Coyuntura Nacional. El costo de la improvisación y desastroso manejo de la crisis.

por La Nueva Mirada

A confesión de parte relevo de pruebas. El ministro Mañalich ha reconocido el fracaso del equívoco juego de ensayo y error oficial para enfrentar la mortal crisis provocada por la irrupción del coronavirus. Ya es tarde, las cifras diarias de contagios y fallecidos hablan por sí solas. El ministro está perdiendo “la guerra”, como gusta definir la emergencia sanitaria. La multiplicación del número de camas y el trabajo exigido al extremo para el personal de salud se transforman en el recurso de última instancia para hacerse cargo de la debacle.

La soberbia tan evidente como estéril del titular de Salud se transforma, ahora, en lamentosa rogativa. Llorar sobre la sangre derramada de nada servirá a las víctimas de ayer, hoy y mañana. En el marco de la actual crisis, para muchos, también ya es tarde para pensar en cambios de la conducción del ministerio, menos cuando se refiere a la mano derecha de Piñera.

Llorar sobre la sangre derramada de nada servirá a las víctimas de ayer, hoy y mañana.

La crisis en curso golpea a millones de compatriotas que soportan los efectos de la masiva cesantía, la escasez de recursos básicos y el hambre. Las medidas oficiales tardías y egoístas ante la magnitud del desastre también caen por su propio peso. Así lo han demostrado, con cifras irrebatibles, prestigiados economistas – como ex presidentes del Banco Central – a quienes nadie podría imputar irresponsabilidad o “partidismo opositor”, cuando reiteran propuestas más contundentes y eficaces – para lo que existen recursos y reservas disponibles – que contrastan con los anuncios, a cuentagotas, de Hacienda

El escenario se dramatiza por la ineptitud en la implementación de las medidas oficiales, como ocurre con la lentísima entrega de las modestas canastas familiares, que con impresentables abusos propagandísticos aprovechan algunas autoridades ante la desesperación de los que viven el hambre y desprotección cotidiana.  

Aquella, se aplica improvisadamente sin tener claramente identificados sus destinatarios que, desde luego, superan el número de cajas comprometidas, sin precisarse si la recibirán por única vez o cada 15 días, tiempo máximo que puede cubrir su limitado contenido.

Se ha evidenciado hasta el cansancio la lenta, engorrosa y costosa logística que supone distribuir dos millones y medio de cajas de alimentos. La distribución habría sido imposible sin la participación de los municipios y, con todo, no existen condiciones básicas para entregar la modesta pero ansiada contribución en tiempos mínimamente razonables.

 Habría sido mucho más eficiente y digno que el gobierno resolviera – como lo sugirieron diversas organizaciones profesionales, académicas y políticas – una renta familiar básica, mínimamente suficiente para los millones de chilenos que han perdido sus empleos, definitiva o temporalmente, y sectores marginados de cualquier protección social carentes de recursos mínimos para la sobrevivencia.

Es poco defendible el desastroso manejo político y social de la crisis sanitaria aplicado por el gobierno. Con mensajes contradictorios, como su extemporáneo llamado a asumir “una nueva normalidad”, justo en los momentos en que se disparaba la curva de contagios, sin capacidad de diálogo incluso con sus propios partidarios. En contrario abusa de vacíos llamados a la unidad, el diálogo y colaboración, sin definir contenidos concretos ni apertura a considerar propuestas de instituciones académicas, profesionales y de la mayoría de los municipios. 

Es poco defendible el desastroso manejo político y social de la crisis sanitaria aplicado por el gobierno.

Su tardanza para adoptar medidas preventivas más severas para aplanar la curva de contagios, especialmente en la región metropolitana instala a Chile con las mayores cifras de contagios por número de habitantes (aún con una baja letalidad), mientras los servicios sanitarios están al borde del colapso.

¿Qué prioridades?

El publicitado y retórico llamado oficial a un gran acuerdo nacional para enfrentar la emergencia y reactivar la economía, está muy por debajo de los desafíos que Chile deberá asumir antes y después de la superación de la emergencia.

El publicitado y retórico llamado oficial a un gran acuerdo nacional para enfrentar la emergencia y reactivar la economía, está muy por debajo de los desafíos que Chile deberá asumir antes y después de la superación de la emergencia.

El país vivió un fuerte estallido social a fines del año pasado, evidenciando profundos conflictos sociales asociados a los abusos y desigualdades que marcan su estilo de desarrollo económico.

