POR PATRICIO ESCOBAR
BARCELONA, ESPAÑA
Pocas veces se vivió tanta expectación por un proceso electoral, como el del 28 de abril pasado en España. Esto incidió en un aumento significativo de la participación, que se elevó desde el 69,8% el año 2016 hasta el 75,8% en este último. Si bien, está por debajo del 80,0% histórico del primer triunfo de Felipe González, ciertamente es un nivel altísimo, en el contexto del abstencionismo imperante en el mundo cuarenta años después.
El resultado que favoreció al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), confirma que los ciclos políticos de alternancia derecha – izquierda, tienen como variable central el nivel de abstención. Cuando la ciudadanía descontenta se vuelca a las urnas, favorece a la izquierda y luego cuando se desilusiona de su gestión, se abstiene y favorece con ello a la derecha, que cuenta con un electorado más fiel.
Cuando la ciudadanía descontenta se vuelca a las urnas, favorece a la izquierda y luego cuando se desilusiona de su gestión, se abstiene y favorece con ello a la derecha, que cuenta con un electorado más fiel.
El factor que más atención concitaba en estas elecciones, era la amenaza de un eventual gobierno de extrema derecha, resultado de la alianza del Partido Popular (PP), Ciudadanos (Cs) y Vox. A pesar de lo inquietante que resultaba su sola mención, no parecía tan probable según las encuestas. ¿Pero cómo se había llegado hasta acá?
La derecha que retornó al poder de la mano del PP en el año 2011, lo hizo catapultada por el colapso de la economía española, que elevó la desocupación por encima del 25%, en el contexto de la crisis mundial que se llevó por delante a buena parte de los gobiernos de los países desarrollados.
La derecha que retornó al poder de la mano del PP en el año 2011, lo hizo catapultada por el colapso de la economía española, que elevó la desocupación por encima del 25%, en el contexto de la crisis mundial que se llevó por delante a buena parte de los gobiernos de los países desarrollados. Con mayoría absoluta, impuso una política marcada por fuertes retrocesos en derechos sociales, libertades y una corrupción galopante. Prácticamente la totalidad de la dirección nacional y la de varias regiones del PP están procesadas o directamente en la cárcel, partiendo por el antiguo tesorero. Tanto así, que el último fallo de los tribunales, señaló que la “organización” era responsable de diversos delitos, lo que precipitó la moción de censura de junio del año pasado, que acabó con el gobierno de Mariano Rajoy.
Como proceso subyacente, la crisis del problema catalán se venía cocinando a fuego lento desde el año 2005 y alcanzó su máximo nivel cuando en las elecciones del 2017, las fuerzas independentistas, con un programa de ruptura con España, alcanzaron la mayoría parlamentaria para formar gobierno e iniciar el proceso de materialización de la independencia. Frente a esto, el gobierno español reaccionó de la peor manera y con una absoluta ausencia de iniciativas políticas, teniendo solo la represión como respuesta y sin mencionar una sola palabra que invitara a los catalanes a permanecer en España, al menos a los indecisos.
Como proceso subyacente, la crisis del problema catalán se venía cocinando a fuego lento desde el año 2005 y alcanzó su máximo nivel cuando en las elecciones del 2017, las fuerzas independentistas, con un programa de ruptura con España, alcanzaron la mayoría parlamentaria para formar gobierno e iniciar el proceso de materialización de la independencia. Frente a esto, el gobierno español reaccionó de la peor manera y con una absoluta ausencia de iniciativas políticas, teniendo solo la represión como respuesta y sin mencionar una sola palabra que invitara a los catalanes a permanecer en España, al menos a los indecisos.
