PÁGINAS MARCADAS. Reivindicación de la cocina o el arte de la política.

por La Nueva Mirada

Por Antonio Ostornol, escritor.

Se acabó 2019 y busco alguna imagen que pueda sintetizar lo que me deja este año convulso, inesperado y violento. Y la que se me viene a la mente es la de la “cocina política”; o, mejor dicho, la ausencia de cocina política en medio de esta crisis.

A lo largo de cientos de conversaciones con amigos y amigas, con otros conocidos al paso, y unos cuantos perfectos desconocidos, fueron emergiendo las emociones más complejas y diversas asociadas a la movilización social. Por momentos era la rabia, luego alegría, y mucha pena, y mucho miedo. Había a veces una especie de goce nostálgico de las revoluciones que pudieron ser y nunca ocurrieron o fueron brutalmente derrotadas. Las emociones inundaban la experiencia e irrumpían como gritos, a veces certeros (como Las tesis) y otros desgarrados, como los saqueos. Entre los más cercanos, aquellos con quienes compartimos una experiencia generacional marcada y atravesada por la política, la mayor de las veces nos dominaba el desconcierto.

Por momentos era la rabia, luego alegría, y mucha pena, y mucho miedo.

¿Cómo interpretar el fenómeno al que asistimos? Para los que nos formamos bajo el alero del marxismo más ortodoxo del siglo XX, haya sido este soviético o guevarista, la incapacidad de encuadrar lo que está pasando en un marco político ideológico conocido, es un desafío aterrador e infructuoso, porque las viejas herramientas conceptuales ya no nos sirven. Nos estamos enfrentando a una nueva realidad, muy distinta a la que conocimos en el Chile antiguo, muy diferente a la que nos hizo tomar las banderas de la revolución socialista y enfrentar sus consecuencias arriesgando la vida durante 15 años. Distinta, también, a los años de la reconstrucción democrática. ¿Es este movimiento una revolución? ¿Es, acaso, la revolución soñada por los viejos sobrevivientes del siglo XX? ¿Es la punta del iceberg del progreso que muestra sus nuevos conflictos y problemas, los propios del desarrollo? ¿Esta revolución tiene proyecto, propósitos, objetivos? Y si los tiene, ¿cuáles son? No está fácil entrar a categorizar estas movilizaciones y sus proyecciones. Todo lo que hemos leído, escuchado, dicho o escrito han sido tentativas fracasadas por darle a esta crisis un marco de comprensión que se ajuste a nuestras formas de ver la realidad.

Todo lo que hemos leído, escuchado, dicho o escrito han sido tentativas fracasadas por darle a esta crisis un marco de comprensión que se ajuste a nuestras formas de ver la realidad.

Pero parece que todavía nos faltara perspectiva para entender el fenómeno en su propia naturaleza, una que trasciende las reglas de la política, tal y como la aprendimos y la practicamos durante décadas. Todavía podemos reconocer algo de las viejas dinámicas políticas en las demandas asociadas al movimiento social: pensiones justas, sueldo mínimo más elevado, salud de calidad para todos, fin al CAE, etc. Allí reconocemos organizaciones que se presentan con un conjunto de peticiones ante las cuales las instituciones deben responder (lo que han hecho más o menos). Pero hay otro programa, mucho menos visible y explícito, que cuesta dilucidar. ¿Cuál es el punto de satisfacción de la movilización, ese donde los actores pueden sentir que han alcanzado un logro y esperan comenzar a disfrutar una condición de vida mejor? Antiguamente, se buscaba un mejor aumento para los sueldos, o más hospitales, o que las colas fueran más cortas, etc. Incluso, aspiraciones más centrales: derecho a huelga, la tierra para los campesinos, un gobierno popular, una sociedad socialista, o un país democrático. Algunas podían resolverse en negociaciones entre sindicatos y autoridades, por ejemplo; o en el parlamento, a través de los partidos políticos; o directamente con los empresarios; o bien, bajo el veredicto de las urnas, en elecciones que fueron crecientemente democráticas (hasta antes y después de la dictadura, por cierto). Pero hoy, ¿qué hay que hacer para que el movimiento se sienta satisfecho de sus logros? ¿Quién establecerá, desde qué lugar, con cuál autoridad, los términos del fin de la movilización porque esta alcanzó sus objetivos?

¿Cuál es el punto de satisfacción de la movilización, ese donde los actores pueden sentir que han alcanzado un logro y esperan comenzar a disfrutar una condición de vida mejor?

Terminamos el año y han ocurrido cosas de la mayor importancia. En abril 2020, por ejemplo, deberemos decidir democráticamente si queremos una nueva Constitución para Chile y cómo la vamos a elegir. ¡Después de 40 años nos convocaremos para redactar una Constitución que sea validada por un plebiscito de entrada y otro de salida! Por un momento, pensar que la derecha política diera este paso parecía una utopía. Y más allá de las dudas razonables respecto del futuro (nadie lo conoce con certeza), todo indica que este itinerario se cumplirá. ¿No será el momento de comenzar a discutir propuestas constitucionales para consagrar en la nueva ley el Chile que soñamos? Suena bastante lógico, sin embargo, ya han pasado semanas desde que se concretaron estos acuerdos y las movilizaciones continúan. En esto, hay un modelo, un aprendizaje.

