TVN: Gatopardo y Déjàvu

por La Nueva Mirada

Por LUIS BREULL

Podría ser parte de un mal sueño o pesadilla paramnésica que procesa las vivencias del presente como si se tratara de sucesos ya ocurridos. O bien un satánico carrusel de thriller facilista, tipo películas de tercera clase, como insumo programático de bajo costo para canales pequeños o a punto de morir. Podría ser también solo un exabrupto retórico o lingüístico -o un nuevo acto fallido- del Presidente de la República, en el marco de un programa de pseudo entretención de actualidad. Y quizá también no nos equivocaríamos si simplemente lo asociáramos a mala fortuna.

La suerte de Televisión Nacional de Chile -cuya extensa crisis que se incubó hace casi una década y estalló casi cinco años atrás-, puede ser eso y más. Una experiencia repetida que corre serios riesgos de caer en el gatopardismo. Es decir, que desde el mundo del poder se trate de cambiarlo todo de una vez, impelido por la angustia, la desolación y la histeria del presente. Para dejarlo todo igual.

Una experiencia repetida que corre serios riesgos de caer en el gatopardismo. Es decir, que desde el mundo del poder se trate de cambiarlo todo de una vez, impelido por la angustia, la desolación y la histeria del presente. Para dejarlo todo igual.

Desde que Francisco Orrego renunció a la presidencia del directorio, y Jaime De Aguire a la dirección ejecutiva, este mes volcó a la agenda mediática, de forma reiterada, el debate de contar con un canal de televisión público en Chile o simplemente venderlo por su desastrosa gestión financiera y de pantalla (indiferenciada, derruida en creatividad, chabacana y anacrónica).

Por eso, comprender la discusión al interior de la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados sobre la crisis de TVN no es más que un ejercicio parafernálicamente inútil. Porque –ritos y meses de trabajo mediante- dejará las piezas de este puzzle algo revueltas, pero al arbitrio de los mismos cerebros y grupos que lo llevaron a su deplorable deterioro patrimonial y de sentido. Sin autoridad para establecer sanciones, sino solo hacer lobby con el Gobierno respecto del tenor de los cambios que se diseñen.

De otro modo no se entiende que para los congresistas haya sido más importante constituir esta comisión por las filtraciones del contrato y sueldo de De Aguirre y no por las pérdidas financieras equivalentes a casi tres veces el pacogate, gestadas bajo la indolente e incapaz gestión de Ricardo Solari en la presidencia del directorio (con cuatro directores ejecutivos entre el 2014 y 2018).

¿Por qué quedaría todo igual?

Porque se ha puesto en entredicho el criterio binominal –ex concertación y Chile Vamos- para nominar a los máximos cargos de TVN, bajo el argumento que se requiere ahora el aval de la Alta Dirección Pública y del Servicio Civil, dependientes del ministerio de Hacienda. Pero bajo este análisis se omite que si se chequea quiénes integran en su mayoría el consejo de estos organismos -salvo excepciones- responden a la tecnocracia política de los mismos pactos. Una vuelta de tuerca más para que los mecanismos de selección pasen por el mismo cedazo.

Por todo lo anterior parece que se está construyendo una nueva falacia discursiva caricaturesca -o strawman- para seguir mediatizando el debate sobre TVN de forma interesada. Pero sin afrontar que el sentido de una televisión pública no lo da únicamente su forma de financiamiento o la tecnocracia política de la élite que ocupe sus máximos puestos. Menos los votos que se requieran para nominar y remover a sus responsables.

También cabe cuestionarse si los máximos ex ejecutivos de TVN o miembros de su directorio no cumplirían con ganar un proceso de postulación del sistema de Alta Dirección Pública. Lo más probable es que tanto el abogado Mauro Valdés, la periodista Carmen Gloria López, la ingeniera comercial Alicia Hidalgo y el propio Jaime De Aguirre hubieran pasado la selección sin ningún problema. Esto suponiendo que estuvieran disponibles para postular a estos cargos como concurso y no como invitación personal. Lo mismo ocurre al revisar los pergaminos de los ex miembros del directorio.

Por todo lo anterior parece que se está construyendo una nueva falacia discursiva caricaturesca -o strawman- para seguir mediatizando el debate sobre TVN de forma interesada. Pero sin afrontar que el sentido de una televisión pública no lo da únicamente su forma de financiamiento o la tecnocracia política de la élite que ocupe sus máximos puestos. Menos los votos que se requieran para nominar y remover a sus responsables.

Justificar una TVN 3.0 debe asentarse en la claridad de la política pública que le da sentido a un medio de comunicación de alto alcance y de propiedad del Estado. Sobre todo en tiempos de altos niveles de concentración de propiedad mediática privada y cohabitación de múltiples intereses cruzados con los medios de comunicación y otros negocios.

Justificar una TVN 3.0 debe asentarse en la claridad de la política pública que le da sentido a un medio de comunicación de alto alcance y de propiedad del Estado. Sobre todo en tiempos de altos niveles de concentración de propiedad mediática privada y cohabitación de múltiples intereses cruzados con los medios de comunicación y otros negocios.

Una época de fuerte deterioro del periodismo masivo de excelencia y de cambios profundos en la manera que la sociedad se percibe a sí misma, se comunica, demanda información, reclamando por condiciones de vida digna y de disfrute del ocio más segmentado y de calidad.

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