El director norteamericano despliega toda su ironía y conocimiento cinéfilo para escribir sobre los personajes que protagonizan este libro y también la premiada película del mismo nombre.
Es inevitable no acordarse de la película protagonizada por Brad Pitt y Leonardo DiCaprio cuando uno lee “Erase una vez en Hollywood”, la primera novela de Tarantino vendida en las librerías que además se demoró cinco años en escribir. Lo particular de ella es que combina ficción con realidad y se ambienta a finales de los 60 para contar la historia de Charles Manson, Sharon Tate, Roman Polanski y los personajes ficticios Rick Dalton y Cliff Booth, los mismos que aparecen en su película del mismo nombre estrenada en 2019.
Desde el principio del texto se puede apreciar el espíritu taratinesco en diálogos rimbombantes, descripciones cinematográficas de los ambientes y los personajes. Primero apareció el libro y después la película. No son iguales porque la novela profundiza y analiza con detención los mundos de los protagonistas, en especial el de Dalton como el actor de televisión alcohólico y en decadencia que quiere dejar de ser el malo de las series y el de Booth, doble de acción y mano derecha del actor. Ambos son amigos, trabajan juntos y se cuidan. Son casi, guardando las distancias, una versión moderna de Don Quijote y Sancho Panza actualizada al Hollywood de las series, los westerns y los héroes decadentes.
En el libro se revelan y entienden detalles que quedan pendientes en la película como el asesinato de la mujer de Cliff y la llegada de la perra pitbull a la vida del doble de acción. Incluso el lector puede ahondar un poco más en la historia de la familia Manson, sin llegar al final, que terminó asesinando en la vida real a una Sharon Tate embarazada, bajo condiciones totalmente desquiciadas.
Tarantino logra mezclar la ficción con la realidad y construye un relato creíble e interesante de Hollywood y el hipismo imperante en Los Angeles en 1969. Quizás falla a veces en descripciones demasiado extensas y cinéfilas de capítulos que poco o nada contribuyen al desarrollo de la historia, alargando el texto gratuitamente a casi 400 páginas. El resumen que logra hacer el director al traspasar el texto a la película está, para mi gusto, muy logrado, con todos los ingredientes necesarios para convertirla en una obra de éxito que ganó merecidamente varios Oscar y premios en festivales. El cambio del final es acertado y mucho más intenso que el que se encuentra en el libro. No voy a dar spoilers, porque no corresponde, pero debo decir a título personal que si me dan a elegir entre el Quentin Tarantino escritor de novelas y el cineasta, me quedo mil veces con el último. Como olvidar “Perros de la calle” (1992), “Tiempos violentos” (1994), “Bastardos sin gloria” (2012) y tantas otras cintas que abrieron mi mente de par en par al verlas en cine o en video. Dicen que Tarantino va a hacer su décima película y se va a retirar para escribir novelas. Yo, humildemente, le aconsejaría a Quentin -si es que alguna vez lee este texto- que, por favor, no deje de hacer cine porque el estilo deslenguado y creativo de sus filmes es absolutamente necesario para todos sus admiradores. Pastelero a tus pasteles.