Muchos la encasillaron como una escritora “romántica”, término totalmente ajeno a lo que la autora inglesa plasmó en sus obras, pues el misterio y el trhiller fueron una manera de plasmar lo que su creatividad le reclamaba.
Rebeca es un clásico para los amantes del cine de misterio. Estrenada en 1940, fue el primer film de Alfred Hitchcock rodada en Hollywood -le antecede el éxito en Inglaterra- y que le llevó a ganar el Premio Oscar a la Mejor Película. Lo que en su momento no se destacó, fue que el guión se escribió basado en la novela de Daphne du Maurier, novela que en 1938 la llevó a obtener ese mismo año el Premio Nacional del Libro y a vender 40 mil copias en solo un mes.
Du Maurier publicó su primera obra a los 24 años, Espíritu de amor, dejando en evidencia que lo suyo era ir más allá de narrar historias románticas con finales felices, ya que lo que destaca de su prosa es la capacidad de generar ambientes y crear sensaciones, haciendo del lector un espectador silencioso que se siente inmerso en la trama como un personaje más.
Perteneciente a una familia de artistas –padres actores; abuelo escritor y caricaturista; tío guionista; hermana pintora- desde niña manifestó una exquisita curiosidad literaria. Su infancia la pasó yendo y viniendo entre Londres y Cornwall, que finalmente se convirtieron en parte importante de su escenario narrativo.

Si bien se casó en 1932 con Sir Frederick Arthur Montague Browning -con quien tuvo tres hijos- su sexualidad ha sido tema de debate durante décadas luego que se conocieran detalles de su biografía en donde además de tildarla de fría, solitaria y alegre; se conoció que de niña se sentía como varón y se autobautizó como Eric, y que la relación con su padre la marcó negativamente encontrando como válvula de escape la redacción de Rebeca.
Michael Thornton, amigo de la escritora, dijo a Daily Mail, que Daphne le contó haber tenido una relación incestuosa con Gerald du Maurier. Afirmó que en 1965 le escribió una carta en la que le confesaba que “cruzamos la línea y lo permití. Me trató como a todos los demás, como si fuera una actriz a la que seducía como en una de sus obras teatrales”. Testimonio que se complementa con lo afirmado por el tenista Bunny Austin, amigo de la escritora, quien –según publicó El Mundo- afirmó que “su padre no podía quitar sus manos de encima de su hija. En algunas ocasiones era bastante embarazoso”.
Hernán Migoya (novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine) afirma que Du Maurier“era un torrente de energía de lo más ambigua: se insiste mucho en sus notas biográficas sobre su probable bisexualidad (…) En sus libros hay lesbianismo apenas solapado, ninfomanía, incesto, asesinatos familiares y todo tipo de osadías temáticas. También (posee) una habilidad endiablada para disfrazarse de narrador masculino o femenino a su antojo”.

La historia oficial la escribió la biógrafa Margaret Forster, a quien la familia de Daphne du Maurier le entregó su correspondencia. En las cartas la escritora se autodefinía como dos personas en una: la cara al mundo era de una correcta madre y esposa, mientras que en la intimidad afloraba su rol de amante con una fuerte energía masculina, que además era la fuerza impulsora de su escritura.
He crecido con la mentalidad y el corazón de un chico. Por eso a los 18 años, me enamoré, como un chico lo habría hecho, de alguien que era 12 años mayor que yo. Y amó a esa persona de todas las maneras posibles. Pero entonces, el chico se dio cuenta de que tenía que crecer y dejar de ser un chico. Así que se convirtió en una chica y el chico quedó encerrado para siempre en una caja.
(Carta escrita a Ellen Doubleday, esposa de su editor en USA, Nelson Doubleday).
Una vez has amado a alguien físicamente se crea el lazo más extraño
(imagino que no siempre, sólo a veces, quiero decir que a veces puede
significar no más que jugar un partido de tenis). En este caso, con Gertie,
significó mucho.
(Carta en la que habla de la actriz Gertrude Lawrence, a quien conoció a causa de su obra teatral September Tide, que se basa en su relación con Ellen Doubleday)
¿Por qué a la pantalla grande?

