Considerado uno de los mejores cuentistas de América Latina, Julio Ramón Ribeyro (1929 – 1994) fue un escritor, diplomático y periodista peruano que destacó dentro de la generación del 50 de su país, a la que también pertenecen narradores como Mario Vargas Llosa. Autor deslenguado y original, escribió libros como “Cuentos de circunstancias” (1959), “Tres historias sublevantes” (1964) y “La palabra del mudo” (1973), entre muchas otras obras.
Para mí gusto una de las mejores obras de Ribeyro es “Los gallinazos sin plumas”, escrito en 1955, donde destaca el cuento del mismo nombre que narra la historia de Efraín y Enrique, dos niños que son obligados a trabajar por su abuelo don Santos, cojo y con una pata de palo, como recolectores de basura para alimentar a Pascual, un cerdo monstruoso e insaciable.
El escritor peruano muestra la realidad descarnada de la pobreza, ambientada en los 50, que hoy en día tiene igual relevancia por su actualidad, por cómo se enfrenta el trabajo infantil en América Latina en las calles y en especial en los muladares. La figura del cerdo Pascual me recuerda a un hecho real que me narró un abogado hace algunos años. Recuerdo que estábamos en el campo, era un día soleado y este profesional había ido de visita a la casa donde yo estaba pasando mis vacaciones. Nos ponemos a conversar sentados en el patio, mientras él come unos huesillos con bastante ansiedad y se acuerda de su chancho llamado Felipito (oculto el verdadero nombre del animal para salvar su honra). Me cuenta que se lo regalaron y lo crió desde chico y que cuando él llegaba a visitarlo, el cerdo corría feliz a saludarlo. Habló maravillas del animal. Hasta que llegó un día en que estaba lo suficientemente gordo y lo mató. “Estaba muy rico, hicimos muchas cosas con su carne y todos sus restos”, me comentó con bastante entusiasmo. Me dieron ganas de vomitar. Yo me había encariñado con la devoción que demostraba por Felipito al narrar su historia. No le dije nada y miré para el lado. No era el momento de dar mi opinión, pero me dio verdadero asco. ¿Qué tiene que ver esta historia con “Los gallinazos sin plumas”? Existe mucha relación entre la historia y el cuento porque el cerdo Pascual, al igual que Felipito, son víctimas de las circunstancias que tienen que vivir por sus dueños. El relato de Ribeyro habla de valores, del apoyo de los hermanitos frente a las injusticias realizadas por su abuelo. La pobreza muchas veces no es física sino mental y eso me recuerda la decisión que tomó el abogado a la hora de matar al chancho que tanto decía querer.
Ribeyro escribió “Los gallinazos sin plumas”, mientras se encontraba en París y él mismo dijo en su momento que tuvo la impresión de que se trataba de su mejor cuento.
“Tengo la impresión de que “Los gallinazos sin plumas” es el mejor cuento que he escrito hasta ahora […] Frente a mí, en el café Petit Cluny donde escribía, había un espejo. Me sorprendí haciendo muecas de cólera, de asco, de frío, según el curso de lo que escribía. Los mozos me miraban.”
Así describe Ribeyro lo que le pasa con el cuento en sus memorias de 1954. Posteriormente, el libro se publicaría en Lima un año después, convirtiéndose en la primera obra literaria del autor. El título corresponde a una metáfora que se relaciona con las personas que se ganan la vida buscando cosas de valor en los muladares, comparadas con los gallinazos o aves de carroña que buscan alimento en esos lugares. La única diferencia es que Efraín y Enrique no tienen plumas y buscan sobras de comidas para alimentar al cerdo Pascual.
No volví a ver al abogado de la historia de Felipito, pero debo reconocer que me recordó bastante a don Santos con su actitud utilitaria. Hay historias que no pasan de moda y “Los gallinazos sin plumas” es una de ellas. Ribeyro, por su parte, fue ampliamente premiado y reconocido por la crítica y sus pares, a pesar de un altercado que tuvo con Vargas Llosa, quien lo acusó de apoyar el primer gobierno de Alan García (quien lo postuló a ministro de cultura –cargo que Ribeyro rechazó-), para salvar su trabajo de diplomático en la UNESCO. Así lo afirmó el escritor conservador en sus memorias “El pez en el agua” (1993). Ribeyro, fumador empedernido, operado anteriormente por un cáncer al pulmón, falleció en 1994 en Perú después de haber vivido entre su patria y Europa. Pocos días antes de morir le habían dado el Premio de Literatura Juan Rulfo, uno de los más importantes de Latinoamérica.