Así, la pandemia marcó un paréntesis temporal de un conflicto social mayor, no abordado ni resuelto. Ciertamente, el laborioso acuerdo alcanzado por la mayoría de los partidos políticos el pasado 15 de noviembre para abrir paso a un proceso constitucional, permitió descomprimir en parte la crisis que hoy se ve agravada y acentuada por el impacto social y económico que ha generado la pandemia»

A pesar de las condiciones de emergencia constitucional, con presencia uniformada, crecen manifestaciones de protesta no exentas de violencia. “Chile no soportaría una tercera crisis” sostienen los firmantes del documento llamando a un nuevo pacto social o acuerdo nacional.

Pero ello requiere de medidas muy de fondo para prevenir lo temido. No sólo sustentadas en defensa del orden y seguridad sino en soluciones políticas económicas y sociales que asuman en su integridad la crisis que vive el país, fuertemente agravada por los efectos de la pandemia.

Pero ello requiere de medidas muy de fondo para prevenir lo temido. No sólo sustentadas en defensa del orden y seguridad sino en soluciones políticas económicas y sociales que asuman en su integridad la crisis que vive el país, fuertemente agravada por los efectos de la pandemia.

La primera prioridad es la sanitaria, qué duda cabe. Y ello requiere de unidad nacional a la que la autoridad gubernamental poco contribuye con su errática conducción. El diálogo no ha sido un recurso al que haya apostado la soberbia de una autoridad castigada por la opinión ciudadana. Le ha penado su sordera ante las autoridades locales, abrirse a la colaboración de la comunidad organizada, como los sindicatos, juntas de vecinos, iglesias, colegios profesionales, etc.

El diálogo no ha sido un recurso al que haya apostado la soberbia de una autoridad castigada por la opinión ciudadana.

Una segunda prioridad, condición para la indispensable reactivación económica, reside en enfrentar decididamente el impacto social de la crisis. Chile está en condiciones de hacer un esfuerzo superior, como lo han demostrado diversos expertos y recomendado organismos internacionales para brindar una adecuada protección social a los sectores más vulnerables.

Ciertamente la solidaridad ciudadana juega un rol relevante. Existe una historia plagada de buenos ejemplos que se potencian hoy en las múltiples ollas comunes que comprometen a miles de vecinos, organizaciones sociales, instituciones no gubernamentales y comunidades religiosas.  Trabajadores que mantienen sus empleos se abren al aporte de un día de sueldo, también profesionales y algunos empresarios se manifiestan solidariamente.

Pero qué duda puede caber que el rol del Estado y sus autoridades es lo determinante. Difícilmente una autoridad política desacreditada y marcada por la desconfianza ciudadana – vale también para el poder legislativo entrampado en algunos debates poco presentables respecto de sus cuantiosas dietas y resistencias a las reelecciones prolongadas – puede abordar eficazmente ese desafío mayor.

Pero qué duda puede caber que el rol del Estado y sus autoridades es lo determinante.

¿Temor a un nuevo estallido social?

La post emergencia, que nadie sabe cuándo llegará, plantea nuevos desafíos. Ciertamente- ya es un lugar común afirmarlo – el país no volverá a ser lo que hace un año parecía ser.

Ciertamente- ya es un lugar común afirmarlo – el país no volverá a ser lo que hace un año parecía ser.

Hoy se especula si el país tendrá una recuperación rápida (V), como proyectan algunos organismos internacionales, una más lenta (U) o mucho más lenta (L), como apuestan algunos agoreros. Pero ello depende de muchos factores. Algunos internacionales, asociados a la capacidad de recuperación de las economías desarrolladas y los principales socios comerciales de nuestro país. Pero en medida tan importante como lo anterior, de lo que hagamos para asumir el costo mayor de la emergencia, proteger las fuentes laborales y abordar las principales causas del conflicto social.

No deja de ser significativo que un empresario como Jean Paul Luksic sostenga que hay que resolver los problemas sociales que enfrenta el país. O que el presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio afirme que Chile debiera avanzar hacia una forma de Estado de bienestar como los países europeos. Ciertamente ellos asumen que la paz y cohesión social es una condición esencial para sus propios negocios.

Ciertamente ellos asumen que la paz y cohesión social es una condición esencial para sus propios negocios.

Aparece como una exigencia ineludible que tanto el gobierno como los diversos actores políticos asuman los desafíos pendientes para hacerse cargo de una crisis que no soporta mayores improvisaciones en el futuro incierto del país.

Aparece como una exigencia ineludible que tanto el gobierno como los diversos actores políticos asuman los desafíos pendientes para hacerse cargo de una crisis que no soporta mayores improvisaciones en el futuro incierto del país.

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