato, de forma transparente y clara ante la ciudadanía.

Resignificar claramente el valor de lo público para las audiencias televisivas/audiovisuales/multiplataformas nacionales, así como para la ciudadanía en su conjunto. Un esfuerzo que además implica desentrañar sueños, esperanzas, rabias, expectativas, desconfianzas, prácticas de abusos, y cualquier eje complejo que articula la vida social contemporánea (le disguste a quien sea; de élite o no, con poder o sin él).

Superar la constante desconfianza lógica y natural de los sectores de derecha –incluidos los que forman el Directorio de TVN- respecto del valor de lo público cuando un Estado posee medios de comunicación. Y sepultar el arcaico sentido de “culturoso” vinculado con la izquierda concertacionista de los noventa, que han encarnado y defendido los directores de esa sensibilidad, asociados al Chile de los consensos, que niega la dimensión actual de esta nueva ciudadanía, cada vez más bárbara e inestable.

Asumir que la independencia política de TVN es irreal, cuando no un absurdo que atenta contra su esencia como medio público. Por ser un medio Estatal es irrenunciablemente político y sus máximas autoridades del directorio y la dirección ejecutiva se designan por criterios discrecionales de confianza política y no necesariamente por mérito. Consensuar quiénes son sus reales dueños y cómo se encarna o cumple este mandato, de forma transparente y clara ante la ciudadanía.

Pero renacer desde un camino que hoy tiene TVN dentro de su propia estructura, asentarse en el canal 24 Horas Noticias, ampliando su arco programático, pero redefiniendo su sentido de servicio desde la información a la ciudadanía y un periodismo de impacto, con calidad, diverso e independiente en su línea editorial.

Definir criterios claros de funcionamiento como multimedio público y no solo como canal de TV, fundamentalmente anclándose a la información, la actualidad, los debates y la investigación periodística relevante y de impacto. Es decir, dejar de competir mal y sin recursos en espacios de entretención que son dominados hoy por capitales privados mucho más fuertes y preparados para invertir recursos en estrategias de competencia dentro de industrias que buscan rentabilidad más que atender a audiencias ciudadanas.

Resolver el término del proyecto televisivo que conocimos hasta hoy y que fue masivo en décadas pasadas, cuando la cantidad de actores, la inversión publicitaria disponible y las audiencias permitían solventar el modelo. Pero renacer desde un camino que hoy tiene TVN dentro de su propia estructura, asentarse en el canal 24 Horas Noticias, ampliando su arco programático, pero redefiniendo su sentido de servicio desde la información a la ciudadanía y un periodismo de impacto, con calidad, diverso e independiente en su línea editorial. Ese es su nicho natural en un ecosistema de medios cada vez más privado y de actores más concentrados.

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