Stella Díaz Varín: más allá de las anécdotas

por Francisco J. Zañartu. G

“Era la Edith Piaf de la poesía

una que canta desnuda

 y se lanza con todo».

Raúl Zurita.

La poeta que quería ser siquiatra

 Cuenta la historia que una noche de la década del 80, un joven que bebía en el bar “Unión chica” al ver a Stella Díaz Varín (1926-2006) preguntó, ¿quién es esa vieja borracha? Eso fue lo último que pudo recordar, pues en ese mismo instante la poeta, nacida en La Serena, le propinó una serie de puñetazos que lo botaron al suelo y le hicieron perder la conciencia. 

 Mitos sobre esta poeta hay muchos. Le decían, “la colorina”, “la poeta punk”, “la Bukowski chilena” y “la poeta boxeadora”, sin embargo, a pesar de la infinidad de nombres, el estudio sobre su obra ha sido escasísimo.

Algu nos datos sobre su biografía dicen que en 1947 llegó a Santiago a estudiar medicina con las intenciones de ser siquiatra, sin embargo, se encuentra con Lihn, Tellier, Oyarzún y Donoso, se olvida de la siquiatría, se posiciona como escritora y se transforma en la única mujer de la generación del 50. Este oficio la acompaña hasta que se fuma su último cigarro y va al hospital, acompañada de la escritora Claudia Donoso, sabiendo que no saldrá viva. 

Desde este oficio hace oír su voz: 

Yo creo que deberíamos preocuparnos un poco de que el poeta deje de ser una especie de ser mítico, alado y peregrino. El poeta es un ser humano con familia, con necesidades biológicas y necesidades de todo tipo, al que nadie le da boleto en este país (…) por lo menos me gustaría que el hombre creador tuviera una base y una mínima seguridad de vida para que pudieracseguir creando«.

Stella no solo habla del oficio, sino que desde ahí define su lucha. En el poema “La Palabra” de 1992 declara:

“Una sola será mi lucha

y mi triunfo;

encontrar la palabra escondida

aquella vez de nuestro pacto secreto

a pocos días de terminar la infancia.

Debes recordar

dónde la guardaste

Debiste pronunciarla siquiera una vez…

Ya la habría encontrado

pero tienes razón ése era el pacto.” 

 No cabe duda que aquella voz resuena como una mosca en el oído del ambiente literario y con ella se hace lo mismo que con todos quienes molestan: se los obvia, la academia los salta, se habla de la vieja borrachita buena para los combos, sin embargo, con el tiempo, su ronca voz recibe seguidores en un banco de la Villa Olímpica. 

 La primera que estudió la obra de Stella Díaz Varín y la sacó de nuestro país fue la ensayista mexicana Claudia Posadas (1970), quien en “Vindictas Poetas Latinoamericanas no. 7. Material de Lectura”, UNAM concluye:


“la poesía de Stella, al igual que gran parte de la poesía latinoamericana de aquel tiempo,​​ se nutre de las vanguardias europeas y adquiere visos neorrománticos de los simbolistas y surrealistas franceses, y de los poetas malditos, aunque, en su caso, bajo un universo propio, conformando una poética incluso de corte gnóstico, muy distinta a la de sus contemporáneos, quienes navegaban en una poesía urbana y lárica, ​​ por lo que no fue entendida en su magnitud.”,​​ (2023)​

El trabajo realizado por esta ensayista se centra en el corte simbolista y existencialista de la autora chilena. “Llegaremos a amar la contextura de Dios/tan difusa/tan perfecta como tus pequeños ídolos” (Ven de la luz, hijo)

 Otros que han estudiado su voz son el académico y antologador de la poesía chilena Naín Nómez, (1942) ​​quien declara que Díaz Varín es “continuadora creadora de la gran tradición poética de las vanguardias (…) [y] como una precursora fundamental también se destaca que esta obra ha sido releída por la academia feminista​​ chilena por la crítica y los jóvenes poetas de su país.”

Por su parte, en el documental “La colorina” (2008) de Fernando Guzzoni el poeta chileno Alejandro Jodorowsky, declara que Stella es la más grande de las artistas chilenas y lo reafirma diciendo: “La Gabriela Mistral, no le llega ni a los zapatos”

Una vida marcada por momentos difíciles

 La poeta, hija de un relojero de La Serena, se transforma en un ícono de la escritura chilena de la segunda mitad del siglo XX. Sus compañeros de generación ponen sus ojos en ella y Enrique Lihn (1929 – 1988) escribe: 

Sola contra el mundo, no es una metáfora cualquiera en el caso de Stella Díaz Varín, en su obra converge la poesía vanguardista en la línea del surrealismo y la voz de la mujer-sujeto-creadora como eje articulador de ciertos rasgos de la poesía moderna como un ser distinto que apunta a transformar el sistema.

Ella es una mujer-poeta disidente y su poesía puede inscribirse en el ámbito de la poesía moderna siguiendo los parámetros estudiados por el premio Nobel, Octavio Paz.

 La poeta fue violada y además se le murieron tres hijos. Sólo contrajo matrimonio una vez en su vida, con el arquitecto Luis Viveros y se involucró sentimentalmente con Nicanor Parra, quien le dedicó su poema “La víbora” (1954)


Porque cierta vez en que yo me encontraba en una plaza también
Posando frente a una cámara fotográfica
Unas deliciosas manos femeninas me vendaron de pronto la vista
Mientras una voz amada para mí me preguntaba quién soy yo.
Tú eres mi amor, respondí con serenidad.
¡Ángel mío, dijo ella nerviosamente,
Permite que me siente en tus rodillas una vez más!

 

En su primer libro “Razón de mi ser”, 1949, profundizó en temas como la muerte, la soledad y el reconocimiento a la condición femenina. Luego en 1953, lanzó “Sinfonía del hombre fósil”, “Tiempo, medida imaginaria” (1959) y “Los dones previsibles” (1992), por este último libro recibió el Premio Pedro de Oña en 1986.

Su postura política la llevó a que junto a Enrique Lafourcade y Enrique Lihn se tatuara una calavera en el brazo, como “pacto” para dar muerte al presidente González Videla, quién prohibió el Partido Comunista (PC) mediante la Ley Maldita en 1948.

La vida de esta escritora no fue fácil, durante la dictadura de Augusto Pinochet, ella se expresaba abiertamente a favor del PC, por lo que su vivienda fue allanada luego detenida y torturada, además fue arrollada por un vehículo que vigilaba su casa, lo que la dejó sin dientes y con fracturas. A pesar de lo anterior fue expulsada del Partido Comunista, acusada de espía. El escritor, Premio Nacional de Literatura y militante comunista José Miguel Varas (1928 – 2011), declara en el documental de Guzzoni que aquello fue una estupidez estalinista y que Neruda la defendió. 

 Hoy, a casi 20 años de su muerte, la obra de esta mujer dispuesta a cambiar el sistema está siendo re-estudiada y reivindicada por diversas escritoras como Soledad Fariña, Claudia Donoso, Violeta Guiraldes y la fallecida Malú Urriola.

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