Kafka en apenas 41 años en este planeta, escribió muchísimas cartas, miles de ellas, algunas muy personales, todas muy intensas y durante la mayor parte de su vida. A través de ellas se puede vislumbrar su gran sensibilidad y su visión de los aspectos amenazantes de su mundo interior y, por supuesto sus temores -que eran muchos- respecto al exterior. Hoy, la mayoría de los biógrafos de Kafka consideran sus cartas como parte de su obra literaria.
Hubo un tiempo en que la historia fue contada a través de cartas -tiempos pretéritos que yacen en el olvido para las actuales generaciones- y los grandes amores fueron plasmados en palabras inolvidables, en esquelas perfumadas o en trozos de papiro amarillento. Las epístolas fueron un reflejo de la esencia de hombres y mujeres notables, hablaron de sentimientos difíciles de expresar personalmente y descubrieron para la posteridad, a través de la publicación póstuma de ellas, algunas de las mentes más herméticas de la historia, como la de Franz Kafka, de personalidad tan compleja y atormentada que solo fue revelada a través de las palabras escritas en extensas cartas a sus amores o a sus amigos, cartas que hoy ya forman parte de la historia de la literatura contemporánea.
Las numerosas cartas de Kafka, más de seiscientas a su primera novia Felice Bauer, alrededor de 300 a su amiga/amante Milena Jesenská, y otras tantas a su amigo Max Brod, a otra novia que fue Grete, a su hermana Ottla (Ottie) y a muchos más, pertenecen al ámbito más privado e íntimo que quepa imaginar.
Es difícil para sus contemporáneos, también para las actuales generaciones, entender el porqué de tanta epístola a una joven como Felice, con la que apenas estuvo un puñado de veces pero que se convirtió en la destinataria de la explicación del drama de vivir de Kafka, traspasando la dimensión privada para convertirse en la fuente principal de interpretación de su obra y un tratado de lo que llamamos “lo kafkiano”.
“No puedo creer que exista un cuento de hadas en el que se haya luchado por una mujer más y con mayor desesperación de lo que en mi interior se ha luchado por ti, desde el principio y siempre de nuevo y tal vez para siempre”, Franz Kafka a Felice Bauer
Franz Kafka conoció a Felice Bauer en 1912 en casa de la familia de Max Brod, y, al mes de conocerla, le escribió por primera vez, para continuar haciéndolo casi diariamente a través de los años que duró su relación. Durante este período Kafka produjo algunas de sus obras más famosas, como La Metamorfosis, En la colonia penitenciaria y los primeros borradores de El proceso… a Felice le dedicó el cuento La condena.
Para cuando conoce a Felice ya desde hace tiempo vivía secretamente solo para escribir y estaba decidido a alejar de su vida todo lo que pudiera apartarlo de este único fin. Pero recibía dos presiones importantes de su familia, la primera exigiéndole que se casara (tenía ya casi treinta años) y la segunda, que abandonara sus sueños y se encargara de los negocios de su padre dado que era el primogénito y no solo eso, el único hombre de la familia. Ambas opciones eran desesperantes para Kafka y su lucha se refleja claramente en sus cartas donde combate su interior apresado por el exterior que no le permite su “paraíso”: escribir en forma permanente.
Se comprometieron dos veces, pero nunca se casaron y a fines de 1916, Kafka aquejado fuertemente por los síntomas de la tuberculosis, rompió el compromiso definitivamente y acompañó caballerosamente a Felice (una de las pocas veces que estuvieron juntos físicamente) a la estación de tren para nunca volverla a ver y menos enviarle una carta. Hoy se pueden leer completas en el libro que las recopila, Cartas a Felice y que ella misma vendió años después.
Tras un par de años y no precisamente de celibato, en 1920, conoce a Milena Jesenská, escritora y periodista -que será la primera traductora de Kafka al checo- una mujer que formaba parte de la élite intelectual de la época como se puede apreciar en el libro Soy Milena de Praga (Galaxia Gutenberg), una mujer con vida propia en tiempos en que aquello era extraño para una mujer y que, sin ser judía, durante la Segunda Guerra Mundial prestó una ayuda invaluable a muchísimas personas para que salieran de Polonia por lo que fue arrestada y llevada al campo de concentración de Ravensbrück donde murió en 1944, veinte años después de Kafka, de una infección renal.
“Cuando digo amor, es como cuando digo que un cuchillo hurga mi herida.” Kafka
Sin embargo, el papel de Milena Jesenská – una mujer muy culta que vivía en la Viena postimperial, con un matrimonio en lentísima destrucción, pero que ella no pudo terminar sino 7 años después de la muerte de Kafka, solo permitió encuentros ocasionales- injustamente, en la historia de la literatura, se resume a su silencio generado en la falta de respuesta ( es posible que ella haya contestado la gran mayoría, pero no se conocen) a las 300 cartas que Kafka le envió, reunidas póstumamente en el libro, Cartas a Milena y que la encasillan en el rol de amiga y amante, receptora de un monólogo seriado de Kakfa en el que volcó toda su pasión amorosa, sus dudas y sus luchas diarias entre 1920 y 1922.
