La inquietud cunde en la derecha. Consumido y superado por la emergencia sanitaria su gobierno ha perdido el rumbo y el relato. Poco o nada queda del programa con que regresó a palacio Sebastián Piñera. Y mejor no hablar de los “Tiempos Mejores”.
En palabras del empresario Adolfo Ibáñez el mandatario no es más que un agravante para la crisis de conducción que se aprecia en el gobierno, incapaz de señalar un rumbo o fijar metas que generen alguna mística y adhesión de cara al futuro.
Sacudido por los acontecimientos, más allá de los límites geográficos, el oficialismo ha visto desvanecerse principios y bases programáticas que nutrían su política. En medio del naufragio la diputada María José Hoffmann – en el contexto de un seminario organizado por centros de estudios vinculados a la derecha – se preguntaba “¿fracasaron nuestras ideas?, concluyendo en que “dejamos de defenderlas hace mucho tiempo”.
Ciertamente no es tarea fácil defender el neoliberalismo, el rol subsidiario del Estado, o el libre mercado, cuando la inmensa mayoría del país, incluido el gran empresariado, demanda el auxilio estatal para enfrentar la emergencia sanitaria, ir en ayuda de los sectores más vulnerables e impulsar la reactivación económica.
El cambio de escenario y un manejo desastroso de la crisis
Ni en sus peores pesadillas, la derecha imaginó que el gobierno debería enfrentar un estallido social como el detonado el 18 de octubre, que cuestionaba las bases esenciales del actual modelo de desarrollo, las profundas desigualdades y abusos que le son consustanciales, así como la propia institucionalidad vigente. Un estallido que nunca el gobierno logró dimensionar adecuadamente, ni menos controlar.
Tampoco pudo imaginar que algún día- concretamente un 15 de noviembre de 2019- se vería arrinconada para firmar un acuerdo con la oposición que diera inicio a un proceso constituyente en donde los chilenos deberán decidir si quieren una nueva carta fundamental redactada desde una hoja en blanco (tampoco lo presentía la oposición en sus mejores sueños).
Y nadie pudo prever la pandemia que sacude al planeta, con resultados desastrosos por la errática respuesta del gobierno chileno, con los dolorosos y lamentables resultados ya develados, agregado el consiguiente impacto económico y social que continúa desbaratando las proyecciones de la autoridad.
Una crisis mayor que le ha quedado grande a la actual administración. Probablemente le habría ocurrido a cualquier gobierno, pero bien poco vale esa consideración. No es una exageración decir que la reacción fundamental fue errática y tardíos sus intentos de rectificación. Más aún cuando la ceguera, sordera y aislamiento se han concentrado en el locuaz demagogia presidencial. Hace fervientes llamados a la unidad y colaboración, pero no escucha las opiniones divergentes ni acoge reiteradas y tempranas propuestas para enmendar el rumbo extraviado.
No es una exageración decir que la reacción fundamental fue errática y tardíos sus intentos de rectificación. Más aún cuando la ceguera, sordera y aislamiento se han concentrado en el locuaz demagogia presidencial.
Su agotada estrategia dinámica o progresiva fracasó lastimosamente y hoy el país se anota entre los top -ten en materia de contagios y fallecimiento por millón de habitantes. Debió sacrificar a su empoderado ministro de salud para reemplazarlo por uno que promete mayor apertura al diálogo y rectificaciones esenciales demandadas por la comunidad científica y el Colegio Médico ante aquella errática y costosa estrategia sanitaria.
Tan desastroso como lo anterior ha sido su manejo en materia de protección social durante la emergencia. La famosa ley de protección del empleo ha permitido que más de 600.000 empresas, no todas pequeñas o medianas, suspendan temporalmente a sus trabajadores (manteniendo sus cotizaciones previsionales) mientras estos reciben un subsidio de cesantía financiada con sus propios ahorros. El bono Covid 19 alcanza la modesta y simbólica suma de $50.000 (por una vez) en tanto que las 2.500.000 cajas de alimentos, distribuidas mal y tardíamente, es ciertamente insuficiente, desgastando la credibilidad del esfuerzo cuestionado desde las mismas filas oficialistas.
El ingreso familiar de emergencia propuesto inicialmente por el gobierno ascendía a la suma de $ 65,000 por persona y no cubría el universo de las familias vulnerables. Tan sólo luego de una dura negociación, el ejecutivo aceptó elevar esa suma a $100.000 por persona, con un tope de $ 760.000 para una familia de 10 o más integrantes. Y aún se debate el universo de beneficiarios, claramente sobrepasado por las expectativas cifradas en la población que experimenta las falencias cotidianas. Los US$ 12.000,000 millones de dólares para enfrentar la emergencia se alcanzó tras un duro tira y afloja entre el gobierno y la oposición.
Y aún se debate el universo de beneficiarios, claramente sobrepasado por las expectativas cifradas en la población que experimenta las falencias cotidianas.
