Por Antonio Ostornol, escritor.
Voy a marcar unas páginas raras, imprecisas. Son páginas de televisión que, en mi opinión, vale la pena poner en el debate. Durante el fin de semana, jugando con el control remoto de la tele, muy temprano se me cruzó el programa de CNN Chile “Última Mirada”, que conduce el periodista Fernando Paulsen. Sus invitados, tanto por la selección de los mismos como por la pertinencia de las temáticas abordadas, me parecieron excelentes: el profesor español Daniel Raventós, y el economista chileno Andras Uthof. El primero hablaba de la propuesta para instalar en los tiempos actuales una Renta Básica Universal, que permita satisfacer las necesidades mínimas a las que toda persona tiene derecho sólo por ser “humano”; y el segundo, especialista en temas previsionales, explicaba las limitaciones del actual proyecto que se discute en el parlamento, ya que dicha discusión se ha centrado en el tema del 4% adicional, y no plantea nada respecto a la inexistencia en Chile de trabajos que le permitan ahorrar a la mayoría, producto de la inestabilidad laboral, la precariedad de los empleos y las llamadas “lagunas laborales”. Es decir, el principal supuesto del sistema no se cumple.
Mis marcas van por otro lado y apuntan al rol que pueden jugar o juegan los entrevistadores en la televisión chilena y, particularmente en este caso, algunos que pertenecen a CNN Chile.
No vamos a descubrir hoy la relevancia del tema pensiones, tanto en Chile como en todo el mundo, ni lo desafiante que la idea de una renta básica universal se nos aparece a quienes estamos con la cabeza formateada por los dogmas del liberalismo. Pero no es la importancia de estos temas lo que me llama la atención. Mis marcas van por otro lado y apuntan al rol que pueden jugar o juegan los entrevistadores en la televisión chilena y, particularmente en este caso, algunos que pertenecen a CNN Chile. Hacía mucho tiempo que no veía “Última Mirada”. De hecho lo pillé cuando lo repitieron a una hora improbable un sábado o domingo en la mañana. (Durante la semana emitido a última hora, cuando los noticieros como MR o CNN Prime ya nos dejaron agotados.)
Que en general no somos unos perfectos estúpidos y sí capaces de evaluar críticamente lo que nos dicen, pudiéramos escuchar y entender los argumentos del especialista, sin que tuviesen que ser colados por la mirada supuestamente “objetiva” del medio en cuestión.
Lo destacable del programa que marco, a mi juicio, fue la calidad de la conducción de Fernando Paulsen. Hizo todos los esfuerzos necesarios para que sus invitados pudieran explicar con algún grado de complejidad sus conocimientos, esos que han estudiado e investigado por muchos años y que los han transformado en especialistas. Daba la impresión de que Paulsen no quería aniquilar a nadie, ni poner en evidencia una condición sospechosa ab ovo. Mucho menos deseaba que su entrevistado dijera lo que él, en su condición de periodista, quería que dijese o pensaba que debía decir. Tampoco pretendía establecer una cierta supremacía moral frente al entrevistado, dada su condición de hombre perteneciente a los medios de comunicación. Nada de eso trasuntaba su entrevista. A cada uno le formulaba observaciones, les proponía los argumentos de quienes estaban en contra de sus ideas, y les daba el pie para que los “ciudadanos” que estábamos viendo el programa, y que en general no somos unos perfectos estúpidos y sí capaces de evaluar críticamente lo que nos dicen, pudiéramos escuchar y entender los argumentos del especialista, sin que tuviesen que ser colados por la mirada supuestamente “objetiva” del medio en cuestión.
A muchos de ellos no se les entrevista, simplemente se les pone en el banquillo de los acusados, generando una variante un poco más sofisticada del ya consabido “esto no tiene nombre”.
Fue una clase maestra de periodismo del bueno, ese donde el periodista no se nota demasiado y le posibilita a los espectadores acercarse a quienes son noticia. En un programa como este, me hace sentido la imagen de CNN Chile como un canal independiente, sin sesgos, interesado en la verdad y que se orienta hacia el “ciudadano”. Lamentablemente, no me pasa lo mismo con sus programaciones del horario estelar. Los personajes entrevistados más o menos entre las 20 y 22 hrs., por los conductores que probablemente deben ser los mejor pagados del canal (no lo sé, pero quizás sería bueno saberlo) van a una especie de matadero de imagen. El perfil de dichas entrevistas no pareciera centrarse en la necesidad de información de los “ciudadanos espectadores”, sino más bien en la instalación de un espectáculo muchas veces denigrante y acusatorio. A muchos de ellos no se les entrevista, simplemente se les pone en el banquillo de los acusados, generando una variante un poco más sofisticada del ya consabido “esto no tiene nombre”.
Pero además, este escenario se monta sobre una relación absolutamente asimétrica entre entrevistador y entrevistado. Mientras el primero maneja los tiempos, los tiros de cámara, las temáticas, que suele cambiar a su arbitrio más que a requerimientos de la información, el entrevistado se defiende como gato de espaldas, sin los recursos comunicacionales que domina el periodista y creo que, en muchos casos, prisionero de su condición vicaria respecto de aparecer en los medios de comunicación. Ese bloque de CNN Chile me deja la sensación de que estuviera diseñado para el rating, del mismo modo que otros noticieros programan veinte o treinta minutos de noticias policiales que, además, las repiten cuatro o cinco veces por fragmento. En CNN, en esos horarios, hay por momentos un uso prepotente del privilegio de la cámara. Por ejemplo: un entrevistado declara algo que al periodista no le parece veraz o que lo califica de mal intencionado, o lo que sea. Entonces, el entrevistado termina de hablar y la cámara hace un close up de alguno de los conductores, que pone cara de “sospechosa la cuestión”, sin que la mayoría de las veces que he visto esta escena se entreguen datos y antecedentes certeros respecto de lo que se quiere insinuar es una mentira. El efecto visual es propio del cine. Habla la imagen que no está sometida al rigor de la evidencia. Se instala una sensación, un cierto hálito de algo. A veces creo que esos periodistas ya tienen definido lo que el show de las noticias debe instalar como hecho mediático, y deben asegurarse de que así ocurra para alcanzar las metas que seguramente los directivos esperan.
¡Qué diferencia entre un momento y otro! El momento Paulsen, un periodismo enfocado en el espectador; el periodismo prime, centrado en el show informativo.
En ese ensayo clásico de Roland Barthes, “El grado cero de la escritura”, el semiólogo francés decía que la lengua tenía un carácter fascista, no tanto porque prohibía cosas, sino porque obligaba a decir. En algún programa de los que marco, vi al entrevistador repetirle tres veces una misma pregunta al entrevistado, usando una palabra clave –que podría haber sido perfectamente “corrupción”- para que la repitiera en la respuesta. ¿Por qué la insistencia? Tal vez porque así lo marcaba la pauta, porque el objetivo sería incriminarlo, porque debía obtener una cuña que vendiera.
¡Qué diferencia entre un momento y otro! El momento Paulsen, un periodismo enfocado en el espectador; el periodismo prime, centrado en el show informativo. Pareciera que CNN Chile tuviera dos almas, dos sistemas periodísticos. Uno, es información; el otro, pareciera acción política o comercial. Los invito a mirar con detención estos matices. A lo mejor, algo podrían revelar.