Por Luis Breull
Vivimos escenarios de contexto país altamente politizados tras el estallido social de hace dos años y la crisis sanitaria, económica y mental derivada de la pandemia Covid-19. Por ello, resultó un error irremediable en la candidatura presidencial de Sebastián Sichel -ganador de las primarias RN, UDI y Evópoli y hoy superado por el líder de la derecha más dura, José Antonio Kast-, insistir en un discurso camaleónico que denigra la política mediante viejos estereotipos argumentales vacíos y pueriles del tipo algoritmo big-data o de mapas semánticos, tratando de empatizar con un “votante centro promedio”, ajeno a la esencia de la visión de sociedad y del poder de las colectividades y empresarios patrocinantes. Y peor aún, sin los pergaminos históricos de ese sector, levantando como único capital político un relato biográfico quizá más arribista que meritocrático, de un buen empleado que alcanza el éxito de llegar a ser jefe.
¿Síndrome Golborne 2.0?
Para entender mejor el pantano en que hoy se encuentra la postulación presidencial del abogado independiente derribado por Kast en todos los recientes estudios de opinión pública conocidos esta semana, es bueno repasar la historia de otras experiencias en el mismo bloque de gobierno bajo el primer mandato de Sebastián Piñera.
El ejemplo radica en una suerte de “niño bueno” del gabinete Piñera 1, Laurence Golborne, biministro de Minería y Energía, y luego de Obras Públicas.
A este exitoso ingeniero el año 2010 le tocó encabezar el rescate de los 33 mineros de la mina San José -empresa distinta de su anterior rol como ejecutivo del retail en Cencosud-, un episodio que lo popularizó rápidamente. En los medios de prensa escrita se resaltó su independencia y que no provenía de los sectores de élite, sino de una familia de clase media de comerciantes ferreteros de Maipú. Ejemplo de meritocracia, esfuerzo, superación y eficiencia que lo transformó en noviembre del 2012 en el precandidato de la UDI para las primarias del sector, de cara a las presidenciales de noviembre del año siguiente.
Todo iba viento en popa, con una partida de ascenso acelerado, hasta que en abril del 2013 se divulgaron inversiones suyas en las Islas Vírgenes Británicas no declaradas como parte de su patrimonio. Un hecho que rápidamente impactó en su postulación y lo hizo renunciar a ella al no tener excusas frente a este hallazgo periodístico.
Así se acabó el sueño de Golborne Presidente, un proyecto de candidato que buscó distanciarse también de la esencia política del sector que lo patrocinaba, la UDI, para hablarle a los votantes “promedio” desde su propia biografía, buscando la empatía emocional asociada a su historia de vida. No obstante, otro nubarrón que le cayó encima fue la demanda contra Cencosud cuando él era gerente general y se repactaron unilateralmente las tasas y cargos de sus tarjetas de crédito Jumbo. Un caso que terminó en la Corte Suprema con una sanción indemnizatoria en favor los clientes del holding de Horst Paulmann por 30 millones de dólares.
Al derrumbarse su precandidatura presidencial se le ofreció como premio de consuelo postularse a Senador por Santiago, lo que rechazó para volver a trabajar en el mundo privado integrándose a directorios de empresas.
La travesía del exmilitante
En el caso de Sebastián Sichel, su candidatura nace como el empeño visionario de un grupo de descolgados de la Democracia Cristiana que migró de la colectividad a principios de la década pasada, desencantado de la Concertación, la Nueva Mayoría y los partidos en general. Un proceso que culminó este año con su triunfo en la elección primaria de julio, que para el abogado Hugo Herrera, columnista y filósofo de derecha, es un ejemplo más de continuidad de un sector ideológico –el expacto Chile Vamos- que reniega de la política afirmándose solo en el pragmatismo económico para gobernar. Especialmente, porque se trata de un candidato al que tilda de tránsfuga por su devenir militante, que lejos de sacar al país de la actual crisis política, la profundizaría.
En el año 2009 Sichel había sido candidato a diputado por el PDC en el distrito 24 de La Reina y Peñalolén, aún bajo el nombre de Sebastián Iglesias, antes de cambiarse el apellido, donde fue derrotado por su compañero de pacto, el PPD Enrique Accorsi. En el 2013, siendo aún demócrata cristiano, fue nuevamente candidato a la cámara baja por la Nueva Mayoría (pacto de incluía al Partido Comunista entre sus aliados y que entonces parece no haberle generado rechazo) en el distrito 23, de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, donde los postulantes de la Alianza por Chile se llevaron los dos cupos.
Tras estas experiencias fallidas, se retiró del PDC para aliarse a sectores anteriormente desencantados, cuyos articuladores eran Mariana Aylwin y el empresario Juan José Santa Cruz. De allí vino la construcción del bloque Ciudadanos con Andrés Velasco, que después terminaría fracturándose, y el apoyo financiero de empresarios como José Guilisasti y Jorge Errázuriz.
Finalmente, ya como independiente, fue convocado a participar en el actual gobierno como ministro de Desarrollo Social y luego como Presidente del Banco Estado, cargo al que renunció para iniciar su aventura presidencial junto a su núcleo duro migrado del PDC.
