Tanto Freud como Lacan eran asiduos en analizar a los escritores a través de sus obras narrativas. Ambos psiquiatras buscaban encontrar patologías mentales traspasadas a las letras. Basándose en el trabajo del padre del Psicoanálisis es que Charles Mauron creó –posteriormente- el análisis Psicocrítico.
James Joyce (al igual que William Faulkner) fue uno de los autores que más influyó a los escritores del Boom Latinoamericano y esto por su arrojo de romper con las reglas imperantes de la literatura, en donde el narrador era un soberano cuya palabra no se cuestionaba y el relato lineal contaba una historia sin dar mayor importancia al sentir interno de los personajes.
Su principal obra, o quizá la más famosa, es Ulysses (1922) que narra el devenir de “Leopold Bloom” y “Stephen Dedalus” por Dublín durante el 16 de junio de 1904, un día que aparentemente era como cualquier otro. A través de la cotidianeidad, Joyce explora la muerte, la religión, el sexo, el arte y la política. Lo interesante es que la novela rompió con las normas literarias al utilizar el “flujo de consciencia” –stream of consciousness-, “técnica que consiste en expresar los pensamientos de los personajes prescindiendo de una secuencia lógica, imitando así lo que ocurre en el pensamiento real. La culminación de esta técnica narrativa se consigue en el cierre de la novela con el famoso monólogo de ‘Molly Bloom’”, comenta Alejandra Crespin en Revista de Letras. Es en este monólogo donde, sin signos de puntuación, Joyce narra de manera deshinibida el pensamiento a través de 69 páginas y con solo ocho puntos aparte.
«Joyce ha sido uno de los autores extranjeros que más ha influido en la literatura (…) su escritura, desde Dublineses hasta Finnegans Wake, absorbe e incorpora lo mejor de las vanguardias europeas, desde el expresionismo al surrealismo, desde una posición periférica, de país colonizado y en proceso de descolonización: demuestra que la modernidad es posible en todas partes, que la vanguardia no es el coto privado de los países centrales«, analiza el escritor, crítico y traductor Carlos Gamerro.
Y es precisamete esta característica narrativa –que tanto embelesa a los analistas- la que trascendió la literatura y llevó a Joyce a ser psicoanalizado por Sigmund Freud y Jacques Lacan, forjando el camino para lo que tiempo después Charles Mauron llamaría “Análisis Psicocrítico”.
¿Estaba loco?
Lacan y Freud, tras leer a Joyce, se preguntan si el autor “estaba loco” y en base a esta interrogante redactan el capitulo V del Seminario 23 “El síntoma”. “El cuestionamiento se lo formulan con el suficiente rigor como para dejar, casi por completo, de lado los llamados por la psiquiatría ‘rasgos paranoicos’ para apoyar su presunción diagnóstica”, explica la docente y psicoanalista Miriam Chorne.
La base del análisis de Freud y Lacan parte en las ideas de persecución y reacciones hostiles que encuentran en su literatura, además de su conocido carácter peleonero. Toman además en cuenta las palabras de Jaques Aubert –interlocutor sobre Joyce para Lacan-, quien lo consideraba un hombre megalomaníaco y narcisista.
“Lacan considera que un síntoma fundamental de Joyce que sí permite el diagnóstico es su manejo del lenguaje (…) El paciente había comenzado con un síntoma, que él mismo nombraba como palabras impuestas, es decir, palabras que se inmiscuían en su pensamiento más íntimo y de las que el enfermo no podía reconocerse como su enunciador. Podemos decir que el enfermo asistía al discurso del Otro, pero bajo una forma directa, sin el pacificante desconocimiento de la inversión que nos hace creer que hablamos, cuando somos en verdad, hablados”, explica Chorne.
Este análisis psicoanalítico de Joyce toma en cuenta trascendidos de la vida íntima del autor que se contraponen a fragmentos de su obra. Se le asigna una gran importancia a la relación que tuvo con Lucía, “si hay algo verdaderamente loco en Joyce es su convicción respecto de la clarividencia de su hija”, explica Lacan.
Sin embargo, este análisis no permite abordar correctamente la obra y a través de ella conocer al autor. De ahí la importancia del aporte de Charles Mauron al análisis literario universal.
Metodología en cuatro etapas
La Psicocrítica es un método de análisis literario perfeccionado por el francés Charles Mauron en su texto Des métaphores obsédantes au mythe personnel. Introduction á la psichocritique, donde usa las bases del Psicoanálisis, especialmente los conceptos Yo, Ello y Superyó para el estudio de la obra.
Lo que se pretende es encontrar las imágenes y metáforas que se repiten de manera constante y que son perceptibles para quien conoce un determinado texto. Esta metodología es una manera de aplicar el Psicoanálisis a una obra literaria y consta de cuatro etapas
Primero, se toman diversas obras de un autor que se superponen, de manera que queden de manifiesto sus caracteres estructurales obsesivos. Se trata de la superposición aleatoria de textos, es decir buscar en las novelas o cuentos escogidos textos al azar y compararlos, como si se tratara de la asociación libre de ideas del análisis psicoanalítico.
Lo que se revela de esta manera, se estudia tratando de ver cómo los agrupamientos de imágenes se repiten y se modifican. El fin es establecer las metáforas obsesivas, entiéndase como las imágenes que aparecen reiteradamente y sin motivo aparente.
La tercera fase parte cuando ya el material ordenado se interpreta según el pensamiento psicoanalítico y se llega, de esta manera, a una cierta imagen de la personalidad inconsciente del escritor. En este punto se señalan las figuras míticas, que son todas aquellas situaciones que obsesionan al autor y esto se induce gracias al análisis de los tópicos freudianos del Yo, Ello y Superyó.
