La conmemoración de los cincuenta años del golpe de estado ha dejado en muchos sectores –sobre todo de izquierda- un cierto aire de frustración que, creo, no nos deja ver el enorme y valioso trabajo de memoria que en nuestra sociedad se ha venido haciendo desde el primero hasta el último de los días. Lo más relevante, en mi opinión, ha sido la instalación del “Plan Nacional de búsqueda de verdad y justicia”, que hace del encuentro del destino final, cierto y trazable, de los detenidos desaparecidos una responsabilidad permanente del estado. Pero ha habido mucho más, tanto desde el mundo de la academia, el testimonio, la literatura y las artes en general. Quiero marcar un texto muy reciente y muy diferente a los que he leído a lo largo de los años sobre el golpe de estado. Básicamente está escrito desde un lugar muy diferente al que en el mundo de la izquierda estamos acostumbrados: el militar. Y desde su especificidad, realiza una contribución muy sustantiva a la recuperación y comprensión de nuestra memoria.
En este libro se afirma que “Las violaciones de los derechos humanos que se produjeron durante el gobierno militar no pueden minimizarse ni descontextualizarse, puesto que los militares están obligados en toda circunstancia a respetar las normas y los procedimientos legales”. El que escribe es el general Ricardo Martínez Menanteau, excomandante en jefe del Ejército de Chile entre los años 2018 y 2022, que acaba de publicar Un ejército de todos (JC Sáez Editores, 2023). Me parece un libro que todos y todas quienes nos interesamos por los temas de la memoria, debiéramos leer. Se trata de un trabajo honesto que elabora su memoria y su mirada sin hacerle el quite a la parte fea de la misma y se enfrenta a territorios complejos, delicados y dolorosos. A través de él, se pone en evidencia que el golpe militar y la violación sistemática de los derechos humanos que le siguió, afectaron no solo a las víctimas directas, sino que también al cuerpo social, a nuestra identidad básica como país y, de esta forma, ha marcado con sangre el devenir de la historia, incluyendo de modo preferente lo que Martínez denomina el ethos militar, “entendido como el modo de ser de un ejército”.
Cuando leí el libro del excomandante en jefe del Ejército me quedé impactado. El documento, según se narra en su introducción, fue durante mucho tiempo un informe interno del general Martínez, mientras ejercía el mando, para delimitar los alcances del ethos militar de su institución: “Originalmente denominado Reflexión sobre las actuaciones del Ejército y sus integrantes en los últimos 50 años y sus efectos en el ethos militar” –dice Martínez- “vio la luz durante mi cuenta pública del 2 de marzo de 2022, día en que dejé la Comandancia en jefe del Ejército, siendo publicado en ese momento en la página web institucional”. En el libro, se hace una revisión de la historia del Ejército de Chile desde el siglo XIX hasta nuestros días, poniendo el acento en las últimas décadas. En sus líneas se aprecia un fuerte trabajo de memoria, un esfuerzo por mirar la historia más allá de las banderías y las eventuales defensas corporativas.
Uno habría esperado subterfugios para aminorar responsabilidades u ocultar hechos. Sin embargo, el general pone pecho al frente y toma posición frente a eventos tan horrorosos como la Caravana de la muerte, el asesinato del general Prats o la detención, tortura, muerte y desaparición de chilenos durante la dictadura. Sobre la primera dice que “la Caravana de la muerte, dejó tras de sí la huella lacerante de ejecuciones masivas, decenas de individuos que fueron sacados de las cárceles, fusilados de manera sumaria, sin su derecho a un debido proceso”. Hablando de las responsabilidades del general Arellano, como oficial delegado de Pinochet, y de este último como mandante de la misión, confirma que esa expedición ordenada por Pinochet fue “producto de una orden expresa de dicha autoridad”. Y agrega que, aunque “nunca se aclaró el tipo de órdenes que recibió el general Arellano por parte del Comandante en Jefe del Ejército; en cambio, su desempeño le valió un ascenso dentro de la institución, por resolución del mando en jefe” (Pinochet). En relación al asesinato del general Prats, dice que “se ha constituido también en un crimen cobarde, cruel y repudiable y en una vergüenza institucional”. Y solo para agregar una referencia más. En relación a los detenidos desaparecidos durante la dictadura, afirma que “constituyen una de las páginas más oscuras en materia de violaciones a los derechos humanos durante este periodo y representan una herida abierta en el alma nacional”, agregando que “no haber entregado los cuerpos de las víctimas al momento de ocurridas las muertes y no haberlo hecho tampoco años después cuando se hicieron las inhumaciones desde fosas clandestinas en una operación resuelta por el mando en jefe [léase, Pinochet. N.de A.] y avalada por los mandos superiores de la época representa un severo agravio al ethos militar y una afrenta muy dolorosa para las familias afectadas.”
Nada de lo que se dice o escribe en este libro es una novedad. Ese no es su valor. Este es un libro que debiera leerse masivamente porque es una señal de la forma en que, después de 50 años, el Ejército de Chile ha venido procesando su historia, el lugar que ocupó en ella y el valor condenatorio de sus actos más aberrantes. Adicionalmente, responsabiliza a los” mandos”, incluso acusándolos de faltar al honor militar al no asumir sus responsabilidades. El tiempo y la verdad van haciendo su camino. Esta es una lección de honestidad para aquellos que todavía quieren morigerar, atenuar, endulzar el peso político e histórico del golpe militar y su secuela de violaciones a los derechos humanos. Los hechos ocurrieron, hay que aceptarlo. Los hechos fueron parte de una política que se construyó en el secreto de palacio. Y de ella, muchos sabían y se hicieron los “suecos” (con perdón para los suecos). Después de leer este libro, que además hace referencia a otras declaraciones de los últimos comandantes en jefe de la institución que van en la misma línea, es difícil hablar de que aquí se esté mirado hacia el lado o se pretenda negar la historia. Es cierto que el análisis acerca de cómo y por qué se produjeron los hechos que nos ofrece el general Martínez no es exactamente igual a como yo, o a lo mejor alguien más de izquierda, lo explicaría. Pero él habla desde su lugar y, desde ahí, construye una verdad que es necesario atender.
He escuchado muchas veces que “Chile es un país sin memoria” o algo similar. Si por construir memoria se entiende que esta se explique y se narre tal y como yo la vivo y la siento, solo nos quedaremos con fragmentos. Se necesita escuchar al otro, a los muchos otros que tejen la misma historia, para saber si tenemos o no una memoria común. Mientras hacemos ese ejercicio, nos bastaría leer con honestidad y buena fe el discurso y la memoria de los que no son como nosotros.
2 comments
Excelente Antonio, comparto punto de vista
Excelente tu comentario Antonio, voy a comprar el libro para opinar de lo que dice el Comandante.