Tiempo recobrado, tiempo futuro. Por Luis Marcó

por La Nueva Mirada

En días previos a la elección de segunda vuelta presidencial me preguntaba en qué se traducía el nexo de Boric con la ex Concertación, cómo podía articularse esta izquierda emergente con aquella de los denominados “30 años”. El ejercicio podía apuntar a una suerte de “reconciliación” con componentes etarios e ideológicos, una especie de carrera de postas en que el expresidente Ricardo Lagos entregaba el “testigo” a un Gabriel Boric cada vez más “centrista”. Al parecer esa imagen entusiasmó a varios analistas que se apresuraron a destacar que los 30 años no estaban muertos, que eran los grandes ganadores de esta segunda vuelta y otras sentencias similares. Parecía que la larga historia de desencuentros entre frenteamplistas y ex Concertación se borraban de un plumazo, todos felices al punto que se abonaron incluso hipótesis sobre el perdón del padre hacia el hijo y viceversa, idea promovida especialmente por Eugenio Tironi.

Sin embargo, a medida que ahondaba en este reencuentro fueron apareciendo señales más complejas que engarzaban con mis propias dudas. Entre ellas que el destino de “abuenarse” dependía del triunfo de Gabriel Boric en segunda vuelta, de otro modo era muy probable que cada sector pusiera paños fríos al asunto y volviera cada cual a lo suyo. La razón es simple: en esto nada tuvieron que ver los partidos de ambos lados. El propio Lagos lo precisó en una entrevista al señalar que, hace un tiempo, aceptó asistir a una comida en casa de Patricio Fernández donde conocería a Gabriel Boric y que esto no lo consultó ni siquiera con sus más cercanos…sus razones habrá tenido. 

Un segundo aspecto de este acercamiento puede ser más discutible, pero creo que merece tratarlo. A medida que avanzaba la segunda vuelta el “entusiasmo” de aquella izquierda fundadora de la Concertación fue creciendo. Un apreciado amigo de esa generación lo resumía muy bien: habiendo pasado Kast a segunda vuelta, y teniendo la experiencia de lo que fue la dictadura, es inevitable aquello de que “el que se quemó con leche una vez, ve una vaca y llora”. Terminaba agregando que “como comprenderás, no puedo estar más lejos de Kast”. Este factor de base, el “anti-kastismo”, sumado al crecimiento y maduración de Boric en su discurso, fueron facilitando la cosa. Aunque también sumaba mucho la cercanía de más larga data con el candidato, de Luis Maira y otros actores políticos ligados al antiguo PS. Todo esto contribuyó a que se fuese instalando un factor existencial, a saber, que aquella generación que venía con Allende y partió al exilio, al parecer encontró su alter ego en Boric y algunos de estos jóvenes, ese fenómeno estaba completamente ausente en mi generación.

Para muchos de los que estamos en el rango de los 50 a 60 años la cosa resultaba menos “romántica” y se cruzaba con varias consideraciones políticas y prácticas. Por una parte, la falta de perspectiva histórica de esta izquierda emergente, reemplazada por el predominio de discursos identitarios que a estas alturas tiene a muchos de mi generación un tanto saturados. Una cuestión que nada tiene que ver con reivindicar a la ex Concertación, sino entender que cada tiempo tiene sus complejidades. Así, por ejemplo, bastaría recordar que cuando ganó Lagos la Presidencia enfrentó una campaña apuntada a que un socialista no sería capaz de dar gobernabilidad ni menos terminar el mandato. Las dudas, promovidas desde las principales líneas editoriales, fueron un test casi permanente para ese gobierno. Tanto así que, hacia el final del mandato, Lagos reconoció que pensaba que su principal problema iban a ser los militares y terminaron siendo las asociaciones empresariales. Una persona muy interiorizada de la política en ese entonces me comentaba: “la derecha lo tiene todo en este país, menos el gobierno”.

