Columna de Luis Breull. Franja electoral en TV… esa inútil y absurda fake

por La Nueva Mirada

Treinta minutos diarios desde el 25 de septiembre y hasta el 22 de octubre, divididos en dos horarios eje, de 12:45 a 13:00 horas y 20:45 a 21:00 horas, componen este segmento de publicidad política para las dos opciones frente al plebiscito constituyente del 25 de octubre próximo. Un ritual propagandístico democrático cuya regulación legal, formato, asignación de tiempos y factura ha demostrado su obsolescencia y nulo aporte reflexivo para que la ciudadanía se pueda informar realmente con argumentos políticos para resolver su voto.

ha demostrado su obsolescencia y nulo aporte reflexivo para que la ciudadanía se pueda informar realmente con argumentos políticos para resolver su voto.

Un estanco y anacrónico corsé

El artículo 130 de la Constitución Política, la Ley 18.700 Orgánica Consitucional sobre votaciones populares y escrutinios y la Ley 21.200 que regula la propaganda electoral para el plebiscito conforman el arco mediante el que se resolvió la cantidad de minutos o segundos para los distintos partidos, pactos y defensores de las opciones Rechazo y Apruebo, así como de convención mixta o 100% electa. En ellas además se determinaron los criterios de participación de organizaciones sociales patrocinadas por alguna colectividad y parlamentarios independientes.

El artículo 32 que regula la propaganda electoral televisiva determina la gratuidad de la misma en los canales de libre recepción, en donde se distinguen tiempos diversos dependiendo del tipo de elección que se trate. Para diputados y senadores –y para este proceso plebiscitario- se reparten 30 minutos diarios proporcionalmente de acuerdo a la votación obtenida por cada partido en la última elección. Y para los independientes se asigna un tiempo similar al del partido político que sacó la menor votación.

Un procedimiento que atenta contra la evolución de los estados de opinión, de nacimiento de movimientos emergentes y de apoyos, en el seno de la sociedad.  Es decir, determina el derecho a expresión de mensajes –no digamos necesariamente ideas políticas o información- de acuerdo a una fotografía de la sociedad obtenida cuatro años antes.

Un procedimiento que atenta contra la evolución de los estados de opinión, de nacimiento de movimientos emergentes y de apoyos, en el seno de la sociedad. 

Si se toma como ejemplo el cambio en el estado de opinión y percepción sociopolítica en Chile antes del estallido social de octubre 2019, con un país que el propio Presidente Sebastián Piñera mencionaba como un “oasis” en América Latina, versus la imagen interna y externa de Chile post crisis social, es radicalmente distinta. Más aún con la pandemia. Tanto así que el proceso y opción de cambio constitucional no era tema antes del 18 de octubre, pero terminó siendo percibido como clave por las élites políticas pocas semanas después, en noviembre 2019, para bajar la tensión de las movilizaciones callejeras.

Un ridículo pastiche informe

A diferencia de lo sucedido en el emblemático plebiscito del Sí y del No en 1988, con una franja electoral opositora a la dictadura que se transformó en un referente histórico en épica y marketing político de unidad, lo que presenciamos en esta nueva confrontación propagandística es del todo penosa.

En términos generales, lo primero que se aprecia es la incapacidad política de la opción Apruebo por construir una franja y discurso único, en un solo comando que abra espacio a las distintas sensibilidades y matices, pero desde la unidad. Esto lleva a que los partidos de la ex concertación vayan por un lado subdivididos, y por otros el Frente Amplio, en otro el PC y sus aliados, y que los descolgados tengan su propio espacio, sumado a parlamentarios independientes que juegan en solitario. A ello se agregan organizaciones sociales no identificadas con claridad, que refuerzan entrópicamente mensajes redundantes y sin foco ni progresión dramática.

Un esfuerzo audiovisual pobre, desordenado, sin épica, a ratos con humor, a ratos testimonial, que se agota sobre sí mismo y que renuncia a la más básica noción de comunicación política informativa sobre lo que se juega en el proceso.

Siempre que las elecciones encierran gran incertidumbre en torno abrirse a revisar las estructuras de orden social y de espacios de poder, la derecha y centro derecha despliega una estrategia de retórica política y discursividad basada en el miedo. Ya lo hizo fallidamente hace 32 años y ahora vuelve a repetir la receta, pero con más recursos de producción audiovisual que sus oponentes y fiel a su estilo indirecto.

la derecha y centro derecha despliega una estrategia de retórica política y discursividad basada en el miedo.

Va desde evangélicos argumentando que el demonio se incuba en el Apruebo hasta múltiples rostros y generaciones de segmentos medios y populares, hablando todos desde un supuesto sentido común para rechazar. Incluso mostrando reiterados casos de personas que decían haber estado por el Apruebo y que, por la violencia y los desórdenes asociados a la opción, terminaron de convencerse que es mejor rechazar para cambiar y evitar que los mismos políticos de siempre quieran monopolizar el cambio constitucional en su propio beneficio.

El Rechazo es en definitiva una franja más simple, sin épicas rebuscadas ni argumentos políticos de fondo. Casi sin políticos en pantalla, ni grandes empresarios, sino solo gente común. Un recurso que sostiene a la política desde su ausencia, suplantada por el miedo y el pragmatismo.

Tarea pendiente

La utilidad de la franja electoral televisiva está cada vez más cuestionada. Sea por la evolución del electorado que sigue viendo televisión (mayores de 50 o de 60 años de segmentos medios y bajos, de preferencia femeninos) o por la creciente suplantación de los medios tradicionales por los nuevos medios, redes sociales y aparatos móviles para los más jóvenes. Precisamente este último segmento fue protagónico en las movilizaciones callejeras del estallido social y es el que menos ha participado históricamente en los procesos electorales.

Precisamente este último segmento fue protagónico en las movilizaciones callejeras del estallido social y es el que menos ha participado históricamente en los procesos electorales.

Será tarea del Servicio Electoral y del Consejo Nacional de Televisión revisar, modificar y mejorar las futuras franjas para la serie de elecciones de gobernadores regionales, alcaldes, concejales, diputados, senadores, constituyentes (si gana el Apruebo) y Presidente de la República, programadas para el 2021.

Tan absurda e inútil resulta en su estructura y en su visionado la actual franja que hay opciones como la del diputado independiente y ex PPD, René Alinco, quien tiene derecho a un spot que dura menos de medio segundo (0,44 centésimas). Allí no se alcanza a apreciar mensaje alguno e irónicamente, es precedido por un cartel con su nombre anunciando su franja y que dura al menos dos a tres segundos. Es decir, seis a ocho veces más que el tiempo asignado para su mensaje.

¿Alguien puede sostener –más allá de ser Alinco u otro el participante de la franja- que es útil, informativo y democrático tener menos de medio segundo de mensaje diario para plantear alguna idea de fondo o mensaje que se entienda?

¿Alguien puede sostener –más allá de ser Alinco u otro el participante de la franja- que es útil, informativo y democrático tener menos de medio segundo de mensaje diario para plantear alguna idea de fondo o mensaje que se entienda?

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