No es lo mismo escribir una novela que un guión. Si tomamos como ejemplo El Padrino, de Mario Puzo, de no haberse reescrito para ser llevada al cine y se hubiese plasmado tal y como se publicó el libro; el espectador no duraría despierto diez minutos ante escenas eternas de personajes secundarios, como, por ejemplo, las decenas de páginas dedicadas a “Johnny Fontane”.
Un ejemplo, en donde no hubo una buena adaptación de la obra al ser hecha serie, es Don Quijote de la Mancha, que en 1990 Camilo José Cela –escritor, reconocido por la crítica por La familia de Pascual Duarte y La Colmena– tomó el clásico de Miguel de Cervantes y lo hizo “guión” sin cambiar el tempo narrativo, lo cual hace de la puesta en escena una eterna “lectura animada”.
Con estos puntos claros, es fácil comprender por qué la obra de Daphne du Maurier es ideal para ser llevada al cine. La autora tiene la capacidad de crear sensaciones en el lector, de hacer que cada uno de sus personajes importen y que las acciones que ellos realizan tengan una razón que se justifica en la psiquis, siempre compleja, siempre profunda.
Menos mal que la fiebre del primer amor solo se pasa una vez. Porque, digan los poetas lo que digan, es una fiebre, una carga. Los veintiún años no son valientes. Están llenos de pequeñas cobardías, de miedos pueriles, infundados, pero ¡se hiere uno entonces tan fácilmente! ¡Se nos lastima con tan poca cosa! La más leve palabra espinosa se nos clava con crueldad.
(Fragmento Rebeca)
Du Maurier no le teme a escribir y jamás se autocensuró, se pasea por el incesto; lo que viene luego de la muerte; la ética; los celos… Hay una nebulosa en su obra que la vuelve adictivamente terrorífica. María Isabel Castellanos, en La narrativa de Daphne du Maurier en España (1938-1978), señala que la escritora “creó un atrayente abanico de temas, de situaciones personales y existenciales de los personajes (…) un torrente de imaginación al servicio de su capacidad creativa más si cabe que a las necesidades del lector. (…) No escribía lo que le demandaba la crítica; no lo necesitaba Sólo escribía atendiendo a su necesidad creativa e intelectual”
Si hubo pasión, lo he olvidado. Si hubo ternura, todavía la llevo conmigo. El asombro que me inspira que una mujer, al aceptar el amor, se quede indefensa es mío para siempre. Tal vez sea ese el secreto que tienen para atarnos a ellas. Y lo ocultan hasta el final.
Yo no podía saberlo, no tenía con qué compararlo. En mi vida, ella era la primera y la última.
(Fragmento Mi prima Rachel)
Años oscuros

Fueron ocho años de oscuridad para Daphne. Todo partió en 1957 cuando su marido comenzó a beber y su salud decayó estrepitosamente. Sir Frederick Arthur Montague Browning sufría de terribles dolores estomacales, que, sumados al tabaquismo, y la bebida, lo llevaron a caer en depresión, con amenazas de suicido y aislándose del mundo.
Inspirada en la figura de su marido -fallecido de un infarto en 1965, tras años de padecer bronquitis y neumonía- escribe A bridge too far, novela que fue llevada al cine y que lo retrató como un hombre apagado dejando de lado la valía que tuvo para el ejército inglés en la Gran Guerra y en la II Guerra Mundial. Du Maurier, indignada, reclamó a través de los periódicos por el trato denigrante que se le dio a su familia.

Castellanos analizó, de acuerdo a las temáticas tratadas por la escritora, la evolución que tuvo su literatura centrándose especialmente en estos últimos años; y plantea lo siguiente:
- Esoterismo paisajístico y ambiental, primeros años filosóficos, influida por la posguerra y sus experiencias personales en las que se debió plantear muchos interrogantes sobre su vida. The Flight of the Falcon (1965) o The House on the Strand (1969).
- Se intensifica paulatinamente la temática histórica, biográfica y autobiográfica. Entre estas obras se encuentran Rule Britannia (1972); los relatos cortos como “Don’t Look Now” (1971); y los relatos históricos Vanishing Cornwall (1967), Golden Lads (1975), The Winding Stairs (1976), Echoes from the Macabre (1976), y Myself When Young-the Shaping of a Writer (1977).
- ¡Asesino! ¡Sanguinario! ¡Maldito asesino!
- No respondió. No se movió. Siguió al lado de su mujer, mirándome desde la puerta de su choza.
- Usted querrá saber lo que hice. Fui a buscar una azada y, allí mismo, entre los juncos de la marisma, cavé una tumba para Bebé y recé una oración por él, aun sin saber de cierto cuál era su religión. Cuando hube terminado, volví a mirar al otro lado del lago en dirección al anciano.
- ¿Y sabe usted lo que vi?
Le vi agachar la cabeza, inclinarse hacia su mujer y besarla. Y ella levantó su cabeza y le besó. Era a la vez un réquiem y una bendición. Una expiación, una acción de gracias. Sabían, a su manera, que habían obrado mal, pero todo había terminado ya, puesto que yo había enterrado a Bebé y éste había desaparecido. Volvían de nuevo a ser libres y no existía ya nadie que los separase.
(Fragmento cuento El anciano)

Du Maurier murió en 1989 y fue recién tras su partida que su vida íntima se hizo pública. Sin embargo, siempre se pudo conocer a través de su prosa.
Sus camisas a cuadros, sus gorras y sus botas, atestiguan en silencio, en Fowey, un lesbianismo oculto. Tan oculto como la pasión de Mrs. Danvers, la siniestra y gótica ama de llaves de Manderley, por la primera señora De Winter. Una pasión oculta, sí, pero no invisible.
(In Out Radio).
A veces he pensado en esa vida como un largo viaje, un viaje a través de lugares remotos y extraños, un viaje sin fin, un viaje en el que todos los sentidos son apoyados y dirigidos, un viaje del que no regresamos siendo la misma persona.
(Daphne du Maurier).