Lo que va de ayer a hoy
Lo que en marzo y abril era optimismo sanitario, en mayo y junio se ha transformado en pesimismo creciente. Las cifras moderadas de contagio y letalidad se transformaron en curvas ascendentes hasta alcanzar los primeros lugares del mundo en número de casos por millón de habitantes.
¿Por qué fracasó esta política? Escuchando voces expertas, ellas nos señalan que el foco se puso “río abajo”: esto es, las iniciativas y los recursos se destinaron principalmente a dotar a los hospitales de ventiladores y demás elementos necesarios para contener la enfermedad una vez producida; en vez de poner el acento “río arriba”, o sea en prevenir contagios antes que las personas cayeran al torrente del coronavirus.
Por otra parte, lo que en marzo y abril se esperaba fuera un período breve de confinamientos parciales y reducción acotada de la actividad económica ha ido cambiando hacia los malos presagios. El Banco Central en marzo había estimado que este año la economía caería entre – 1,5% y – 2,5%. En tres meses esas cifras han variado a estimaciones entre – 5,5% y – 7,5%.
¿Por qué esta crisis de expectativas? Desde el “Foro por un Desarrollo Justo y Sostenible” ya se había planteado que las caídas pronosticadas en marzo estaban subestimadas. Pero, además las medidas económicas “por goteo”, establecidas por el gobierno en el inicio de la pandemia, han agravado la situación. Ellas han impedido que la mayoría de la población tenga ingresos mínimos de sobrevivencia y así poder mantener la disciplina que exigen las reglas del confinamiento. El resultado de este grave error ha sido la extensión del período de restricciones a la movilidad y una prolongada caída de la demanda (y de la oferta) lo que lleva directamente a una profunda recesión.
Uno de los factores explicativos de estos errores se origina en lo que hemos llamado el “centralismo extremo” de la conducción del gobierno.
El centralismo extremo en la política sanitaria
La política “río abajo” partía por una alta centralización en la toma de decisiones. Se constituyeron mesas sociales en la capital y las regiones, pero tal como señaló el ministro del ramo, eran “tantos los frentes que atender que él no pudo asistir”. O sea, la construcción de un liderazgo no era algo prioritario, eso se podía delegar, las otras responsabilidades no. A partir de ese enfoque vertical y autoritario, las instituciones validadas por la estrategia han sido el ministerio, las subsecretarías, las secretarías regionales ministeriales, las direcciones regionales de salud y los hospitales; todo aquello que responde a la verticalidad del mando ministerial. Se marginó a la Atención Primaria y los municipios y se subvaloró el aporte del Colegio Médico, la comunidad científica y la sociedad civil.
Se marginó a la Atención Primaria y los municipios y se subvaloró el aporte del Colegio Médico, la comunidad científica y la sociedad civil.
Esta opción política e institucional subutilizó la capacidad del Estado y de los profesionales para atender las tareas “río arriba”: la detección precoz a través de las pruebas, la investigación de la trazabilidad de los contagios, el aislamiento efectivo de los contagiados y el control de la expansión de la epidemia. Todo ello pudo hacerse mejor con el apoyo a las instituciones que trabajan más directamente con las personas. La cultura del centralismo extremo desconfía de las capacidades descentralizadas.
Cuando la autoridad reconoció su ignorancia acerca de las verdaderas condiciones de vida de la población de escasos recursos quedó en evidencia la naturaleza del problema. Este verdadero escándalo político y moral responde a la extrema fragmentación de la sociedad chilena, donde la elite, que ha sido formada en lo que Felipe Berríos denominó “la cultura de las universidades de la cota mil”, desconoce la realidad de vida de millones de seres humanos que habitan la ciudad y el país.
El “centralismo extremo” cobró su primera víctima territorial en la propia capital. Santiago y la Región Metropolitana se transformaron en el foco del contagio masivo. En vano los alcaldes habían pedido medidas más estrictas de confinamiento. Tampoco colaboraron al distanciamiento social la avaricia en las políticas de apoyo económico a la población. El transporte público, los centros del comercio de alimentos y las entidades requeridas para obtener recursos o servicios esenciales se han transformado en los focos de la transmisión del virus. La llamada “batalla de Santiago” se perdió.
El “centralismo extremo” cobró su primera víctima territorial en la propia capital. Santiago y la Región Metropolitana se transformaron en el foco del contagio masivo.
El desenlace tardó en ejecutarse. La salida del ministro Mañalich, defendido por algunos, puso fin a una etapa de fracasos. Con el nombramiento del ministro Paris se ha abierto una esperanza en el diálogo, el cambio radical de la política y la validación de los actores en todo el territorio.
El centralismo extremo en la política económica
Junto al drama de la salud y en paralelo se está viviendo la lamentable evolución de las cifras económicas y su impacto en la calidad de vida de la población.
