Miente, miente, que algo queda…Aunque te rechacen. Por Federico Gana Johnson

por La Nueva Mirada

Una manera de pensar bien es aprovechar el sensato pensamiento de los demás. Es precisamente este caso. El catedrático de Literatura Grínor Rojo De la Rosa (es un orgullo nombrarlo), se pregunta en un agudo y profundo análisis frente a la realidad que se nos ha impuesto en estos días, la siguiente interrogante:

¿Qué significa mentir?

Y, con su estilo de profesor avezado, lo explica con palabras determinantes:

“Significa decir algo que no es así sobre algo respecto de lo cual la razón histórica declara que es así”.

Es, agrega con sentido de enfática obviedad a veces tan necesaria, “aquello a lo cual el mentiroso está tratando de cubrir, tapándolo con su mentira”.

En otras palabras, ya no las del profesor, los que actualmente buscan esforzadamente triquiñuelas para disfrazar la verdad con máscaras falsas, creen estar lográndolo. Ellos mismos se lo creen y, con ayuda de las distorsionadoras encuestas y de los medios de comunicación tradicionales que van por el mismo camino de la autocomplacencia (¡qué concepto!), han edificado, ladrillo a ladrillo, otra verdad.

Perfecta, pero inexistente.

No es una realidad esencial, natural, divina, eterna, inmutable o cualquiera sea el significado que se le pueda dar al término, sino el producto de un acuerdo al que esa cierta comunidad llegó, en esa frenética búsqueda de buscar comodidad y beneplácito. Para los miembros de aquellos círculos, que dicho sea de paso incluyen a más o menos a un tercio de la población chilena, la realidad y la búsqueda de futuro son como ellos quieren que sean. Son aquellos para los que la verdad de la vida es otra cosa, es aquel escenario que les pertenece y que está dibujado por el egoísta ensueño de una manera de ser, la defensa de sistemas preferenciales y solamente porque “lo demás es comunista”.  En todo caso, no cabe sino señalar que esa manera de sentir la existencia es cada vez menos viable, porque la estructura de las sociedades humanas va cambiando y para eso son, y lo estamos viviendo, los nacimientos de nuevas constituciones.

Específicamente, sin embargo, en esa posición de defensa del pasado se están reuniendo intereses de cierto definido tipo, ya fueren económicos, políticos, ideológicos y, en fin, muchas veces nada más que porque sí. La “gente bien”, al sentir que ya podría no continuar siendo dueños de la realidad, está recurriendo a la búsqueda de artimañas para disuadir, para convencer, para intentar cubrir el tiempo presente que mira al futuro con una manta antojadiza que finalmente los cubre solamente a ellos mismos. Y además pretenden quedar a cubierto de lo que la mayoría de los habitantes de Chile hace tiempo que están proponiendo, buscando, pensándolo con una lógica que no se puede desmentir. Efectivamente, ese porcentaje de autoproclamados como líderes de opinión (a mi juicio porcentaje minoritario, pero con la sumatoria poco ética de los medios de comunicación a su favor porque la Historia siempre ha sido de esa manera), mienten. Sí. tergiversan la verdad y poco les cuesta, pues están acostumbrados a hacerlo. Desde que eran dueños de quién sabe qué, pero eran. Son los mismos que actualmente no se pueden permitir, aunque tampoco pueden evitarlo, que lleguen otros tiempos. Esos tiempos que ya transcurren entre nosotros, contra viento y marea, pero sin mentiras.

Quien ocupara el cargo de primer vicepresidente de la Convención Constituyente, abogado Jaime Bassa, ha señalado al respecto, con palabras contundentes y, sobre todo, diametralmente claras:

“… los detractores de los convencionales y del texto que produjeron mienten porque no tienen nada válido que oponerle a lo que la Convención está planteando, entre otras causas porque estas son verdades consensuadas, tanto nacional como internacionalmente, y en consecuencia avaladas por el nivel de racionalidad histórica que los chilenos (y la humanidad toda) hemos alcanzado hasta la fecha”.

En otro párrafo de la misma declaración, agregaba:

“… las mentiras acerca de la Convención Constitucional y acerca del texto que ella produjo no esconden lo tapado, sino que lo retienen, pero habiéndolo intervenido mañosamente. Son estas, por lo tanto, unas mentiras plus, pues las acompaña una intención canallesca, activada mediante los mecanismos de un procedimiento retórico al que caracterizan designios de mala ley”.

