Bukowski y la precariedad como bandera de lucha.

por Tomás Vio Alliende

Siempre queda mucho por conocer del autor norteamericano, el último de los escritores malditos de Estados Unidos. En el libro “La enfermedad de escribir” (2015) se recopilan sus cartas, la correspondencia inédita que mantuvo con editores y amigos.

Más que un libro, “La enfermedad de escribir” (2015) se trata de un documento donde el escritor Charles Bukowski (1920 – 1994) reflexiona sobre la creación literaria y lo importante que para él es escribirAbel Debritto, estudioso del autor, fue el encargado de recopilar las singulares e inéditas cartas en donde el poeta y novelista, máximo representante del realismo sucio norteamericano, describe sus particulares gustos y en especial su amor por la poesía. La selección de Debritto incluye cartas a editores de revistas, a su editor, John Martin, a escritores como Henry Miller, John Fante, a críticos y amigos. En ellas reflexiona con agudeza sobre el proceso literario y permite que los lectores accedan a cómo funcionan las revistas especializadas en la publicación de cuentos, poemas y las editoriales.

Los escritos muestran el constante esfuerzo de un escritor que emerge de una precariedad en la que se desenvuelve de manera obsesiva, donde predomina su gusto por redactar poesía más allá de la prosa a la que le cuesta mucho acceder de manera creativa. Para los que gustan del estilo desenfadado de Bukowski, no se sentirán defraudados. Lo interesante esta vez es que el libro reproduce algunas de sus cartas de puño letra con los dibujos que el autor solía hacer en tinta china como terapia o para adornar sus escritos.

La obra empieza en 1945 y termina en 1993, pocos meses antes de la muerte del autor. Para los seguidores es un elemento fundamental que ayuda a entender a un hombre que pasó brevemente por la universidad y que creció leyendo en bibliotecas, para posteriormente transmitir su vehemencia y ganas de surgir a través de los libros. Amante de la música clásica, a través de las líneas de Bukowski en las misivas, se perciben sus diferencias con la generación beat, especialmente contra Ginsberg y Burroughs, además de su su idolatría hacia autores como Fante y Celine, por mencionar algunos.

Para mi gusto faltan las contrapartes, la defensa ante la lengua viperina de un autor que se construyó a sí mismo pasando por etapas de alcoholismo, afición a las mujeres, la hípica y la soledad.

La crítica que le haría al libro es que solo muestra el lado bukowskiano de la correspondencia. Habría sido interesante para el lector acceder a las respuestas de personajes como John Martin, Henry Miller o John Fante. La energía desgarradora de Bukowski queda convertida en un soliloquio sin eco, donde solo podemos leer cómo el autor despotrica contra una sociedad que considera inmadura y muchas veces injusta con lo que le ha tocado vivir.

Para mi gusto faltan las contrapartes, la defensa ante la lengua viperina de un autor que se construyó a sí mismo pasando por etapas de alcoholismo, afición a las mujeres, la hípica y la soledad.

Claudia La Rocco, del New York Times, dijo sobre este libro que: “Pocos artistas son tan reflexivos y generosos al abordar las aguas en las que nadan. Totalmente cierto, porque el autor de “Cartero”, “Mujeres” “La senda del perdedor” y “Escritos de un viejo indecente”, por mencionar algunas de sus obras, no tiene remilgos en entregarlo todo a través de sus textos, es un enfermo por la escritura y eso lo confiesa abiertamente en una de sus cartas como un estímulo a sus extraordinarias ganas de sentirse vivo.

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