Santiago Amable
Fue la mañana de uno de los últimos días de junio, cuando nos juntamos, muchos sin conocernos, en una elegante iglesia de Vitacura, a despedir a una mujer extraordinaria: María Elena Ducci.
Arquitecta, urbanista, generosa y acogedora como pocas, mostró y demostró en cada una de sus acciones su forma de vivir la ciudad. A muchos nos hizo entender que esta es un libro que se lee todos los días, donde podemos encontrar nuevas páginas, anónimos significantes y maravillosos significados. Recuerdo haber leído – motivado por ella – “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino y haber compartido la emoción de recorrer cada una de sus páginas. Esta constante lectura y re- lectura de la ciudad la demostró en su participación en Ciudad Viva y Santiago Amable, donde expuso dos de sus características axiales: la entrega y la creatividad.
Aquella mañana de junio, muchos evocamos la alfombra de flores que construyó, junto a otros, en la Avenida La Paz y Matucana durante los eventos de Santiago Amable. Como recordara Pelagia Rodríguez en su despedida: “… la alfombra de flores en Avenida La Paz y en la calle Matucana fueron un sello indiscutible de su capacidad de entrar en nuestra aventura y hacerla propia…”
Como todo texto, la ciudad tiene significados polisémicos y cada lector su propia lectura. Rolland Barthes dice que los signos son comunes y que a estos hay que sumarles la historia propia de cada lector. María Elena Ducci, hace lo propio con la urbanización en nuestro país. En su artículo “Chile: el lado obscuro de una política de vivienda exitosa” publicado en la revista Eure, de la Pontificia Universidad Católica Chile, expone:
“En estos momentos las sociedades «avanzadas» o industrializadas están intentando recuperar artificialmente algunos elementos, los que ahora se consideran fundamentales para el mejoramiento de la calidad de vida en las ciudades. Valores como la vida familiar, la solidaridad, el trabajo comunitario, los que parecen ser «espontáneos» en las sociedades más pobres, han sido perdidos en los países ricos y se están perdiendo a pasos agigantados en Chile.” (1997 – págs. 99/115)
Más adelante, en el mismo artículo, la autora plantea la discriminación al interior de
las ciudades.
“La creación de nuevos «ghettos» El concepto de ghetto corresponde originalmente al barrio o parte de la ciudad donde se obligaba a los judíos a vivir. En la época moderna se aplica al barrio o/ zona central de la ciudad donde vive cualquier grupo minoritario o marginado de la sociedad y son resultado de la segregación socioeconómica” (Id)
Ambas citas extraídas del artículo académico publicado por M. E. Ducci nos permiten observar una mirada global de problema por parte de la autora. Ella reconoce una política de vivienda exitosa, sin embargo, se propone ver el lado oscuro.
En un programa radial en el que participa el urbanista Dino Bozzi, se recuerda que una de las obsesiones de María Elena era recuperar la belleza. Eso lo vimos en sus alfombras de flores, en la participación que tuvo en el mural de Matucana 100, en la construcción de los murales por los detenidos desaparecidos en Paine y en hechos muy puntuales que la describen de cuerpo entero. A fines de los 90, Chile estaba obsesionado con la “Sopa para uno”, María Elena quiso dar vuelta el concepto y preparó “la sopa para todos”, es decir quien caminaba por Avda. La Paz o Matucana, tenía acceso a un vaso de sopa.
Había que compartir la calle y la comida, por escasa que fuera.
Sólo nos queda agradecer haber compartido parte de la vida de esta
gran persona.
1 comment
Bonito y sentido homenaje a María Eelena, una de las madres del Santiago Amable que siempre imaginamos; Honor Gloria y Amabilidad querida compañera ¡¡