¿Por qué si existían los recursos o se podían reunir accediendo a los fondos soberanos y al endeudamiento internacional, el gobierno le cedió el crédito a la oposición al conseguir elevar sustantivamente el monto del ingreso familiar de emergencia y los fondos para enfrentar la emergencia?
Demasiadas veces el oficialismo se ha visto obligado a salir a defender lo indefendible y el gobierno a ceder a la presión opositora, tal como lo resienten parlamentarios de derecha.
Demasiadas veces el oficialismo se ha visto obligado a salir a defender lo indefendible y el gobierno a ceder a la presión opositora, tal como lo resienten parlamentarios de derecha.
El “legado” de Piñera y el futuro de la derecha
Ciertamente el gobierno de Piñera va a ser juzgado por la forma como ha enfrentado la emergencia sanitaria y social que vive el país. El año y medio de mandato que le resta lo enfrenta a una compleja agenda política, económica y social que condicionará no tan sólo “el juicio de la historia”, sino también el futuro de su sector.
Un primer gran tema, además de la emergencia sanitaria, es cómo el gobierno enfrentará el grave conflicto social que está latente, se acentúa y proyecta desde un escenario presente plagado de tensiones.
El marco de entendimiento alcanzado en la mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición establece un marco de gasto por 12.000 millones de dólares para enfrentar la emergencia sanitaria e impulsar la reactivación económica, para los próximos 24 meses. La pregunta, con respuesta predecible, es si el monto es suficiente.
Una segunda interrogante es como se distribuirá el apoyo comprometido. Todo apunta que no bastará asegurar un ingreso familiar de emergencia para los próximos tres o cuatro meses. Parece más que pertinente avanzar hacia un ingreso familiar garantizado como proponen algunos organismos internacionales, asumiendo que la emergencia se prolongará en el tiempo y que la recuperación económica será más lenta, como lo proyecta el Fondo Monetario Internacional. En esa dirección el desafío mayor tiene que ver con un nuevo modelo de protección social, algo más que candente y complejo en el actual escenario político.
Una segunda interrogante es como se distribuirá el apoyo comprometido. Todo apunta que no bastará asegurar un ingreso familiar de emergencia para los próximos tres o cuatro meses.
Ya está abierta la interrogante respecto de la reactivación económica, que parece ser la preocupación central del gobierno y el empresariado, en el contexto de un orden y paz social para nada garantizados y dependiente hoy de una presencia militar por el instaurado Estado de Excepción.
¿Qué rol le corresponderá al Estado para impulsar la reactivación y cuál al sector privado?, es una interrogante que inquieta al gran empresariado y la mayoría del oficialismo firmes partidarios del Estado subsidiario.
¿Qué rol le corresponderá al Estado para impulsar la reactivación y cuál al sector privado?
¿En qué condiciones el Estado puede acudir en auxilio de grandes empresas que hoy enfrentan problemas de liquidez e incluso de viabilidad? ¿Califica LATAM que, hoy por hoy, es un holding internacional con domicilio en un paraíso fiscal?
Los desafíos post pandemia
En el terreno propiamente político, el país enfrenta un intenso cronograma institucional y electoral que, con creciente intensidad, sectores de derecha postulan “simplificar” o “racionalizar”. Incluso omitiendo el plebiscito de entrada o entregando las facultades constituyentes al congreso que deberá renovarse el año próximo.
deben admitir que no representan a toda la derecha, ni tiene el respaldo mayoritario del país.
Los sectores más duros de la derecha (incluido el extremismo de JAK) tienen todo el derecho a oponerse al proceso constituyente, defender sus ideas neoliberales y conservadoras, así como sus intentos de restauración del viejo orden, pero deben admitir que no representan a toda la derecha, ni tiene el respaldo mayoritario del país.
No tan sólo la suerte del gobierno y los diversos sectores políticos se juega en este año y medio que le resta de mandato al debilitado Sebastián Piñera. En lo esencial se juega el futuro del país. El escenario post pandemia enfrentará a las fuerzas partidarias de la restauración del viejo orden, con los sectores que asumen que nada volverá a ser como antes de 18 de octubre y la emergencia sanitaria.
No tan sólo la suerte del gobierno y los diversos sectores políticos se juega en este año y medio que le resta de mandato al debilitado Sebastián Piñera.
En aquella perspectiva se inscriben no sólo los sectores opositores y un vasto movimiento social, también un ámbito de derecha que asume la inevitabilidad del cambio y las transformaciones, así como sectores del propio empresariado, que entienden que una mayor cohesión y paz social son condiciones indispensables para el desarrollo futuro del país.
En definitiva, se proyecta un nuevo escenario donde una ciudadanía que toma distancia de los actuales protagonistas partidarios y autoridades desgastadas deberá resolver soberanamente ante propuestas que den debida cuenta de una nueva realidad y los desafíos de futuro.
No hay otro camino. Así funcionan las democracias.
1 comment
Muy buen artículo. Una mirada aguda a nuestra realidad. En el ojo del huracán, lograr mirar el horizonte no está nada de fácil