Fueron tres hechos los que llevaron a Luis Cernuda (Generación del ‘27) a conectarse con la poesía: el de niño haber visto pasar los restos de Gustavo Adolfo Bécquer; haber descubierto a los 14 años -junto a su despertar sexual- su capacidad rítmica y con ello intentado redactar sus primeros versos y; el haber percibido su entorno como nunca lo había hecho experimentando una urgencia por escribir, mientras hacía el servicio militar.
Pedro Salinas fue quien lo ayudó a publicar sus primeras letras, al tiempo que leía a los poetas españoles clásicos, como Quevedo, Calderón y Góngora. Aprendió francés y se volvió devoto de Baudelaire. Pero fue Pierre Reverdy quien más influyó en su estilo, “me ayudaron algunas cualidades suyas, en favor de las cuales estaba yo predispuesto: desnudez, pureza (…), reticencia”, comenta él mismo en Historial de un libro.
Por ejemplo, en La realidad y el deseo, escribe:
“Ninguna nube inútil, / Ni la fuga de un pájaro, / Estremece tu ardiente ‘/ Resplandor azulado”.
Así sobre la tierra/ Cantas y ríes, cielo, / Como un impetuoso/ Y sagrado aleteo”.
Al unísono, Cernuda comenzó a leer a André Gide, que “me abría camino para resolver o para reconciliarme con un problema vital mío decisivo”, dice refiriéndose a su homosexualidad, la que vivió y mostró en su obra sin miedo a hablar del cuerpo, la belleza y el amor.
El éxito no llegó de manera inmediata. Perfil del Aire fue duramente criticado por los especialistas haciendo hincapié en dos puntos: su poca experiencia y en que imitaba a Guillén. Si bien Cernuda se sintió ofendido, derrotado, mortificado; en medio de la confusión pensó que las críticas no eran acertadas y decidió seguir escribiendo.
La obra de Cernuda por etapas
Cernuda se refiere a sus primeros versos como poemitas; a los que le siguió su admiración a Garcilaso que lo llevaron a escribir “Égloga”, “Elegía” y “Oda”. Tras leer a Aragón, Breton, Éluard, Crevel, dio un paso al surrealismo, en donde el autor buscaba, según el mismo explica “hallar en poesía el ‘equivalente correlativo’ para lo que experimentaba (…) al ver a una criatura hermosa (…) o al oír (…) jazz”. Para el sevillano, el surrealismo fue una forma de vida, “que supo integrar todas las actividades del hombre y que lo ayudó a entender lo erótico como una actividad total”, comenta Armando López Castro en El cuerpo del amor en Luis Cernuda.
Fue en 1929 cuando prescindió de la rima y comenzó a cultivar el verso libre: “Lentamente el ahogado recorre sus dominios/ Donde el silencio quita su apariencia a la vida. /Transparentes llanuras inmóviles le ofrecen/ Árboles sin colores y pájaros callados”. (La realidad y el deseo), característica que lo acompañó durante toda su posterior creación.
A Cernuda le preocupaba la intermitencia de la inspiración, lo que lo llevó a saber distinguir entre un impulso por escribir de causa aparente de uno por causa real, siendo este último el que “debía partir el contagio poético para el lector posible”, dice en Historial de un libro.
Junto con la relectura de Bécquer llegó el abandono al superrealismo. Además, cansado de la influencia francesa, se abocó a los poetas alemanes e ingleses, a los cuales trataba de leer en su lengua de origen.
En 1936 se publica por primera vez La Realidad y el Deseo, libro que va reuniendo todas las poesías de Cernuda en cada una de sus reediciones. Aprende a evitar vicios literarios: deja el “engaño sentimental, tratando de que el proceso de mi experiencia se objetivara (…) y no deparase solo al lector su resultado” y desechar lo superfluo de la expresión en pos del poema. La forma de objetivar mejor la obtuvo de la poesía inglesa, al “proyectar mi experiencia emotiva sobre una situación dramática”.
Deseo homoerótico
En la obra de Cernuda el hombre y el poeta son uno solo, donde el erotismo, la libertad y el tiempo son una temática recurrente. La realidad la interpreta desde dentro (surrealismo) y eso le permitió mantenerse al margen de la vanguardia española: el poeta estaba lejos tanto a través de sus letras como en su vida, pues su deseo de niño -que enriqueció leyendo libros de viajes- lo llevó de París a Londres, luego a Estados Unidos y finalmente a México.
Se distingue la temática del deseo homoerótico, “esa constante referencia al otro y la palabra se revela como ese imposible que obliga a cubrir la distancia entre la sociedad y el individuo (…) obedece a un mundo incompleto que no comprende la diferencia”, explica López Castro. Y si hablamos de la presencia de la mujer, es Mérida Jiménez quien cuantifica que en su obra aparece apenas dos o tres veces y se la nombra “referida como género”.
El heredero
Jaime Gil de Biedma fue un “heredero” de Cernuda en cuanto a la poesía de la experiencia. Su obra se centra en la figura del poeta constituido por tres matices: concepción trascendentalista del arte, ideología carismática del artista (…) y autonomía de la obra.
Para Gil de Biedma, Cernuda fue un referente, tanto en los elementos discordantes con la España que le tocó vivir (homosexualidad, liberalismo), como su gusto por la poesía inglesa (además de la francesa y alemana). El autor catalán (cuya voluntad de escribir “desapareció” tras la transición a la democracia), veía la imitación poética como un ejercicio lúdico y formativo de naturaleza reflexiva y meditativa, además de irónico -punto que le critica a Cernuda por no haberlo cultivado-.
A modo de reconocimiento amoroso, escribe Gil de Biedma “Pandémica y celeste”, publicado en Antología personal: “Imagínate ahora que tú y yo/ muy tarde ya en la noche/ hablemos hombre a hombre, finalmente. /Imagínatelo, / en una de esas noches memorables/ de rara comunión, con la botella/ medio vacía, los ceniceros sucios, / y después de agotado el tema de la vida. /Que te voy a enseñar un corazón, / un corazón infiel, / desnudo de cintura para abajo”.
Es innegable que Cernuda fue un referente para Gil de Biedma, donde destaca del sevillano “su adhesión a los modos mesurados y reflexivos del romanticismo inglés”, explica Graciela Ferrero en su artículo Luis Cernuda en dos poetas futuros: Jaime Gil de Biedma y Luis García Montero.
La obra de Cernuda no se puede estudiar en base a su homosexualidad ni por su destacada militancia gay, porque lo suyo fue un desnudar el alma en el verso, vivir en la soledad enfrentando su interior con el caos del mundo, la timidez, la insatisfacción y el dolor por la acumulación de experiencias amorosas estériles.