Más allá de la vergüenza soslayada como costumbre ha irritado la escandalosa manera como Sebastián Piñera apuesta por dividendos políticos y electorales a partir de la severa crisis sanitaria que vive el país.
No se trata tan sólo del filtrado instructivo a funcionarios de gobierno para grabar adecuadamente la entrega de las cajas de alimentos (las cajas del Presidente, como las denominara una Seremi), valorando la generosidad del mandatario. Tras ello, su leal y obediente vocera asumió toda la responsabilidad en el impresentable episodio, sosteniendo que si el mandatario lo hubiese conocido no lo habría autorizado. Ante tal confesión de la secretaria de estado la única conclusión razonable sería su inmediata renuncia al cargo
Sin embargo, en este período excepcional de restricciones durante la creciente pandemia, aquel proceder oficial se ha hecho costumbre, reiterándose el descaro abusivo del mandatario y su entorno en imágenes difundidas por cadena nacional de televisión de visitas a centros de abastecimiento o en la recepción de aviones con ventiladores mecánicos e insumos sanitarios, muchos de ellos aportados generosamente por el presidente de la CPC, Juan Sutil, sin olvidar la presencia de la primera Dama, acompañada de una corte de periodistas y camarógrafos en la entrega de las ya demoradas y polémicas cajas alimentarias(ciertamente de financiamiento fiscal), como un acto de generosidad encomiable ante el hambre creciente de la población. Todo transformado en cotidiano fenómeno mediático, con protagonistas más que reiterados, como el alcalde de Las Condes que ahora agrega un virtual reality desde la residencia en que cumple cuarentena, debutando con el consumo de porotos con rienda.
En el referido show publicitario, el aprovechamiento descarado con el que se inmola lastimeramente la vocera Rubilar pareciera un detalle más. Sin embargo, tras la vergonzosa anécdota está el abuso traducido en hambre y atropello a la dignidad de millones de mujeres y hombres, adultos mayores y niños, que ven vulnerados derechos fundamentales a los que la autoridad oficial responde, hasta hoy, con migajas.
Las prioridades del gobierno
El gobierno declara, hasta el cansancio, tener claras sus prioridades, en medio de vacilaciones reiteradas para enfrentar la pandemia y su debida información, mientras se ocupa de pequeños ajustes ministeriales – restando al mejor evaluado en tiempos de desgaste general – para calmar a su inquieta coalición oficial, con bochornosos episodios como el recambio rápido, forzado y poco prolijo de la titular del ministerio de la Mujer y Equidad de Género.
El recambio rápido, forzado y poco prolijo de la titular del ministerio de la Mujer y Equidad de Género.
Casi inadvertida por los medios el Ejecutivo resolvió, de paso, – por ahorro de recursos señaló el canciller – el más que discutible cierre de cinco embajadas.
¿Qué duda cabe? La primera prioridad del país es la sanitaria. Sin embargo hoy en día aparece fuera de control. Con más de 5000 infectados diarios y un promedio de 100 fallecidos en los últimos días, sin que aún pueda avizorarse el peak de la pandemia y su ansiado decrecimiento.
Más allá de las fundadas críticas a los ajustes metodológicos aplicados por el gobierno y su cuestionado titular de Salud (que no impidieron el reconocimiento de más de 600 fallecidos antes no contabilizados) inquietan los vaivenes y costosas vacilaciones en la definición de cuarentenas largamente postergadas, como en la V Región.
Lo innegable es que la emergencia sanitaria se ha prolongado bastante más allá de las proyecciones oficiales y que los servicios sanitarios están colapsados o al borde del colapso. El impacto social de la pandemia supera todas las proyecciones iniciales y pese a las fundadas advertencias de diversas organizaciones científicas, profesionales de la salud y periodistas que han seguido rigurosamente la información disponible, la autoridad acumula una larga lista – prontuario dirán algunos – de equívocos, palos de ciego y desastrosas proyecciones ante una implacable realidad.