No solo no se evitó el auge del soberanismo. Probablemente lo más importante, a mediano plazo, es que se perdió la batalla por el relato. Los independentistas reciben golpes y son encarcelados o exiliados por querer materializar pacíficamente, mediante un referéndum, su opción por la independencia. Mientras que el unionismo despliega una fuerza desproporcionada y arbitraria para impedirlo. Esta visión es bastante extendida nacional e internacionalmente en Europa. Se estima que cerca del 80% de los catalanes, desea la realización de un referéndum legal y vinculante para definir la independencia. Por otra parte, ni Alemania ni Bélgica ni Escocia han aceptado extraditar a los ministros catalanes exiliados, manifestando incomodidad frente a las exigencias y presiones del gobierno de España.
Se estima que cerca del 80% de los catalanes, desea la realización de un referéndum legal y vinculante para definir la independencia. Por otra parte, ni Alemania ni Bélgica ni Escocia han aceptado extraditar a los ministros catalanes exiliados, manifestando incomodidad frente a las exigencias y presiones del gobierno de España.
Aquella postura radical en contra de los independentistas fue escalando con el paso del tiempo y en ese camino Cs entendió que tomando una postura más radical que el PP, lograría la hegemonía del sector. En esa competencia por quién se posicionaba más radicalmente y vociferaba más, fueron surgiendo temas aledaños que contribuyeron a dibujar un panorama programático profundamente reaccionario y en constante radicalización. Hasta que llegó el momento en que las propuestas comenzaron a parecerse a las barbaridades que de vez en cuando lograba poner en los medios una organización marginal, filofascista y defensora del espíritu del franquismo: Vox.
Todos se habían vuelto ultraderechistas, pero el verdadero portaestandarte seguía siendo Vox y desde su radicalidad disparaba contra todo y todos. Al PP y a Cs les llama “derechita cobarde”. No es necesario extenderse respecto a su opinión respecto a los demás y particularmente de “aquellos que quieren romper España”.
En definitiva, la derecha se radicalizó hasta el punto de resucitar al fascismo y ello les ha permitido formar gobierno en Andalucía. Sin embargo, la derecha española se mueve en aguas que no le son naturalmente familiares. El PP, particularmente durante el periodo de Aznar, era una organización profundamente reaccionaria, confesional y portadora de un ideario retrógrado, pero no mostraba un tinte fascista. Cs nació como un partido liberal, tanto en lo político como en lo económico y sus conflictos fundamentales con las políticas socialistas eran por el rol del Estado y poco más. Pero en cinco años han experimentado un drástico giro a la derecha, llegando a competir por quién puede llegar a ser más ultra. La derecha leyó que la sociedad española quería sangre (independentista por cierto) y se dejó llevar por ese derrotero.
El PP, particularmente durante el periodo de Aznar, era una organización profundamente reaccionaria, confesional y portadora de un ideario retrógrado, pero no mostraba un tinte fascista. Cs nació como un partido liberal, tanto en lo político como en lo económico y sus conflictos fundamentales con las políticas socialistas eran por el rol del Estado y poco más. Pero en cinco años han experimentado un drástico giro a la derecha, llegando a competir por quién puede llegar a ser más ultra. La derecha leyó que la sociedad española quería sangre (independentista por cierto) y se dejó llevar por ese derrotero.
Por otra parte, el otro actor del binomio político español, el PSOE, venía de una situación compleja. La crisis mundial lo encontró en el gobierno y la gestión realizada, no muy distinta a la del resto de países de Europa, que siguieron las directrices del BCE, condujo a una crisis de ocupación (cinco millones de desempleados) y a una profunda recesión. En ese contexto, no había posibilidad alguna de ganar las elecciones del año 2011. La travesía del desierto fue larga y acabó con parte de la dirigencia de ese periodo. Este ciclo se cierra con el ascenso de una figura joven y dinámica, pero sin muchas luces ni triunfos electorales: Pedro Sánchez.
La travesía del desierto fue larga y acabó con parte de la dirigencia de ese periodo. Este ciclo se cierra con el ascenso de una figura joven y dinámica, pero sin muchas luces ni triunfos electorales: Pedro Sánchez.
