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Era el arma preferida de los poetas malditos
para jugar a la ruleta rusa.
Era la que disparó aquel bastardo
para asesinar a John Lennon en Nueva York.
También la que usaba al cinto Hemingway
cuando recorría las calles de La Habana.
Era la que escondía Mata Hari
como un tesoro bajo sus faldas.
Es la que voy a usar cuando me encuentre
en un callejón sin salida.