¿Qué se juega en la mesa de diálogo?
Más allá de un generalizado escepticismo y el desgaste de credibilidad en convocantes y convocados, no es menor lo que se juega en la mesa de diálogo establecida por el gobierno para acordar iniciativas prontas ante la emergencia mayor con severos efectos económicos y sociales.
Para el oficialismo representa la posibilidad de superar su aislamiento, estableciendo acuerdos con un sector significativo de la oposición. Para el sector empresarial, la de garantizar algunas certezas necesarias para pensar en la reactivación económica. Para un sector muy mayoritario de la población, superar un ingreso mínimo de subsistencia durante la emergencia. Para un sector de la oposición, una demostración de que es posible alcanzar acuerdos que beneficien a los sectores más vulnerables a través del diálogo y la negociación.
Sin embargo, pese a que la mayoría del país privilegia el diálogo antes que la confrontación y comprende la importancia de urgentes soluciones, el resultado es aún incierto.
Sin embargo, pese a que la mayoría del país privilegia el diálogo antes que la confrontación y comprende la importancia de urgentes soluciones, el resultado es aún incierto.
El ministro de Hacienda, fiel a su conservadora política de sujetar y graduar el gasto fiscal, ha intentado rayar la cancha de la negociación con una propuesta que, si bien implica un incremento de los recursos comprometidos para enfrentar la emergencia social, sigue siendo insuficiente.
Precisamente, uno de los objetivos de la mesa de diálogo fue determinar el monto de los recursos que el país necesita y está en condiciones de destinar para enfrentar la emergencia social y reactivar la economía. Un grupo de economistas convocados por la presidenta del Colegio Médico cifró la suma en US$ 12.500 millones de dólares, en tanto que economistas de oposición proponían elevarla entre U$ 15.000 millones y U$ 18.000 millones para los próximos dos años. Todas ellas, propuestas sustentadas y fiscalmente responsables.
No parece la hora del regateo con ofertas de mínimo sino de la audacia, grandeza y generosidad. El país está en condiciones de hacer un esfuerzo mayor que el propuesto por el gobierno. Aún cuenta con reservas soberanas, puede endeudarse a bajas tasas, reasignar partidas presupuestarias que no podrán ejecutarse o que pueden postergarse. Y aún puede recurrir al aporte viable y necesario de los sectores de mayores ingresos.
No parece la hora del regateo con ofertas de mínimo sino de la audacia, grandeza y generosidad.
Tal como se ha reiterado hasta la saciedad, el problema no es de recursos sino de prioridades y voluntad política. Sería muy lamentable que el acuerdo fracasara “por unos dólares más”. O menos, como es el caso.
Reactivación económica y ¿retorno a la normalidad?
Diversas proyecciones de organismos internacionales señalan que nuestro país será uno de los tres menos afectados por la crisis, con una caída del 4,3 % del PIB. Y que su recuperación puede ser más rápida que en otros de la región.
Son proyecciones bastante optimistas, que sin embargo se basan en algunos supuestos muy relevantes en incógnita. El primero y más significativo es que la emergencia sanitaria no se prolongue más allá de pocos meses. Algo incierto a juzgar por la creciente curva de contagiados y muertos, con los ya referidas vaivenes y yerros con que el gobierno ha enfrentado la emergencia sanitaria y su multiplicación
Son proyecciones bastante optimistas, que sin embargo se basan en algunos supuestos muy relevantes en incógnita.
Existe una gran ansiedad en el planeta para retornar a una cierta normalidad. Pese a los temores y advertencias acerca de una segunda o tercera ola de contagios, diversos países desarrollados y en desarrollo intentan volver a una nueva normalidad. Incluso, muy contradictoriamente, en países como México, Brasil y Perú, que lideran los contagios en nuestra región. Nuestro propio gobierno hizo un fallido intento, pocos días antes que se disparara la curva de contagios.