Ellas se originan en una conducta similar a la descrita para el ámbito sanitario. El gobierno, haciendo caso omiso de las recomendaciones de expertos que proponían hacer uso de la enorme capacidad financiera del Estado (bajo nivel de endeudamiento respecto del PIB, ahorros en diferentes instrumentos del mercado financiero, nivel cero o negativo de las tasas de interés), prefirió la política del “goteo”. Interpretando mal la probable evolución de la pandemia en el país estableció un primer Ingreso Familiar de Emergencia por tres meses, con montos escuálidos ($65.000 pesos por persona el primer mes y luego sumas decrecientes), un sistema engorroso de postulaciones y lentitud administrativa para ponerlo en marcha. Todo lo contrario de la urgencia que debía exigirse para ser efectivos en la gestión de la pandemia.
Por otra parte, las medidas iniciales de reducción de gastos para las familias afectaron principalmente los ingresos de los gobiernos subnacionales, en particular los municipios. En marzo y abril correspondía pagar los permisos de circulación y las contribuciones de bienes raíces. Fue una medida oportuna, pero no se acompañó de medidas complementarias para paliar los déficits que eso ocasionaba en los municipios.
Pero, hay otras dos situaciones que grafican el espíritu del centralismo extremo. Si bien no son aspectos centrales de la política económica retratan con crudeza la situación.
La primera es la anécdota de las cajas. Frente a la evidente insuficiencia de los aportes monetarios y el creciente drama en los hogares, el gobierno toma una iniciativa “paliativa”: repartir 2,5 millones de cajas a la población más necesitada. La opción merecería mayor análisis, pero para los efectos de este artículo basta con señalar que la compra centralizada de los productos básicos restringe tanto la libertad de elegir de los consumidores, como el movimiento comercial a escala local. Además, el gobierno central obligó a las intendencias y gobiernos regionales a aplicar la misma política interviniendo fondos de decisión local supuestamente autónomos. Una política paternalista, centralista y publicitaria. Claro, frente al hambre de muchos quién puede negarse a recibir algo, pero éste no era el mejor camino.
la compra centralizada de los productos básicos restringe tanto la libertad de elegir de los consumidores, como el movimiento comercial a escala local.
La segunda es la centralización de pagos. Desde el 1 de mayo, la DIPRES expropió las atribuciones administrativas de los gobiernos regionales concentrando el pago de facturas a nivel nacional. Vulnera así el principio de la personalidad jurídica autónoma de este nivel del Estado. Lo trágico del asunto es que las ineficiencias en la aplicación de esta medida han obligado al subsecretario de Desarrollo Regional a solicitar a los Intendentes la suspensión transitoria de la misma, mientras los funcionarios del nivel central se capacitan y se establecen procedimientos apropiados. Digno de Ripley. La Federación Nacional de Funcionarios de los Gobiernos Regionales (FENAFGORE) ha interpuesto recursos ante la Contraloría General de la República para que se pronuncie sobre la legalidad de esta resolución.
La oportunidad para hacer mejor las cosas
A fines del primer semestre de 2020, la tarea es conjurar la expansión del daño en la capital y evitar que se replique en regiones. El reciente acuerdo gobierno – oposición de mejorar los niveles de apoyo económico a la población, en la medida que se entreguen con la cobertura y oportunidad requeridas, puede ser un importante punto de apoyo.
A fines de junio llama la atención la expansión de los casos en varias regiones, especialmente en el norte del país. Algunos alcaldes han llamado a bloquear el tránsito de personas desde la zona central y concentrar el empleo en la minería solo en trabajadores locales. El reforzamiento de los cordones sanitarios y el énfasis en el testeo, trazabilidad, aislamiento y confinamiento efectivos es una tarea fundamental en cada región y comuna del país, según sea la situación diversa de cada cual.
La llamada “nueva normalidad” y la reactivación de la economía exige recursos y respuestas descentralizadas.
Y si miramos hacia los países que ya han iniciado la desescalada sanitaria vemos que los brotes de nuevos contagios aparecen con frecuencia. La llamada “nueva normalidad” y la reactivación de la economía exige recursos y respuestas descentralizadas. Como ocurre con los incendios forestales donde la ventaja de apagarlo está en grupos especializados autónomos y con capacidad operativa, en el Covid 19 se requiere de rapidez en los diagnósticos y eficacia en la respuesta. No se puede esperar que la DIPRES firme los cheques en Santiago.
Esto abre una enorme oportunidad estratégica a quienes apoyan un auténtico proceso de descentralización del país. Ser capaces de actuar y aprender del trabajo autónomo como respuesta a la crisis. Reflexionar y dialogar con la mirada puesta en la elección de gobernadores regionales, en conjunto con los alcaldes, el 11 de abril de 2021. Proponerse y aprobar estrategias regionales y programas de gobierno regional para un desarrollo territorial más justo y sostenible como partes integrantes de la reconstrucción del país, tras los efectos críticos que dejará esta pandemia.
Esto abre una enorme oportunidad estratégica a quienes apoyan un auténtico proceso de descentralización del país.
1 comment
Excelente, profundo y completo anàlisis.