Una acotación que exime en parte la poca relevancia de la perspectiva histórica en el FA es el hecho que la transición se volviera interminable. Creo que prácticamente cada presidente tuvo un acto o ceremonia en que daba por cerrada la transición. Por su parte, los recurrentes artículos sobre el tema eran muy reveladores que nadie tenía la película clara. Esa anomalía terminó en una pérdida de sentido, de proporcionalidad que, si para uno es difícil de asimilar viviendo de cerca el fenómeno, para los jóvenes se vuelve insuperable.

Fuera del paréntesis anterior y volviendo a las dudas de los cincuentones, había también recelo por las posiciones maximalistas que venían tanto del PC como de frenteamplistas. Una de ellas caló hondo y era la promesa de inestabilidad para el país, algo así como: vamos a tirar al traste todo lo anterior. Es cierto que los más optimistas vieron en esto un chascarro, pero ya se sabe cómo pesan después las retroexcavadoras y otras maquinitas del estilo. Como sea, con el resultado de esta elección pasamos a ser la generación “jamón del sándwich”.Aquella que vive una tensión entre el sentido político y los desafíos de la vida que, frecuentemente, van de la mano de empezar a sostener a los padres o abuelos sin haber terminado con la independencia de los hijos, todo esto cuesta arriba durante la pandemia. Una debacle económica, el ensayo y error en un futuro gobierno, a estas alturas de la vida, nos dejaría con pocas opciones para reinvenciones o reinicios. Como dicen los españoles “te pilla en descampado” y en eso las promesas de un mundo mejor no tienen la misma fuerza ni la misma épica.

Es claro que estas dudas no tenían solución a la hora de definir el voto. En lo personal creo que la campaña majaderamente odiosa de Kast, replicando la línea trumpista de anticipar dudas sobre el resultado de la elección contribuyó a ir a votar y finalmente apoyar a Boric. Asimismo, hay que reconocer que Gabriel Boric creció en esta campaña y logró hacerse acreedor de un voto de confianza que, en términos prácticos hoy representa más de la mitad de su electorado. Esto si asumimos que su fuerza política dura estaría en el 23% de primera vuelta.

Descrito lo anterior pareciera evidente que el capital político del Presidente electo solo es comparable a Bachelet en su mejor momento. Su discurso de triunfo fue equilibrado y deja ver que comprende los desafíos y dificultades que le tocará enfrentar, ojalá que su sector lo entienda así también. No quisiera dejar pasar en este análisis, a propósito de los elencos de Boric y la cosa generacional, una reflexión que hizo Lagos al señalar cómo los jóvenes comienzan a irrumpir en la política en el mundo. El expresidente explica esto mencionando dos puntos a lo menos: en la sociedad digital hay que aplicar pensamiento digital y frente al cambio climático y la disrupción tecnológica hay que tener respuestas nuevas. Reconozco que lo del pensamiento digital es algo que no logro dimensionar en profundidad, pero intuyo que algo de eso hay en la manera que el comando de Boric fue neutralizando la anti – campaña y los fakes news de la ultraderecha. Un problema creciente y que, al parecer, llegó para quedarse.

Para terminar, ya dejando de lado las cuitas de la existencia, permítanme una divagación literaria sacada de El Tiempo Recobradode Marcel Proust, y que me parece da cuenta como los cambios nos acompañan siempre, quizás de manera imperceptible, ya sea en los viejos rostros o en los que creemos nuevos.

“Verdad, aun ese cambio externo en las caras que conociera no era más que el símbolo de un cambio interior que se efectuara día tras día. Quizás la gente hubiera continuado haciendo las mismas cosas, pero día tras día, la idea que se hacían de ellas y de los seres que frecuentaban y tenían alguna vida, al cabo de algunos años y bajo los mismos nombres eran otra cosa, otra gente a la que amaban y como se habían convertido en otras personas, hubiera resultado asombroso que no tuvieran nuevos rostros”.

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