«Yo seré la primera en los peligros y la última que de ellos me retire, iré siempre delante para que las balas den en mi pecho antes que lleguen al tuyo…» Janequeo arengando a su hermano antes de la batalla, extractado de las crónicas de los jesuitas Alonso de Ovalle y Diego de Rosales.
Durante el estallido social de octubre de 2019 empezó a tomar fuerza entre los jóvenes la imagen de una mujer mapuche. En poleras y pancartas se leía Janequeo, junto a una figura marveliana de guerrera con rasgos indígenas que poco a poco se fue haciendo símbolo de resistencia y lucha.
En la historia las mujeres mapuche indígenas, tampoco en la de las mujeres en general, figuran como heroínas. Las mujeres sin diferencia de raza han sido excluidas de lo político, sus voces son desconocidas; aunque nunca han estado ausentes de los procesos sociales de sus pueblos y comunidades, actuando como autoridades originarias y en roles de representación importantes, sin embargo, curiosamente, no se destacan ni celebran sus nombres. Esta costumbre de silenciar el actuar de la mujer indígena continúa a todo nivel y un claro ejemplo de ello es que el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género en Chile, nunca ha querido crear una sección para abordar la situación de las mujeres indígenas.
Sin embargo, en la cultura mapuche tradicional, lo femenino y masculino va más allá de la persona: se comparte con la naturaleza, así se potencia la identidad y el sentido de ser. Se contemplan espacios para lo femenino, lo masculino y lo diverso sin discriminación, solo importa que, al tratarse de los seres humanos, ellos se comporten como personas y respeten la naturaleza.
Janequeo, aparece en escena en 1587 y se hace guerrera para vengar la muerte de su esposo, el lonco Huepotaén, que había sido asesinado por el gobernador Alonso de Sotomayor, cuya misión era doblegar a los insumisos del Nuevo Mundo y de paso evangelizarlos en su fe.
Desde la cosmovisión española no es posible una mujer guerrera salvo virilizándola al estilo de Juana de Arco y haciéndola perder sus atributos femeninos. Pero al parecer, las mujeres mapuche siempre fueron al lado de los hombres a pelear y ese hecho se mantiene el día de hoy cuando, en el conflicto por la recuperación de tierras que se mantiene y acrecienta en el Wall Mapu, las mujeres no solo participan, sino que se paran al frente y conducen las acciones de su pueblo.
«En la guerra de Arauco hay dos modelos de mujer: la doncella en peligro que no entiende la guerra y la sufre, porque sabe que le va a arrebatar al marido, como Fresia, la mujer de Caupolicán, o Guacolda, la mujer de Lautaro. El otro es el de la mujer guerrera, que adopta atributos propios de los hombres. Por eso los cronistas describen a Janequeo como una mujer varonil, una amazona», según la historiadora María Gabriela Huidobro.
Janequeo aparece en los relatos de dos cronistas clave, los jesuitas Alonso de Ovalle y Diego de Rosales, entre los que hay una breve polémica por su nombre; Ovalle la llama Yanequeo y la presenta como «digna de contarse entre las bravas y varoniles matronas«. En cambio, Rosales asegura que su nombre es Anuqueupu, -en mapudungun, piedra negra asentada- y escribe que ella “nunca mostró sentimiento de mujer blanda, sino de hombre duro como pedernal». Con el correr del tiempo se convirtió en Janequeo
En el desarrollo de la cultura mapuche quien domina es la mujer y el hombre le ayuda en esto. Un ejemplo clásico en relación a esta idea es la hegemonía que la mujer tiene en la elaboración de los tapices mapuche que constituye una suerte de escritura ideográfica y la relación de la mujer con la cultura, la mujer hace la cultura, de esta manera las más antiguas trasmiten su sabiduría a las más jóvenes.
Quizás Janequeo ya era soldado antes de la muerte de su marido, quizás iba con su hombre a la línea de fuego, pero esto no es posible afirmarlo porque aparece, en la historia en un momento determinado y nada conocemos de su vida anterior.
Sin embargo, el historiador francés del siglo XIX, Claudio Gay habla en sus crónicas de esta visión de la mujer mapuche virilizada desde el punto de vista occidental,” una mujer que sabe más de lo que debiera saber», cuenta la escritora y académica mapuche Maribel Mora Curriao.
«Lo dice textualmente y leerlo es increíble. Van a las batallas, andan a caballo al lado del hombre. Hay una visión que oscila entre la mujer virilizada y la sensualizada, que es lo otro que se le critica a la mapuche, que es muy coqueta, que no se contiene, que se va a acostar con cualquier soldado, lo cual era muy mal visto desde la cultura europea”.
Janequeo parece haber sido una gran conocedora de la naturaleza humana y usó tanto la palabra como las delicias culinarias, también las amenazas e incluso el castigo para fichar combatientes: se llevaba «maniatados por delante a todos los indios amigos de los españoles que no querían seguirla como capitana, pegándole fuego a sus casas…«, cuenta Rosales. Así, logró juntar 1200 combatientes con los que imparable, recorrió las tierras entre Osorno y Villarica invitando a los suyos, «enviándoles una flecha ensangrentada y teniendo, para un día señalado, grandes convites de chicha y ovejas para los soldados¨
Muchas anécdotas se cuentan sobre su accionar y capacitad para convocar a su pueblo, entre las que se relata que, en una reunión, para animar a los caciques, Janequeo «mató una oveja negra en señal de tristeza delante de todos, y sacándole el corazón hizo las ceremonias que hacen los indios, atravesándolo con las flechas y untando con su sangre las lanzas; lo dividió en menudos pedazos y lo repartió entre los caciques y capitanes». Después, «con una lanza en la mano y un pedazo de corazón en la otra, hizo un parlamento a todos los indios, con gran retórica de las palabras y fuerza de espíritu varonil, para moverlos a tomar venganza de los españoles«.
No sabemos cuánto tardó en juntar a los primeros 1200 combatientes, lo que sí nos cuentan los cronistas es que una vez que el contingente estaba armado, todos deseaban comenzar. Y ella «ya se prometía ser la restauradora de la patria y echar a todos de sus tierras».
Para comprender la lucha de la mujer mapuche es necesario conocer su historia, su presente y también identificar las claves que orientan su accionar político colectivo en su familia y comunidad, y su filosofía. Estos datos no están en la literatura, porque gran parte del quehacer de la mujer está en la memoria oral, la práctica comunal.
Janequeo desaparece luego de la derrota a manos de los españoles y nada más nos informa la historia después de ello. La poeta Roxana Miranda Rupailaf la despide así: «Janequeo cortó cabezas, igual que Inés Suarez, era tradición en esa guerra; y dentro de los mapuche también se comía el corazón del enemigo, para adquirir su fortaleza, porque igual se le admiraba. Se dice que Leftraru, (Lautaro) se comió el corazón de Valdivia. Yo me imagino que Janequeo también se comió algunos corazones».