La reactivación económica es una necesidad imperiosa, qué duda cabe, pero no es la primera prioridad. La prioridad esencial es la sanitaria, la necesidad de salvar vidas, superar la emergencia y atender la pandemia social, como se ha denominado a la crisis que hoy enfrenta Chile.
La reactivación económica es una necesidad imperiosa, qué duda cabe, pero no es la primera prioridad.
Otro gran supuesto, incluso más controvertido que el anterior, es que el retorno a una nueva normalidad no coincida con un nuevo estallido social, con los ingredientes de violencia que caracterizaron al anterior.
El obstáculo mayor es que nunca se abrió un cauce institucional para procesar las principales demandas ciudadanas que quedaron en evidencia tras el estallido del 18 de octubre, salvo por el acuerdo para impulsar un proceso constituyente, como demandaba una amplia mayoría ciudadana y que hoy importantes sectores de la derecha buscan abortar.
El obstáculo mayor es que nunca se abrió un cauce institucional para procesar las principales demandas ciudadanas que quedaron en evidencia tras el estallido
La emergencia sanitaria implicó un paréntesis, pero no una superación del conflicto social que la crisis actual ha contribuido a agravar. Una condición esencial para retornar a una nueva normalidad es asegurar la paz social y ello implica la necesidad de asumir las demandas ciudadanas y abrir un cauce institucional para procesarlas. Ello puede abordarse a través de un proceso de diálogo que integre a los diversos actores sociales y políticos en la búsqueda de un nuevo pacto social, como el que han propuesto diversos sectores, o bien en una aguda confrontación y movilización social no exenta de violencia.
La emergencia sanitaria implicó un paréntesis, pero no una superación del conflicto social que la crisis actual ha contribuido a agravar.
Es más que evidente que sectores mayoritarios de la derecha y relevantes sectores empresariales, así como no quieren una nueva Constitución redactada sobre una hoja en blanco, también resisten un nuevo pacto social que modifique las bases del actual modelo de desarrollo.
Es más que evidente que sectores mayoritarios de la derecha y relevantes sectores empresariales, así como no quieren una nueva Constitución redactada sobre una hoja en blanco, también resisten un nuevo pacto social que modifique las bases del actual modelo de desarrollo.
Su apuesta es a la restauración del orden anterior, aunque deba imponerse a través de la fuerza y la represión. Con tímidas reformas de la actual Constitución, como han propuesto sectores de la derecha, sin precisar cuáles. En lo posible sin plebiscito de entrada (que perderían en forma abrumadora, como señalan las encuestas).
Con todo, la restauración del orden anterior al estallido social y la pandemia simplemente no es una opción.
Con todo, la restauración del orden anterior al estallido social y la pandemia simplemente no es una opción. Nadie puede predecir aún cómo será el mundo tras esta pandemia pero existe un cierto consenso que nada será igual que antes. Algunos predicen que la pandemia marcará el fin de capitalismo salvaje y la globalización sin reglas que ha dominado el escenario internacional. Los más prudentes, quizás realistas, sostienen que, al igual que anteriores crisis, esta traerá aparejado grandes cambios en el orden internacional, la política doméstica y la propia economía. Los más pesimistas o ideologizados apuestan a que todo cambiará para que quede todo igual.
Los más pesimistas o ideologizados apuestan a que todo cambiará para que quede todo igual.
Bien pudiera ser que la mayoría de la derecha chilena, y no pocos empresarios, hagan parte de ese último grupo de pesimistas o ideologizados, que intenten la restauración del orden anterior, fuertemente socavado por las evidentes tensiones sociales y los efectos múltiples de la pandemia.
La reactivación económica requiere de un rol protagónico del Estado. No tan sólo para garantizar el orden sino muy principalmente para generar nuevas condiciones de unidad y cohesión social que lo viabilicen. Asumiendo un nuevo rol rector de la reactivación económica, efectivos programas de seguridad y protección social, enfrentando las extremas desigualdades y los abusos que aún marcan nuestro proceso de desarrollo. Todo en aras de aquel objetivo.