Finalmente, como contraprueba, se verifica en la biografía del autor la exactitud de esta imagen, lo cual resulta importante, ya que la personalidad inconsciente enlaza al hombre y al escritor.
Si hacemos un poco de historia, fue en 1923 cuando Freud planteó que para entender el comportamiento humano hay que realizar una diferenciación de lo psíquico entre lo consciente y lo inconsciente. Comprendiendo que lo consciente se basa en la percepción inmediata y segura, pero al mismo tiempo transitoria, y el inconsciente es puramente instinto. Además, están los procesos psíquicos que, sin llegar a ser conscientes, “pueden provocar en la vida anímica las más diversas consecuencias, algunas de las cuales llegan a hacerse conscientes como nuevas representaciones”, explica el médico austriaco.
Cuando el inconsciente no logra hacerse consciente es porque hay energías que se oponen. Este punto dio origen a la teoría psicoanalítica y es cuando Freud comienza a hablar del Yo y el Ello. “El Yo representa lo que pudiéramos llamar la razón o la reflexión, opuestamente al Ello, que contiene las pasiones”, expone. La investigación de Freud buscaba entender por qué el Ello no logra manifestarse libremente, es decir, por qué el ser humano no lleva a cabo todos sus deseos y lo atribuyó a la represión. “Lo reprimido es, para nosotros, el prototipo de lo inconsciente. (…) Se nos presentan dos clases de inconsciente: lo inconsciente latente, capaz de consciencia, y lo reprimido, incapaz de consciencia”.
El tercer componente de la psiquis, el Superyó, Freud lo definió como la conciencia moral, “o quizá como sentimiento inconsciente de culpabilidad”. Por una parte, está el deseo, el Ello; por otra la represión de éste, el Superyó; y finalmente lo que se muestra al mundo exterior, el Yo.
Se puede decir que el primero en analizar psicoanalíticamente la literatura fue el mismo Freud, amante de los textos clásicos, y lo hizo con Edipo Rey de Sófocles y Hamlet de William Shakespeare, entre otras obras. Anne-Cécile Druet señala en La introducción del psicoanálisis en la literatura española a través de su representación que fue a finales de los años 20 cuando apareció el concepto freudiano en una creación literaria a través de referencias explícitas en la temática de la teoría psicoanalítica. Se trata de la obra de teatro Sinrazón (1928) de Ignacio Sánchez Mejías; seguida de Las Adelfas (1928) de Manuel y Antonio Machado; Fedra (1932) de Llorenç Villalonga; y de la novela La túnica de Neso (1929) de Juan José Domenchina.
Citando a Italo Svevo, Druet señala que “Freud era un gran hombre, pero más para los escritores que para los enfermos’”, en el sentido que los autores –anteriormente señalados- utilizaron la teoría psicoanalítica para dar contenido a sus obras y “como modo de sacar a la luz las motivaciones inconscientes de los personajes”.
El psicólogo clínico Carlos Rey plantea el por qué la literatura y el psicoanálisis van de la mano, al señalar que “comparten el mismo origen pero que toman distintos itinerarios para llegar a un mismo fin: la simbolización (…) [que] aspira a la representación metafórica. El mismo Freud pensaba que ambas disciplinas eran líneas de pensamiento separadas, pero con puntos de intersección: el desvelamiento de los enigmas de la condición humana”.
Cuando Mauron plantea la teoría Psicocrítica, señala que el fin de conocer los textos de un autor es desentrañar la psique del mismo. Aplicando este postulado es pertinente aclarar que Freud se interesaba profundamente por las biografías de sus autores literarios favoritos, destacando la etapa de la infancia, en donde, decía, residía todo “el secreto de la creación artística, el ars poetica”, como lo llama Rey, y de no conocer estos datos es cuando el médico austriaco se centraba en los textos, en los escritos, para hacer visible lo que permanecía oculto.
Cuando Chales Mauron planteó la teoría Psicocrítica lo hizo con el fin de aumentar el entendimiento de las obras literarias desde su génesis. La idea de analizar bajo este punto de vista los textos nació luego que Mauron constatara, en 1938, la presencia de “una red de ‘metáforas obsesivas” en la obra de Stéphane Mallarmé.
Siguiendo con los estudios, en 1954 Mauron tomó los textos de Jean Racine y formuló la hipótesis del “‘mito personal’ propio a cada escritor y objetivamente definible (…). Así se formó, el método Psicocrítico”. La importancia de la obra de Mallarme radica en que le permitió a Mauron establecer “la presencia constatable en varios textos del mismo autor de redes fijas de asociaciones, de las cuales uno puede dudar en gran medida de que sean deseadas”, como explica él mismo. Es decir que fueran consientes. “El objeto de su estudio, lo limita a la personalidad inconsciente del escritor y su fin es integrar y no reemplazar una crítica total (…). La Psicocrítica afirma aumentar nuestra comprensión de las obras literarias simplemente descubriendo en ellas los textos de hechos y relaciones que hasta ahora se han pasado por alto o no se han percibido lo suficiente y de los cuales la personalidad inconsciente del escritor es la fuente”, agrega Mauron.
En palabras simples, la Psicocrítica busca “aumentar nuestra comprensión de las obras literarias simplemente descubriendo en ellas los textos de hechos y relaciones que hasta ahora se han pasado por alto o no se han percibido lo suficiente”. La teoría que Mauron estaba forjando terminó de tomar forma cuando se popularizaron los trabajos científicos de Freud y Jung, haciendo que el concepto de Inconsciente dejara de ser misterioso; se había vuelto algo natural (y por qué no decirlo, en algunos casos, patológicos). Para Mauron, desde ese momento “la crítica literaria no podría ‘desintegrarse’ de este desarrollo científico”.