Revisión necesaria a 80 años. El pacto de no agresión Germano – Soviético (Agosto de 1939)

por La Nueva Mirada

Por Mario Silberman
Ex Embajador de Chile en la Federación de Rusia

El historiador Joaquín Fermandois, cuya obra admiro y respeto, recuerda en un artículo de prensa el 80 Aniversario de este Pacto al cual califica certeramente como “funesto”. Por su enorme influencia sobre los hechos vale la pena agregar algunas consideraciones.

La foto de Stalin sonriente observando junto a Von Ribbentrop el momento en que firma Molotov es un clásico.

Desde mucho antes de subir al Poder como ReichsKanzler, Adolfo Hitler venía identificando a la Unión Soviética como el enemigo principal de Alemania y anunciando su misión de destruirla. Por su lado la URSS y los partidos comunistas, socialistas y afines alertaban sin pausa contra el nazi-fascismo. Con más fuerza luego de la Guerra Civil en España. Por ello la noticia del Pacto sorprendió a la opinión pública mundial, aumentó bruscamente la ansiedad en Europa, alarmó a la Administración Roosevelt, y produjo desazón y desconcierto en las filas de izquierda. La foto de Stalin sonriente observando junto a Von Ribbentrop el momento en que firma Molotov es un clásico.

¿Cómo era posible que la “patria de los trabajadores”, sin importar los costos éticos, llegara a un acuerdo tan transcendente con éste, el mayor enemigo de la humanidad?

 Recordemos que a la fecha Alemania ya se había anexado Austria y los Sudetes e invadido Bohemia y Moravia provocando la caída bajo su dominio de toda Checoslovaquia, demandando nuevos territorios y perturbando la paz en todo el continente. ¿Cómo entonces se llegó a ésto? ¿Cómo era posible que la “patria de los trabajadores”, sin importar los costos éticos, llegara a un acuerdo tan transcendente con éste, el mayor enemigo de la humanidad? Costó años contar con el cuadro completo, pues luego de la invasión nazi la Unión Soviética fue pieza fundamental del campo aliado. Y como anota J. Fermandois, el tema, por incómodo, se eludió durante años. Respecto al Pacto se han escrito ríos de tinta, preguntas, repulsa, y hasta justificaciones. Hagamos un zoom a la atmósfera internacional en la cual se gestó.

Respecto al Pacto se han escrito ríos de tinta, preguntas, repulsa, y hasta justificaciones. Hagamos un zoom a la atmósfera internacional en la cual se gestó.

El rápido rearme de Alemania a partir de 1933 era un secreto a voces. Y aunque las sucesivas notas diplomáticas de Francia e Inglaterra insistiendo en el respeto al Tratado de Versalles generalmente no era respondidas por Berlín, dichas potencias, frescas aún de los millones de muertes y destrucción de la Gran Guerra, deseaban conservar a toda costa la paz en Europa. Ello requería de mostrarse unidas, hacer funcionar los acuerdos vigentes y en especial la Liga de las Naciones, y contar con la más amplia alianza de países que compartieran ese anhelo pacifico.  Estados Unidos por su parte apoyaba entusiasta, de modo de nunca más verse involucrado en resolver los problemas europeos que la abrumadora mayoría de la opinión publica consideraba ajenos, y tenían suficiente con los esfuerzos por superar la reciente Gran Depresión.

En esas circunstancias el Primer Ministro Chamberlain llevó a cabo una activa diplomacia para asegurar la paz. Difícil tarea frente a los desplantes cada vez más agresivos de Hitler, cuyo principal caballo de batalla político era borrar “la afrenta” del mencionado Tratado de Versalles que “había humillado y empobrecido a Alemania”, por entonces la nación más avanzada científica y tecnológicamente del mundo.

Maxim Litvinov, visitó varias veces Londres y Paris, expresó su apoyo a Checoeslovaquia, protestó en la Liga de las Naciones junto a la delegación china por la invasión japonesa, pero no fue considerada para Münich por la lógica de desconfianza de las grandes metrópolis hacia el experimento comunista al cual temían.