Las primarias como espejismo
La consolidación del proyecto presidencial de Sebastián Sichel se dio con su triunfo en las primarias, donde obtuvo el 49% de los votos, casi 660 mil, superando a los candidatos oficiales de las colectividades: Joaquín Lavín, Mario Desbordes e Ignacio Briones. Un proceso marcado por la participación de generaciones de votantes jóvenes que lo prefirieron a él como representante de los partidos oficialistas, y a Gabriel Boric por la izquierda más dura (PC, Frente Regionalista Verde Social y Frente Amplio).
Este triunfo fue interpretado como la validación de su estrategia discursiva de campaña, basada en su historia de vida personal: hijo de padres separados, con una familia hippie, informal, que vivió en casas okupa y que le dio una infancia difícil. Pese a la adversidad, logró superarse, volcarse al estudio de niño y adolescente, y así ingresar a derecho a la Universidad Católica e iniciar desde allí una carrera política que no paró nunca más.
Imagen, descalces y contradicciones fatales
Posee un carácter fuerte al que pareciera agradarle exaltar como atributo político. Es agudo y observador, pero con un modo de relacionarse que siempre reafirma sus ideas. Quienes lo conocen lo describen como avasallador a veces; factor podría dificultarle la autocrítica por el espacio que hoy ocupa en la carrera presidencial, donde comenzó una baja sostenida en las últimas semanas, ante la irrupción de Kast quien se ubica en el segundo lugar a varios puntos de distancia.
Este escenario crítico se profundizó después de su destemplada y ambigua performance en el primer debate presidencial de Chilevisión y CNN Chile, donde sus propuestas fueron enrevesadas y con un constante nervio. Esto en contraposición al desempeño del líder del Partido Republicano, asumido sin ambigüedad como de derecha.
Con una calma y contención digna de un profesional de las comunicaciones, Kast se mostró, por ejemplo, francamente contra el aborto o la inmigración desregulada, anti-izquierda y partidario de un orden fuerte. Quizá simbolizando allí mismo la refundación de la derecha política chilena y lo que podría ser el futuro discurso de ese bloque si es derrotado en la presidencial de noviembre, para configurar las bases de su rol como futura oposición.
Un segundo ejemplo fue el llamado de Sichel a no politizar la política (“Nos olvidamos de gobernar cuando la política se politiza), donde denostó lo que él califica de “vieja política”. Una inconsistencia directa respecto de su rol de candidato a presidir la Nación que es esencialmente político; a sus más de dos décadas dedicado a ser político en distintos partidos y participando en sucesivos gobiernos de tendencias contrapuestas; y a representar hoy a tres partidos tradicionales de la derecha chilena, protagonistas de lo mismo que él está descalificando.
Otro caso grave fue la tajante negación de haber sido lobista, luego de la interpelación de la candidata de centroizquierda, Yasna Provoste, por tener en su currículum de trabajo la consultora Burson-Marsteller, dedicada principalmente al lobby, donde llevó cuentas de empresas como Equifax, Autopista Central y AFP Cuprum.
El tiro de gracia vino la semana pasada con la negativa a confirmar si había hecho efectivos los retiros de fondos de AFP como sí reconocieron haberlo hecho ministros, exfuncionarios del actual gobierno y su misma vocera de campaña. Una cuestión que debió reconocer y aclarar tardíamente, en medio de la votación en la Cámara de Diputados del proyecto del cuarto retiro, donde fue uno de los más acérrimos detractores. Incluso llegando a advertir a candidatos a parlamentarios de su pacto que no estaría dispuesto a sacarse una foto con ellos si aprobaban esta medida. Otra inconsistencia que se suma a su reprobación hace un par de meses de la propuesta del retiro o traslado del 100% de los fondos de pensiones, patrocinada por el diputado Jorge Alessandri, a quien tildó de tener “gatillo fácil”; pero que ahora plantea apoyar, como camino de salida si se avanza en el cuarto retiro.
Todo lo anterior tiene hoy a dirigentes UDI reconociendo el derecho a “vitrinear” la postulación presidencial de José Antonio Kast, exmiembro de esa colectividad. También a otros dirigentes de RN en la misma disyuntiva, en medio del desperflamiento discursivo de su campaña en donde insiste en mostrarse dialogante, cuestión que se contradice con su carácter. Y donde consultado por los Pandora Papers y la venta del Presidente Sebastián Piñera de la minera Dominga en una operación en paraísos fiscales solo atinó a decir “me cuesta entenderlo porque nunca he tenido un patrimonio así”, renunciando a entregar la visión de Estado que debería tener todo aspirante a la primera magistratura. Algo similar a lo que pasó con las marchas anti – inmigrantes en el norte del país, donde su opinión se refirió a responsabilizar al presidente venezolano Nicolás Maduro, mientras José Antonio Kast proponía evaluar la expulsión de todo inmigrante en condición de ilegal o que comete delitos.
A mes y medio de la elección comienza a decantarse el panorama de competencia pese a la gran incertidumbre reinante. Es probable que Gabriel Boric pase a segunda vuelta, si se cumple la regla que quien gana la primaria con la mayor votación alcanza la Presidencia de la República. Pero esta regla se rompería en el caso de Sebastián Sichel al triunfar en su primaria, pero a cifras de hoy ser desplazado por José Antonio Kast.
¿Errores? ¿mala suerte? ¿desencanto? ¿polarización? ¿miedo? Habrá que esperar al 21 de noviembre.
1 comment
Como siempre un muy lúcido y riguroso análisis que logra situar con mucha claridad la contingencia en el contexto de su genialogía.