En octubre de este año se cumplen los 100 años del Manifiesto del Surrealismo (“este secreto poco conocido”, según Octavio Paz) y desde las tinieblas de la memoria emerge una bella y extraordinaria mujer chilena, pálida y elegante, “arquitecta” surrealista, la tercera esposa de André Breton, su musa para el notable Arcano 17(uno de los libros más apasionantes, reveladores y poéticos en la historia del Surrealismo y de la literatura universal), su viuda para la eternidad, hoy reencontrada en Francia y Chile.
Si bien fue en 1919 cuando André Breton y Philippe Soupalt comenzaron sus experimentos con la “escritura automatizada” en Campos magnéticos (escribir luego de varios días sin dormir, método ya usado por autores como Gérard de Nerval, Rimbaud, Apollinaire y en especial el uruguayo Conde de Lautréamont)., iniciando así el movimiento surrealista, recién el 15 de octubre 1924, Breton publicó el Manifiesto del Surrealismo, un documento nacido de la guerra y la posguerra donde el poeta concluía que solo una revolución de la mente podría cambiar los traumas de esa realidad.
Elisa Latte Elena Bindhoff nació en Viña del Mar, en el seno de una familia alemana de clase media alta avecindada en Chile. Elisa, que para muchos pasó a la historia como Elisa Breton, artista francesa de origen chileno, pero no reconocida como tal, quizás porque la olvidamos durante mucho tiempo, fue la tercera esposa de André Breton. Elisa tocaba el piano, hablaba varios idiomas y quedó huérfana muy niña cuando su padre desapareció durante la primera guerra mundial enrolado en un barco como traductor de español.
Su primer marido fue Benjamín Claro Velasco, un destacado político, ministro de varios gobiernos de Chile y padre de su única hija, Ximena, con la que luego de divorciarse, viajó a Nueva York donde ambas se instalaron. Ximena murió trágicamente ahogada en 1943, a la edad de 17 años mientras practicaba navegación con unas amigas en el campamento donde vacacionaba. Es posible imaginar la devastación que sufrió Elisa quien, producto de esta pérdida, se debilitó de tal manera que contrajo el tifus que en aquel tiempo era considerado incurable, pero del cual afortunadamente se recuperó después de un tiempo hospitalizada y al ser tratada pioneramente con penicilina, fármaco que se encontraba en su etapa experimental, convirtiéndose así en la primera mujer a la que le aplicó.
“Cuando el destino te trajo a mi encuentro yo me encontraba bajo la más enorme sombra. Comprendí apenas te vi aparecer, apenas oí tus primeras palabras que en cierto curso desesperado, vertiginoso e incontenible de pensamientos en el cual la máquina mental está tan fuertemente wound up que se sale de sus soportes, yo debo haber tocado uno de esos polos que permanecen generalmente fuera de alcance, activado por el azar, esa campana oculta que hace sonar su extraordinaria alarma por ayuda”, le escribió a su musa chilena en Arcano 17, con ilustraciones del también chileno y también surrealista, Roberto Matta.
En diciembre de ese mismo año, todavía devastada por el dolor, conoció en el restaurante francés Larre´s de Nueva York, al que probablemente fue el amor de su vida: André Breton quien vivía en la misma calle y frecuentaba habitualmente este lugar. Al ver entrar a esta estilizada y melancólica mujer de bellos ojos tristes, se auto presentó como un escritor y poeta francés (lo que era cierto) y le pidió permiso para conversar algunos minutos. Fue “amor a primera vista”, quizás porque ambos se encontraban sumidos en la tristeza, por diferentes razones. Breton diría más tarde que, Elisa fue como una ventana abierta en un cuarto oscuro. Un flechazo que los unió y potenció sus talentos.
Dicen que él se enamoró de sus ojos y ella de su genio
Un par de meses después viajaron juntos por la península de Gaspé en el noreste de Canadá (viaje que inspiró Arcano 17 y donde se encuentra una referencia a la muerte de la hija de Elisa en el último cuarteto en prosa y la compara con la muerte y resurrección del dios egipcio Osiris. Al año siguiente, en 1945, se casaron en Nevada, el mismo día en que Breton logró el divorcio de su segunda esposa y pasaron su luna de miel en la reserva india de los Hopi.
Una vez terminada la Segunda Guerra mundial se trasladaron a París a un departamento muy cerca del Moulin Rouge.