Pero el PSOE no solo había sido desalojado del gobierno y perdido dramáticamente las elecciones. Desde el año 2015 enfrentaba un fuerte desafío desde la izquierda por parte de Podemos. Organización surgida luego de las manifestaciones sociales de descontento con la política de austeridad del PP. Frente a un partido dominado, directa o indirectamente, por veteranos conservadores como Alfonso Guerra, Felipe González o José Blanco, que habían vivido del bipartidismo durante cuarenta años, Podemos surgía como una fuerza nueva que aglutinaba a los jóvenes y a los desencantados.
Pedro Sánchez, quiso agiornar al PSOE mediante una alianza con Podemos, pero chocó con la nomenclatura socialista que se lo impidió, al punto que tuvo que renunciar a la Secretaría General. Pudo retornó por la vía de unas elecciones primarias en que la base le dio su apoyo.
Pedro Sánchez, quiso agiornar al PSOE mediante una alianza con Podemos, pero chocó con la nomenclatura socialista que se lo impidió, al punto que tuvo que renunciar a la Secretaría General. Pudo retornó por la vía de unas elecciones primarias en que la base le dio su apoyo.
Las cosas no le iban mal, pero le explotó en las manos el caso catalán y si bien no se radicalizó particularmente en defensa de la Constitución del ’78 y la “unidad de España”, se plegó torpe y acríticamente a las políticas del PP, quedando subsumido en el “Bloque Constitucionalista” que impuso el artículo 155 de la Constitución e intervino Catalunya.
El año pasado Sánchez encabezó una moción de censura contra el gobierno de Rajoy, convirtiéndose por esa vía en el nuevo Presidente. Para ello requirió del apoyo de los partidos catalanes. Sin embargo, su incapacidad de establecer y defender una salida política para el caso catalán, le impidió mantener ese apoyo para su propuesta de presupuestos generales y ello le obligó a llamar a las elecciones del 28 de abril pasado.
El año pasado Sánchez encabezó una moción de censura contra el gobierno de Rajoy, convirtiéndose por esa vía en el nuevo Presidente. Para ello requirió del apoyo de los partidos catalanes. Sin embargo, su incapacidad de establecer y defender una salida política para el caso catalán, le impidió mantener ese apoyo para su propuesta de presupuestos generales y ello le obligó a llamar a las elecciones del 28 de abril pasado.
Singular ha sido el tránsito de Podemos. Emergió como una gran apuesta del progresismo y estuvo cerca de desbancar al PSOE en las elecciones del año 2016, pero fracasó rotundamente en su empeño, transformándose en un partido más. Sus denuncias en contra de una “casta” de políticos profesionales, quedaron en el vacío al transformarse en parte de lo mismo.
Así se llegó al reciente escenario. Si existía el riesgo de un triunfo de la ultraderecha, también lo parecía una mayoría absoluta del PSOE, cuyas políticas, están constreñidas por el hecho de ser “un partido de Estado” como el mismo se denomina. Sin la decisión de enfrentar un problema hasta hoy insoluble, como el de Catalunya. Aunque, desde el año 2010, crezca el apoyo electoral al independentismo, la institucionalidad en ese ámbito no parece permeable.
El PSOE ganó, pero está obligado a pactar para formar gobierno. Puede hacerlo hacia la izquierda con Podemos, pero no le alcanza. Podría convocar al independentismo vasco y catalán. Improbable parece un giro hacia Cs, como anhelan IBEX 35 o las grandes empresas de España. Cs tampoco parece disponible. La interrogante está abierta.
El PSOE ganó, pero está obligado a pactar para formar gobierno. Puede hacerlo hacia la izquierda con Podemos, pero no le alcanza. Podría convocar al independentismo vasco y catalán. Improbable parece un giro hacia Cs, como anhelan IBEX 35 o las grandes empresas de España. Cs tampoco parece disponible. La interrogante está abierta.
Los partidos nacionales pusieron a Catalunya en el centro del proceso electoral, pero sin una política que aborde definitivamente el problema (como sería un referéndum), difícilmente habrá gobierno estable en España.