“Siempre se habla de ella en este contexto. He intentado demostrar que Kafka era un amigo muy importante para ella, pero Milena era mucho más que eso. He querido sacarla de la sombra de Kafka”, declara Mónica Zgustova biógrafa de Milena en una entrevista con Efe.
Tan solo la primera carta podría ser una novela, pero todas juntas, conforman una novela de amor apasionado y desesperado. Las cartas a Milena muestran la evolución de una amistad que comenzó por intereses literarios mutuos para convertirse en una relación sentimental, revelando de forma excepcional la sensibilidad e intimidad del genio checo. Y parece increíble que ellos se hayan encontrado físicamente en tan pocas ocasiones…un amor hecho de pensamientos plasmados en palabras donde abundan frases increíblemente irónicas como
“Sólo los gordos son dignos de confianza, en esos depósitos de gruesas paredes todo se cuece como es debido. Estos capitalistas del aire y del espacio se encuentran protegidos de las preocupaciones y de la locura. Los gordos son los más más útiles de la tierra. En el norte calientan y en el sur dan sombra.” Carta a Milena, Franz Kafka
Tanto Franz Kafka como Milena Jesenská fueron seres que rompieron moldes, tanto en su forma de vivir como a la hora de amar a hombres y mujeres de forma libre y sin prejuicios como en más de una oportunidad se desprende de las cartas escritas y de testimonios póstumos.
Los dos libros mencionados: Cartas a Felicey Cartas a Milena se unen a la Carta al padre y un compilado de cartas escritas a su amigo Max Brod, a Grete Block, a Ollie su hermana y, como dijimos, a muchos más. Cartas que son verdaderos cuentos cortos o novelas breves, pero también son una fuente para descubrir a unos personajes verdaderamente amables, más allá de los estereotipos que la historia ha entregado. Estereotipos que los convierten en inasibles para la mayoría. Estereotipos que los encasillan en el Olimpo de la perfección.
“Sé que al menos tú no me olvidarás, que podré seguir viviendo en ti y les dirás a los demás quién fui”,Milena a Margaaret Buber-Newman
Bastan pocos ejemplos para acercarse a la humanidad de Kafka, y también a la de Milena. Max Brod, el amigo que amó a Kafka no cumplió su voluntad de quemar sus escritos y debemos agradecerle la posibilidad de conocer la obra de un genio que solo publicó un par de narraciones durante su vida y que le solicitó quemar sus papeles. Gracias a Brod por ello. Sin embargo, Max Brod se permitió censurar algunos escritos de Kafka que lo mostraban como alguien que exploró la bisexualidad, un hombre atormentado que visitaba los burdeles porque le costaba relacionarse con las mujeres, un hombre con bajísima autoestima, pese a que solía ser muy divertido para sus amigos… también los cronistas de Milena ocultan que ella habría tenido un gran amor con otra escritora en el campo de concentración, Margaret Buber-Newman. Prejuicios que se han ido superando tan solo a la entrada del siglo XXI, pero que todavía permanecen solapados.
«En ninguna de las biografías de Milena se dejaba ni siquiera entrever que con Buber-Neumann hubiera tenido una relación de pareja. Siempre se hablaba de una gran amistad», Mónica Zgustova.
Incluso Dora Diamant, la compañera de los dos años finales de Kafka, cumplió sus deseos y ocultó la mayoría de sus últimos escritos, entre ellos 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que la Gestapo logró confiscarlos en 1933. Hasta hoy se buscan los desaparecidos papeles de Franz Kafka en varios países del globo.
“Soy un ser mentiroso, de otro modo no sé conservar el equilibrio, mi locura es muy frágil.” Franz Kafka
Leer las cartas de Kafka es un viaje emocionante donde el lector se introduce en un mundo donde la realidad se mezcla con la ficción y no es posible tener certeza de cuánto es verdad, cuánta imaginación del poeta, pero sin duda, es un trabajo apasionante que no dejará a nadie indiferente.
Milena debe haberlo amado mucho… y a su muerte escribió un bellísimo obituario que incluye una premonitoria frase escrita por Kafka años antes en una carta, refiriéndose a la tuberculosis que lo aquejaba:
“Cuando el alma y el corazón no pueden soportar la carga, entonces el pulmón se ocupa de la mitad para que al menos el peso quede repartido en parte”.
2 comments
Sabemos que con materiales de primera se pueden escribir malas líneas. Pero este excelente texto de Cristina Wormull debe serle agradecido. Claro que a ella le cuesta hacerlo mal.
Gracias, Cristina, por ilustrarnos sobre ese mundo íntimo de Kafka, revelado a través de sus cartas.