En ese empeño de los aliados, y luego de largas negociaciones, con frecuencia ensombrecidas por hechos consumados del régimen nazi, tuvo lugar la firma del Pacto alcanzado en la Conferencia de Múnich en septiembre de 1938 por el cual se le cedió a Alemania la región checoslovaca de los Sudetes, de habla alemana y se le aprobaron varias otras concesiones. Los firmantes fueron Alemania, Italia, Gran Bretaña y Francia. A Checoslovaquia no se la invitó. Tampoco a la Unión Soviética, que inmersa en su inédita transformación social abominaba de cualquier atisbo de conflicto armado. Su entonces Comisario (Ministro) del Exterior, Maxim Litvinov, visitó varias veces Londres y Paris, expresó su apoyo a Checoeslovaquia, protestó en la Liga de las Naciones junto a la delegación china por la invasión japonesa, pero no fue considerada para Münich por la lógica de desconfianza de las grandes metrópolis hacia el experimento comunista al cual temían.

La política de apaciguamiento como se la denominó, constituyó un gran triunfo político para Neville Chamberlain. Su regreso a Londres fue saludado por multitudes en las calles. Se había evitado la guerra, Inglaterra y Europa vivirían en paz.

Como se sabe ese sueño duró poco. Hitler retomó pronto la política de expansión y terminó apoderándose de Checoeslovaquia. Los alemanes adherían en apoteósicas manifestaciones vigiladas por las jóvenes guardias armadas del Partido de la Cruz Gamada. Renacía el poder de la Patria reivindicando un concepto nuevo, su derecho al Espacio Vital para el pueblo alemán o Lebensraum. Sin éste Alemania no podía concretar la gloria que le correspondía por un auto asignado derecho divino inventado por su Führer. La obtención de los Sudetes desató apetitos nuevos en todas aquellas regiones donde vivía población de origen alemana como Polonia y Hungría. Y su vez estas iniciaron maniobras para “recuperar” territorios que Versalles asignara a otros vecinos.

Tan espesa atmósfera multiplicó los esfuerzos diplomáticos. Se sucedían reuniones de urgencia, Alemania y Japón se retiraron de la Liga que devino en inútil. Los tambores empezaban a resonar, y hasta Lord Halifax, el compañero de apaciguamiento de Chamberlain le aconsejó rearmar por fin a Inglaterra, pero sin convencerlo. Los partidarios de construir un acuerdo que incluyera a la inmensa URSS, acuerdo que Stalin también buscaba pues no estaba preparado para enfrentar otra vez a Alemania a manos de la cual el imperio ruso había perdido en la guerra anterior, no prosperaron.  En tanto Hitler, Speer y Göering no perdían tiempo y armaban una formidable máquina de guerra.

Las afiebradas negociaciones están documentadas en dos minuciosos tomos llamados “Gody krizisa 1938 – 1939” desclasificado más de 60 años después como suelen hacerlo las grandes potencias, y editado por el Ministerio de Asuntos Extranjeros de la URSS. Allí se da cuenta de las gestiones y la difícil misión que le tocó en esos dos años cruciales a Georgy Astajov, Plenipotenciario soviético en Berlin (no había embajador). Así como el cruce de conspiraciones, reivindicaciones territoriales e interminables vaivenes políticos en cada uno de los países envueltos en la tormenta a punto de estallar. Es documentación poco tratada, a agregar a la abundante producida en occidente.  

Francia y en especial Inglaterra siguieron desconfiando, en especial Churchill, coqueteando con la posibilidad que la Wehrmacht y la Luftwaffe hicieran la tarea que no se logró en 1920 contra el Ejército Rojo y terminaran con el experimento comunista. 