La “mala ley” es, por lo demás, un concepto malicioso, deshonesto. Vergonzoso.

Un solo ejemplo de lo anterior:

Nos quisieron decir, en entrevistas y declaraciones brillantemente orquestadas, que todo lo propuesto desde el primer día por los convencionales elegidos en votación popular y democrática y que constituyó la obra que todo el mundo observara y sigue observando con interés primordial, que se trató apenas de “…154 personajes improvisados, ineptos, ignorantes y bufones y a los que nadie en su sano juicio debiera prestarles atención…”.

Eso, además de una bien pensada declaración bastante descontrolada, mañosa y mentirosa, es una inmensa y muy ordinaria falta de respeto.

Ir a los hechos

Al revés de lo que discurre aquella aparente pléyade (reiteramos que avalada por los medios de comunicación tradicionales, que ya no pueden disimular tanto), hay que ir a los hechos:

El artículo número UNO del proyecto actual de Constitución describe a Chile como un «Estado social y democrático de derecho» y agrega que el mismo es «plurinacional, intercultural, regional y ecológico«.

Es la verdad. Está en todos los libros, fotocopias y redes sociales que hoy la ciudadanía tiene en sus manos, distribuye y comenta. En estos interesantes días, se está empleando un lenguaje que, con lógica histórica, se va situando a años luz del de la Carta Fundamental de 1980. Con otra mirada, se está hablando de los integrantes de la sociedad chilena y sus prerrogativas, sociales, políticas, culturales y ecológicas. Se está hablando de los pobres, de los pueblos originarios, de las mujeres, de los viejos, de los jóvenes, de las diversidades sexuales, de los enfermos, de los discapacitados. Y, más precisamente, se está hablando de sus demandas sociales convertidas en derechos, en virtud del principio de igualdad sustantiva. Ejemplos, miles. La mujer no es solo igual al hombre, sino que, desempeñando un mismo trabajo, merece un mismo salario. Es solamente un ejemplo. Se está hablando de las obligaciones que por lo tanto todos tenemos con todos en el seno de una comunidad y un Estado solidarios.

El profesor Rojo, citado al inicio de esta crónica, acusa:

“Lo más importante es que los detractores de la propuesta convencional no están en condiciones de desacreditar tales derechos directa y francamente, porque eso los expondría al calificativo de retrógrados, con el significado denigrante de ese término. Pero que esos derechos se estén imponiendo a pesar de su repugnancia, les duele. Por eso, sienten que tienen que hacer algo para poner de manifiesto su disgusto, deteniendo primero y revirtiendo después los cambios que se anuncian. Mienten con el plus de la parodia ridícula”.

La mentira, nuevamente, llena los espacios. Principalmente el de los medios informativos. Es el tema recurrente.

Ejemplos de falsedades:

Que otorgar autonomía a las naciones indígenas, reconociéndola al interior del Estado y cuya extensión está aún por precisarse, es despedazar el país. Que acabar con la República de Chile y, de paso, con la Canción Nacional y los demás símbolos patrios, la bandera, el escudo, la piocha del presidente Boric e incluida la cueca, era inaceptable…. Y ello constituyó una burda acción que se desmoronó por sí sola; que devolverle al Estado su capacidad de acción social, desechando su actual carácter subsidiario, es estatizar lo público por completo, fue otra falsedad que no cuajó; que mejorar las condiciones de funcionamiento de la educación pública era acabar con la educación privada, tampoco convenció a la gente; que mejorar las condiciones de funcionamiento de la salud pública es acabar con la salud privada, no es verdad; que reformar Carabineros es cerrar para siempre las comisarías, fue casi para  la risa.

Así, miente, miente, que algo queda….

Toda esta vorágine de la mentira prácticamente institucionalizada, tiene sus aliados dispuestos a aplaudirla. Con un micrófono y una pantalla frente a los televidentes, estos verdaderos “soldados de la falsa verdad” cumplen su tarea a vista y paciencia de miles (quizás no millones, dados los bajos rankings de audiencia). Y el comidillo de los últimos días fue el caso del periodista Matías del Río, quien salió, pero reingresó del programa Estado Nacional de TVN, en extraño sinfín al interior del canal y que terminó como suelen terminar las cosas en Chile: casi en nada.

