Estafa y Fiasco Político. Por Fernando Ávila I

por La Nueva Mirada

Dirigentes de La Lista del Pueblo y del Partido de la Gente hicieron su estreno en sociedad con un contundente cuestionamiento a los partidos tradicionales y su “despreciable” historia de ambición al poder. Buena parte de aquello ocurrió en el contexto del estallido social y el protagonismo de algunos de ellos en movilizaciones que limitaron con saqueos contribuyendo a un cierto desprestigio de aquellas luego de su inocultable y contundente masividad ciudadana.

Valga marcar la distancia de aquellas conductas con las acciones alentadas por el narcotráfico y las bandas de delincuentes comunes que continúan operando ante la incompetencia del gobierno.

En ese contexto consiguieron notoriedad – alentada ciertamente por la prensa oficial interesada en descalificar cualquier protesta social – grupos violentos ajenos a las tradiciones históricas del movimiento popular chileno y más próximos a tendencias de corte fascistoide, como quedó demostrado, entre otras consecuencias, en agresiones a Beatriz Sánchez, Gabriel Boric y amenazas a Daniel Jadue. Así se manifestaba una suerte de nihilistas-2021, esto es, individuos que niegan todo principio político y social.

Luego de su éxito en la elección de constituyentes la dirigencia de la Lista del Pueblo ha desnudado en corto plazo una sumatoria de malas prácticas

que ha incidido en su desmembramiento, con multiplicadas deserciones a sus filas y ausencia de aportes colectivos al proceso constitucional en curso.

No ha sido un detalle menor el desastre final en la designación de virtuales postulantes presidenciales y al parlamento. Ocurrió confusamente con la abortada proclamación de Cristián Cuevas y luego con la nominación fraudulenta de Diego Ancalao respaldada por firmas truchas rápidamente descubiertas en el Servel.

Respecto de Ancalao, el despechado Cuevas no demoró en resaltar que ninguna organización relevante del wallmapu se pronunciara “ a favor de este señor”, agregando un juicio terminal sobre el aún entonces sobreviviente colectivo, remarcando “una incoherencia, una falta de honestidad y de transparencia” (Cambio 21).

El escandaloso episodio protagonizado por el convencional Rodrigo Rojas Vade no viene a ser algo más que la guinda de la torta.

Ciertamente no corresponde enjuiciar al voleo a dirigentes, militantes, adherentes y el electorado que respaldó a la naciente organización surgida desde las movilizaciones de la revuelta social. Siendo además evidente que un grupo más que significativo de aquello(a)s convencionales separaron filas de los voceros cazados en sus propias trampas, sumándose denuncias de prácticas antidemocráticas, ajenas a la ética, “con siniestras prácticas totalitarias e inquisidoras”, como las calificó Claudia Pérez, asesora de la convencional Grandón.

En lo que pareciera un desfonde del baile de máscaras se pueden agregar las imputaciones del abortado postulante presidencial Gino Lorenzini en contra de la siempre sorprendente postulación de Franco Parisi y los misteriosos logros de firmas para el Partido de la Gente, al borde de su quiebre interno.

Como simple corolario podemos remarcar que ni la Lista del Pueblo respondió a las necesidades y conveniencias del pueblo; ni el Partido de la Gente a los anhelos de la gente, reflejando ambos una suerte de estafa y un fiasco.

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