¿Una nueva mercancía? Por Mario Valdivia V

por La Nueva Mirada

En “La Gran Trasformación”, Karl Polanyi explica la emergencia histórica de algunas mercancías que, a pesar de no ser producidas, damos por sentadas.

El trabajo humano, por ejemplo, existía como una miríada de particularidades artesanales y agrícolas. Atados a sus productos, a prácticas específicas ancestrales, a determinadas herramientas, laboraban los campesinos en los señoríos feudales en ocupaciones poco comparables entre sí. En el Siglo XIX se inició la emigración masiva de esta población a las fábricas en las ciudades, como individuos libres y desprotegidos. Los procesos mecánicos recurrentes de las máquinas a vapor necesitaban trabajo humano abstracto para operarlas. Se requerían movimientos repetitivos procedurales uniformes, unas mismas actividades. Nació así el trabajo como abstracción homogénea. El salario por “hora” permitió la emergencia de una nueva mercancía transable en el mercado. Un proceso que culmina con F. W. Taylor y su Scientific Management del trabajo diseñado y controlado como movimientos y tiempos (Siglo XX). Procesos históricos particulares convirtieron también la tierra y el dinero en mercancías, según Polanyi.

Shoshana Zuboff, en un libro reciente, anuncia el emerger histórico de una nueva mercancía:  nuestro comportamiento.

Shoshana Zuboff, en un libro reciente, anuncia el emerger histórico de una nueva mercancía:  nuestro comportamiento. ¿Cómo ocurre algo así? En dos etapas. Primera, las empresas que nos proveen de servicios digitales nos espían. Todas, desde Google cuando buscamos; Amazon cuando compramos y a través de su asistente de voz, Facebook cada vez que posteamos o indicamos un (no) me gusta, Netflix; los mapas de apoyo a la conducción; la humilde aspiradora robot. Llevan cuenta de lo que hacemos, de nuestras trayectorias de navegación: ¿qué post vimos en Facebook justo antes de comprar tales gafas de sol en Amazon?, ¿qué emociones eran discernibles en nuestra cara cuando vimos tal serie?, ¿cuántos metros de piso que no es de madera tiene nuestro departamento? En una segunda etapa, entra la llamada inteligencia artificial. Con la enorme cantidad de datos producidos por el espionaje individual a miles de millones de personas, son alimentados algoritmos capaces de obtener las correlaciones que exhibe nuestra conducta, que estaban ocultas incluso para nosotros mismos. Con estas crean un “modelo” digital de nuestro comportamiento. No un modelo teórico formal, numérico o estadístico – nuestro comportamiento es demasiado complicado para eso -, sino que estructuran una red digital. Si la echan a correr en un ordenador, predicen nuestra conducta. Una suerte de copia de nuestras redes neuronales estructuradas por nuestro comportamiento.

Una suerte de copia de nuestras redes neuronales estructuradas por nuestro comportamiento.

¿Pueden hacer predicciones de nuestra conducta? Se asegura que cada vez mejores, porque mientras leemos esto siguen espiándonos y modelándonos. Se trata obviamente de agregados estadísticos, pero con un granulometría fina – proviene de la conducta individual – que ninguna segmentación socio económica puede alcanzar. ¿Cuánto vale esta posible mercancía? Mi comportamiento de consumidor o ciudadano, homogeneizado como algoritmos que lo anticipen   junto al de millones de personas más, tiene obviamente mucho valor en el mercado. (Ahora sabemos por qué las 5 mayores empresas digitales concentran el 20% del valor bursátil de las 500 mayores corporaciones norteamericanas). Es la nueva mercancía que nos presenta Zuboff.  Y quien dice predicción, dice control. Con la emergencia de nuestro comportamiento como una mercancía, emerge la posibilidad de convertirnos en abstracciones digitalizadas y controlarnos.

¿Es posible tanto? Quien puede asegurarlo. En parte ya ocurre. ¿Nadie se siente manipulada al entrar a algún inofensivo sitio digital?   

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