por Mario Waissbluth
Un ensayo político, provocativo y cuestionador de lugares comunes, que suelen rodear el debate sobre la educación del futuro y sus prioridades en nuestro continente, es el que propone el autor.
El fundador de Educación 2020 detecta y distingue los desafíos que, en distinto grado, marcan la educación en diferentes países de Latinoamérica. Un acento en la prioridad por enfrentar la inequidad existente en el ámbito de la formación preescolar marca un desafío a privilegiar en los planes educacionales.
Ello implica apostar a una educación inicial, universal y de calidad, en circunstancias que, actualmente, el gasto per cápita de los gobiernos de la región es tres veces menor para niños entre 0 y 5 años que el asignado a los de entre 6 y 11 años. Ello involucraría no solo ampliar sustantivamente la actual cobertura, con la consiguiente formación de profesionales por niño, en niveles estándares superiores, apuntando a los que hoy tienen los países avanzados de la OCDE.
Valorizando la existencia de 16 mejores prácticas internacionales, cuestiona mitos como que las salas no deben contar con muchos alumnos, que más horas de clases mejoran el rendimiento, o la virtud de incorporar cualquier tecnología. Nada puede suplir al buen docente y un ambiente estimulante en el aula.
En esa perspectiva Waissbluth reafirma “como la educación inicial es la base de la pirámide, y dado que la formación de profesionales bien calificados es la limitante esencial, no es exagerado decir que esta política pública específica y una carrera docente parvularia atractiva constituyen el cuello de botella que requiere la mayor urgencia de resolución para la construcción de todo el edificio educativo”.
En la misma línea apuesta a que la estimulación infantil de 0 a 3 años, debe dirigirse, en caso de los niños más desaventajados, en conjunto con sus familiares, con participación activa de sus cuidadores, quedando obsoleto el modelo actual de sala cuna o guardería infantil.
Junto con cuestionar algunos mitos, como privilegiar la cobertura, castigando la calidad, el autor valora buenas prácticas en ejercicio, como la aplicada en sectores de Méjico, con redes de tutoría, donde los propios alumnos se apoyan entre sí “aprendiendo a aprender”. Valorizando la existencia de 16 mejores prácticas internacionales, cuestiona mitos como que las salas no deben contar con muchos alumnos, que más horas de clases mejoran el rendimiento, o la virtud de incorporar cualquier tecnología. Nada puede suplir al buen docente y un ambiente estimulante en el aula.
Una lectura necesaria en tiempos de tanto verbo erróneo asociado a la reforma educacional. Un texto marcado por la pasión del autor para una nueva educación del siglo en curso. Un desafío más que complejo, pero abordable.