Stalin estaba en posición precaria, la economía planificada por fin empezaba a ver la luz y requería de consolidarse. Las feroces purgas del año anterior habían terminado con la vida de científicos y directivos de industria eminentes, así como de parte significativa de sus generales y almirantes. Francia y en especial Inglaterra siguieron desconfiando, en especial Churchill, coqueteando con la posibilidad que la Wehrmacht y la Luftwaffe hicieran la tarea que no se logró en 1920 contra el Ejército Rojo y terminaran con el experimento comunista.  Urgido de maquinaria y equipos industriales y agrícolas Stalin firmó el 19 de agosto de 1939 un acuerdo económico que estipulaba que Alemania entregaría productos manufacturados a cambio de materia prima soviética, petróleo, minerales, carbón, justo lo que Hitler necesitaba. Este primer acuerdo pudo haber molestado en Europa, pero no levantó protestas mayores. Ni tampoco, como esperó la URSS, generó el acercamiento con Francia e Inglaterra.  En esas circunstancias es que dias después se produce la firma del Pacto de no Agresión, el 23 de agosto. Indefendible para la izquierda mundial que se dividió entre justificar su necesidad táctica y el horror por pactar con tal enemigo, que entre otras, estaba exterminando físicamente a los comunistas y socialdemócratas alemanes en cárceles y campos de concentración. Además sus cláusulas secretas permitieron el reparto de Polonia, y el derecho de los soviéticos a anexarse los países bálticos y la Besarabia, a más de la invasión de Finlandia que se defendió pero igual perdió territorios y terminó de alinearse en el campo nazi por el resto de la guerra.

Indefendible para la izquierda mundial que se dividió entre justificar su necesidad táctica y el horror por pactar con tal enemigo, que entre otras, estaba exterminando físicamente a los comunistas y socialdemócratas alemanes en cárceles y campos de concentración.

¿Para qué le sirvió desde el punto de vista estratégico el Pacto a la URSS? ¿Por qué lo firmó? Son las grandes preguntas históricas. Se sabe que pese a cierta ingenua convicción de Stalin que Hitler lo respetaría (se cuenta de su sorpresa en 1941 cuando la invasión nazi), el país ganó un tiempo precioso para su rearme, para trasladar las industrias básicas y sensibles más allá de los Urales, y para rehacer sus fuerzas armadas y modernizarlas. Al mismo tiempo desplazó a la población de origen alemán hacia Kazajstán, tanto para evitar que fuesen incorporados a las filas alemanas en caso de invasión, como por desconfianza a una posible quinta columna, al modo de Roosevelt con los japoneses- norteamericanos internados después de Pearl Harbor. Lo mismo hizo la Unión Soviética con parte de la población judía de Polonia, llevando a  salvo a miles a su territorio asiático y a muchos hasta territorio neutral chino, específicamente al puerto de Harbin. Algunos de esos refugiados llegaron luego de la guerra a Chile, estudié junto a sus hijos aquí en Santiago.

Lo mismo hizo la Unión Soviética con parte de la población judía de Polonia, llevando a  salvo a miles a su territorio asiático y a muchos hasta territorio neutral chino, específicamente al puerto de Harbin. Algunos de esos refugiados llegaron luego de la guerra a Chile, estudié junto a sus hijos aquí en Santiago.

Nadie podría negar que el Pacto cuyos 80 años se recuerdan causó enormes sufrimientos y consecuencias negativas.  Luego de conocerse a fondo la realidad del Holocausto y de los Campos de Concentración, el exterminio y la crueldad ejercidas por los nazis, este Pacto se resignificó aún mas en lo funesto de sus secuelas.  La Historia no lo absolvió. Nunca lo hará, sean cuales fueren las circunstancias en que se dio.

Luego de conocerse a fondo la realidad del Holocausto y de los Campos de Concentración, el exterminio y la crueldad ejercidas por los nazis, este Pacto se resignificó aún mas en lo funesto de sus secuelas.  La Historia no lo absolvió. Nunca lo hará, sean cuales fueren las circunstancias en que se dio.

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