Casi veinte años duró este matrimonio que solo fue interrumpido por la muerte de André en 1966, lo que la transformó en su viuda y pilar del Grupo Surrealista de París escribiendo uno de los capítulos de Le Surréalisme et la Peinture y colaborando con varias revistas como Médium y Le Surréalisme meme. Es cierto que no fue tan conocida como otros artistas del grupo, pero su talento quedó plasmado en collages, poemas/objeto, cajas surrealistas y esculturas.
Actualmente, el Centro Pompidou de París, que cuenta con una de las mayores colecciones de arte surrealista del mundo, ha organizado una de las exposiciones más grandes y la ha llamado ¡IMAGINAR! 100 años de surrealismo internacional que se exhibe desde fines de febrero en Bruselas y que se trasladará a París en septiembre para continuar su viaje por otras locaciones de Europa y terminar en Filadelfia, USA, en el 2026.
La figura de Elisa, una alucinante creadora que revive en Francia y se empieza a recordar en Chile, es destacada en el sitio web del Centre Pompidou por su destacada coautoría en la elaboración del Muro de Breton (gabinete de una delirante y estremecedora belleza y conformada por 255 piezas entre máscaras tribales, objetos de distintas culturas de África y Oceanía, pinturas de Joan Miró y Picabia, muñecas, fósiles y otros y que durante décadas permaneció en el taller de la pareja en la Rue de la Fontaine). Es más, el Centre la llama “la otra arquitecta” esta monumental obra.
Luna como séptima casa en mi tema astral
Veo la Venus del Sur
Que nace no ya de la espuma del mar
Sino de una ola de azurita en Chuquicamata
Chile
De los zarcillos araucanos como pozos de luna
Tú que prestas a las mujeres los más bellos ojos de bruma
Tocados por una pluma de cóndor
Chile. Fragmento del poema El menor rescate. Al país de Elisa, André Breton
En Chile, Ernesto Muñoz, curador e historiador del arte, ha montado en el palacio Vergara de Viña del Mar, la muestra colectiva Elisa, 100 años del Surrealismo, con la participación de una veintena de artistas. En las amplias salas del Palacio se reivindica la trascendencia de la surrealista viñamarina a través de impresos en grandes dimensiones de una fotografía de su juventud, el poema que le dedicara Breton a ella y Chile titulado El menor rescate y la exposición de pinturas, esculturas, dibujos y cajas realizadas de artistas nacionales ligados al surrealismo como Magda Benavente, Aldo Alcota, Verónica Cabanillas, Roberto Yáñez, José Duarte, Carlos Delgado, René Ortega, Susana Wald y Ludwig Zeller, entre otros y, también el sugerente retrato fotográfico de la pintora y crítica de arte Sara Malvar, traductora al castellano del Primer Manifiesto Surrealista de Breton.
El amor es cuando el deseo de estar juntos es infinitamente más grande que el deseo de estar separados, André Breton
Breton, como ya se dijo, falleció en 1966 y no pudo ver con qué fuerza el movimiento surrealista ha construido un camino imborrable a lo largo del siglo XX y también el XXI, pero indudablemente, Elisa, que falleció en el 2000 y se negó a vender o deshacerse de toda la obra de Breton mientras vivió, alcanzó a ver parte de su efecto no solo en la escritura, sino también en la pintura, la música, el cine y, en todo el quehacer artístico.
Es más, el propio Breton, en su Primer Manifiesto, escribió:
“El surrealismo no permite que quienes han recurrido a él lo abandonen cuando quieran. Todo lleva a creer que actúa sobre el espíritu del mismo modo que los narcóticos; como éstos, crea un cierto estado de necesidad y puede empujar al hombre a terribles revueltas. […] Las imágenes surrealistas funcionan como las del opio que el hombre ya no evoca, pero que se le ofrecen espontáneamente, despóticamente. No puede despedirlos; porque la voluntad está sin fuerza y ya no controla las facultades”.
Aunque hay pocos detalles de la vida diaria de Breton con Elisa, ella fue su última y más duradera esposa y, un inestable amoroso como André, pareció serenarse en su compañía ya que apenas tuvo dos escarceos amorosos durante su convivencia, dicen que mayormente platónicos. Elisa fue su compañera y amante para el resto de su vida.
André Breton a su muerte fue enterrado en el cementerio de Batignolles, Francia. Elisa, al fallecer en el 2000, fue a hacerle compañía y a reposar eternamente juntos.
3 comments
Muy interesante artículo, que bueno conocer de Elisa y su continuación al surrealismo.
Excelente recuerdo de una serrealusta que desconocíamos Despiertan las ganas de visitar su muestra en Europa y Chile.
La estupenda Elisa, merecía sin duda alguna, ser recordada también, por una pluma tan hermosa y convocante como la de Cristina Wormull.