Testimonios
Un viejo profesor de Literatura Inglesa decía que una de las cualidades de la literatura y el cine, era que permitían ser voyeristas; es decir, nos posibilitaban entrar en lugares privados y enterarnos, de buena fuente, de historias y vidas que de otra manera no conoceríamos. Nos invitaban a viajar por otros tiempos y lugares.
En estos peregrinajes la literatura testimonial ocupa un lugar predominante.
Estos escritos representan un híbrido que mezcla la novela tradicional y la historiografía. Es un relato literario de factura periodística que se inicia, en Latinoamérica, el año 1957 con la publicación de la novela de no ficción “Operación Masacre” de Rodolfo Walsh (1927 – 1977). En esta obra se expone una investigación sobre los asesinatos de prisioneros, ocurridos el 9 de junio de 1956. Ese año, había fracasado un levantamiento cívico-militar de inspiración peronista, contra la dictadura de la Revolución Libertadora, liderada por el general Juan José Valle. Durante ese proceso fueron fusilados, clandestinamente, cinco civiles en el cono urbano de Buenos Aires.
A diferencia de la ficción, en este género se deben comprobar los hechos y, para ello, los autores deben recurrir a situaciones comunes a todos los que vivieron la misma experiencia. Por ejemplo, el nombre de los campos de concentración, de los compañeros caídos, los torturadores, etc.
La novela de no-ficción, también llamado “Nuevo Periodismo” en Estados Unidos, establece una relación entre la ficción y lo real. Para el escritor Tom Wolfe (1939 – 2018) “se trata de hacer un periodismo que pudiera ser leído igual que una novela, entonces era posible escribir artículos de la realidad, pero empleando las técnicas narrativas, con la idea de hacer un periodismo literario”
Estos testimonios ocupan una estrategia literaria que ayuda a captar la atención del lector y empatizar con el sufrimiento de la persona que lo escribe y el grupo humano que representa. La construcción de los personajes difiere de un testimonio a otro. Se puede suponer que el protagonista es un revolucionario dispuesto a dar su vida en la sala de tortura, pero al mismo tiempo, a los ojos de otro narrador, puede ser débil o un traidor.
No olvidemos que, como dice Vila-Matas (1948), toda revolución necesita un traidor.
En nuestro país, a raíz de la instalación de la dictadura y las violaciones a los derechos humanos, la literatura testimonial fue abundante. Ejemplo de ello son Chacabuco de Jorge Montealegre, 1974, Tejas verdes. Diario de un campo de concentración en Chile de Hernán Valdés, 1974, 11808 horas en campos de concentración de Manuel Cabieses, 1975, Un día de octubre en Santiago, 1980, de Carmen Castillo y Recuerdos de una mirista, de Carmen Rojas, 1988.
Dentro de la gran cantidad de libros testimoniales, uno de los más significativos es el del periodista Alberto “Gato” Gamboa, “Un viaje por el infierno”, que apareció originalmente por entregas semanales de la revista Hoy en agosto y septiembre de 1984. Es un libro-testimonio, donde cuenta sus vivencias al cabo de meses de detención en el Estadio Nacional y en el campo de prisioneros políticos de “Chacabuco”. Este texto no es un largo lamento, ni siquiera una denuncia. Tiene mucho de ternura, solidaridad, humor, valentía y se puede encontrar hasta un mensaje de esperanza.
Otra forma de viaje.
Cuando un grupo viaja a un lugar desconocido, resulta significativo que distintos viajeros tengan diferentes recuerdos de los mismos lugares. Unos nunca olvidarán la plaza frente a la compañía de bomberos, mientras a otros, la plaza pasará desapercibida y sólo memorizarán la pastelería que hay una cuadra más allá. Lo mismo ocurre al conocer seres humanos. Algunos evocarán su humor, otros no cavilarán en rememorar sus ojos, su pelo o su inteligencia. Es por esto que, a veces, al leer dos biografías de una misma persona nos parecen dos seres muy distintos.
La biografía es un subgénero «memorialístico» y en muchos casos se trata de un texto moralizante, un panegírico o discurso laudatorio, como decía la profesora Lucía Invernizzi en su curso de Literatura Pre-hispánica. Esto ocurre en el libro de Guillermo Parvex, (1953) “Un veterano de tres guerras”.
La obra, editada por la Academia de Historia Militar, se ha se consolidado como un bestseller en Chile y recoge el diario de vida de un soldado que participó en la Guerra del Pacífico, el conflicto en la Araucanía y la Guerra Civil de 1891. El texto comienza con la primera destinación militar del joven abogado José Miguel Varela, quien voluntariamente se une en 1879 al “Regimiento de Granaderos a Caballo”, iniciando una destacada y meteórica carrera militar. Destaca en Varela un enorme sentido del honor y el deber que lo acompañará por siempre.
Según el autor, un ex oficial de Ejército, todos deberíamos ser como Varela.
Los orígenes de la biografía pueden encontrarse en Vidas paralelas de Plutarco. Este género atraviesa la Edad Media en forma de hagiografía o vidas de santos. En el siglo XIX tiene un resplandor con el Romanticismo y luego con el Realismo se hace mucho más rigurosa y documental.
Dentro de las biografías, el género autobiográfico tiene su sitio y estas constituyen una reseña de la actividad de una persona descrita por ella misma durante un lapso determinado de tiempo. La intención de este subgénero es, ante todo, ofrecer un testimonio de ciertos hechos en los que participó como protagonista, observador o desde un punto de vista externo.
Los libros de viajes suelen contener también abundantes elementos biográficos o autobiográficos, muchas veces ceñidos a la subjetiva interpretación de los hechos.
También existe la falsa biografía, que se trata de una ficción sobre un personaje histórico. En este subgénero “Las Memorias de Adriano” de Margarite Yourcenar es un buen ejemplo de ello. En la falsa autobiografía, una persona se reinventa a sí misma de la forma que hubiera deseado ser o no ser.
La historia vuelve a repetirse.
Algo que diferencia a las biografías es si está autorizada (sometida a la supervisión y censura del personaje cuya vida expone) o no (escrita con libertad por su autor y frecuentemente contra los deseos del biografiado). La biografía autorizada suele estar compuesta por un ghost writer o «escritor fantasma«. Entre los principales biógrafos están los españoles Ramón Gómez de la Serna y Gregorio Marañón ; el mexicano Alfonso Reyes, el suizo Emil Ludwig y el austriaco Stefan Zweig, autor de: “Fouché, el genio tenebroso. Retrato de un hombre político”.
Esta obra narra la vida de Joseph Fouché, político francés que desempeñó un destacado papel en la Francia de finales del siglo XVIII y principios del XIX, periodo conflictuado por la revolución francesa, el imperio napoleónico y la vuelta a la monarquía. El autor prescinde de fechas y datos para ahondar en la personalidad y el carácter del personaje retratado, buscando sus motivaciones íntimas y tratando de desentrañar así las verdaderas causas de los acontecimientos. Nos advierte en el prefacio que no lo ha escrito porque piense que se trata de alguien admirable, sino más bien porque le parece el ejemplar perfecto del político, es decir, un hombre absolutamente inmoral, con todas las connotaciones que eso implicaba en la época en la que escribió y para la convulsa época del siglo veinte, con sus totalitarismos y abusos de poder. Al revisar esta biografía, en el siglo XXI, recordaremos el tango que dice “la historia vuelve a repetirse.”
2 comments
Un tremendo artículo de Zañartu. Un viaje a los arcanos del oficio de escrbir. Gracias, Maestro.
Gracias Felipe. Un abrazo por tu comentario. Saludos.