La presidenta del Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas, Ethel Pliscoff, afirmó que “Matías del Río, como periodista, tiene fallas éticas graves… los periodistas no estamos para dar nuestras opiniones en las preguntas, y encima hacer las preguntas más largas que las respuestas. Y, además, no estamos para hacer preguntas que llevan incorporada una respuesta, que es una de las técnicas de la desinformación”.

 No es el único caso, pero había que acusarlo públicamente, luego de tanto tiempo con ello ocurriendo por parte de ciertos colegas periodistas que han perdido el sentido reporteril. Lo curioso, casi risible, es que el periodista Del Río, en carta al Directorio de TVN, evidenció precisamente aquello de lo que se le acusa, aunque no es el único:

“…solicito un pronunciamiento acerca de estas declaraciones y que se manifieste un rechazo rotundo a las mismas, por ser severa y peligrosamente infundadas, tanto en lo que se refiere a la trayectoria y compromiso de TVN con la imparcialidad, el pluralismo y la tolerancia desde el retorno de la democracia, como en lo relativo al cumplimiento estricto que he dado a mi deber como profesional del periodismo”, planteó.

En otras palabras, delineó la respuesta del Directorio, quizás por la costumbre de lo que tantas veces hizo en pantalla. Aún más, en el inicio del programa dominical del pasado domingo, editorializó a su favor libremente, pues cualquiera persona desde el interior de la pantalla y con un micrófono en la mano puede decir todo lo que quiera y jamás tendrá de respuesta la opinión silente de la, valga la redundancia, obligada mayoría silenciosa. En definitiva, todas estas situaciones que finalmente dicen relación con la libertad de prensa y el mal uso que de ella se hace sería para la risa, si no fuera porque, como señala el profesor Rojo, “en medio de este desagradable festival de mentiras infames y pomposidades decrépitas, se están jugando los próximos cincuenta años de la historia de Chile”.

Las próximas semanas

Son, a estas alturas, incalculables los claros ejemplos del “desagradable festival” de que habla el párrafo anterior. Un listado general incluye el afán dominante de las “fake news”, los periódicos tradicionales que históricamente (y más en tiempos eleccionarios) dan la pauta diaria…. los programas de TV como aquél del que ya hablamos, la preferencia por algunos entrevistados en los largos y repetidos matinales y otros no…. el engrandecimiento de noticias mínimas para esconder otras grandes…. la búsqueda del problema en vez de la solución… en fin. Hoy por hoy, y los televidentes podrán juzgar, programas como el propio Estado Nacional que de cierta manera provoca este texto, Tolerancia Cero y Mesa Central son ya indisimuladas vitrinas para la opción Rechazo. De hecho, son más eficaces que la propia franja del Servel.

Cada chileno un voto. Es la única verdad finalmente, en medio de este comentado escenario de desinformación que inunda a Chile. Por lo tanto, contribuir al conocimiento del texto oficial elaborado por la Convención Constituyente es el llamado del Tribunal Nacional de Ética del Colegio de Periodistas), de cara al cercano plebiscito de salida:

“Ante la proliferación de desinformación que circula en torno a los contenidos de la propuesta de Nueva Constitución, el Tribunal manifiesta su inquietud por la manipulación informativa y las transgresiones al Código de Ética de la Orden, que es el marco de valores y conductas deseables en el ejercicio de la profesión periodística… nos preocupan las interpretaciones y la ocultación de información que anula el libre acceso al conocimiento de la propuesta de Nueva Constitución. Todo ello ensucia la sana decisión republicana más gravitante de las últimas décadas en nuestra vida institucional, lesionando gravemente la convivencia nacional”.,

No puede negarse que los medios de comunicación tradicionales son inteligentes, qué duda cabe. Ostensiblemente, la televisión multiplica sus programas de visión antojadiza, pero, en el fondo de sus espacios, guarda un expectante estilo de silencio ante lo que sucede en la realidad misma del todo el territorio nacional, más allá de las pantallas.

Y las próximas semanas de todas maneras darán que hablar. La trascendental decisión ciudadana del domingo 4 de septiembre (por lo demás una fecha ensamblada en la memoria) será la única, verdadera, clara y definitiva noticia, que Chile tanto se merece.

También te puede interesar

Deja un comentario