¡Después de 40 años nos convocaremos para redactar una Constitución que sea validada por un plebiscito de entrada y otro de salida! Por un momento, pensar que la derecha política diera este paso parecía una utopía.

El experimento social que se fue gestando durante las movilizaciones estudiantiles es el modelo: primero está la movilización; pareciera ser un fin en sí mismo. Luego, una vez movilizados, se define qué reivindicar y aparece un pliego que puede ser todo lo flexible que se le ocurra. Y el proceso no tiene término, puede mantenerse por meses, y no hay ninguna posibilidad de establecer condiciones mínimas de satisfacción del movimiento. Es como si estas movilizaciones no tuvieran “cocina”, ese lugar privilegiado de la vida humana en torno al cual se tejen las mejores historias, se preparan los más ricos y enjundiosos alimentos y las personas se encuentran en un clima de cercanía y complicidad. Tal vez la cocina actual podría estar en las redes sociales, pero estas son esencialmente contradictorias: en las redes no existe intimidad y prevalece la lógica de las masas, lo que no permite disentir, explorar, equivocarse, salirse de la grey, pensar de manera diferente, ser diferente. No hay cocina, lugar de conversación, de cuentos, de conocerse, reconocerse y aceptarse.

No hay cocina, lugar de conversación, de cuentos, de conocerse, reconocerse y aceptarse.

La “cocina de los políticos” ha sido despreciada, invalidada y vilipendiada.

Pero la situación es mucho más dramática, porque en estas movilizaciones (al igual como lo hizo la dictadura y la derecha durante decenios) la “cocina de los políticos” ha sido despreciada, invalidada y vilipendiada. Los conflictos sociales, creo, se resuelven básicamente de dos maneras: o a los combos, o en la cocina. De combos hemos tenido harto y, estoy convencido de que la naturaleza masiva y enrabiada de las movilizaciones (principalmente la violencia de los primeros días y la magnitud de las grandes marchas) permitió que la derecha política chilena abandonara el cómodo (y antidemocrático) lugar de privilegio que les dejó la dictadura como celadores de una democracia amarrada y vetada por la minoría. Pero de la misma forma creo que, si no somos capaces como país de armar una buena cocina donde se maceren los alimentos que la ciudadanía puso en la mesa durante los últimos meses, nos exponemos a la tentación de resolver el conflicto a los combos, hasta que alguien caiga derrotado por nocaut. Y las principales experiencias históricas donde el “otro” fue derrotado por nocaut, casi siempre terminaron en enormes tragedias.

Y las principales experiencias históricas donde el “otro” fue derrotado por nocaut, casi siempre terminaron en enormes tragedias.

Esto nos podría ocurrir el 2020. Pero preferiría que se organicen múltiples y productivas cocinas políticas, donde nos pongamos de acuerdo en el nuevo país que queremos construir, empezando por definir cómo queremos resolver las contiendas (si a los combos o en la cocina), para que reivindiquemos el lugar de la política como el arte de la conversación, del acuerdo, del respeto, del afecto, de la palabra y el reconocimiento de las mayorías y minorías, en lo que cada una de ellas de verdad representa.

la política como el arte de la conversación, del acuerdo, del respeto, del afecto, de la palabra y el reconocimiento de las mayorías y minorías, en lo que cada una de ellas de verdad representa.

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4 comments

Natasha Valdés enero 2, 2020 - 9:36 pm

Agudo análisis

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Sergio Bravo enero 3, 2020 - 1:51 pm

Querido Toño. Gracias por el análisis, que lo veo más como un punto de partida que como una conclusión. El tema de la reconstrucción de la política como guía de la acción es central y relevante porque es el principal vacío de esta crisis tan necesaria, pero hay una provocación al ligarla a la cocina, que se asocia, más que a la concurrencia de todos en un espacio común de elaboración (como tú lo concibes), a una práctica oscura, guiada por mezquinos intereses de grupos y personajes enquistados que se sirven de la política y que actúan a espaldas de la gente, en contra de las mayorías y de los sectores más vulnerables.
La cocina que tú propones donde transcurre transparentemente la vida en común, requiere cambios muy profundos que no creo que la mayoría de la clase
política esté dispuesta a realizar, ni que la gente tenga la voluntad y la paciencia para permitírselo.

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Angelina Vázquez Riveiro enero 4, 2020 - 2:52 pm

Puede ser.
El tema es ¿La cocina de quien?
Y entonces, puede ser, que ese espacio amable, tradicional, gustoso que tu evocas, no exista de esa manera, para grandes sectores.
Yo, al menos, cocina no quiero.
Quiero conversaciones, intercambios entre quienes tienen realidades comunes en el dia a dia.
Eso sucede en los territorios, en lo local, desde donde no cuesta tanto articular propuestas y metas comunes….
Tal vez es hora de mirar desde otra vereda….pues el olor a cárcel que pueden tener muchas cocinas, no se nos irá a much@s de la nariz, hasta haber cocinado tiempos largos, al aire libre….con lo que haya a mano y con buena compañía. Digo yo….

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Francisco J. Garay Ruiz-Tagle agosto 20, 2021 - 4:14 am

Estimado Toño: que agrado saber de ti, y darse cuenta de que los caminos de la vida nos vuelven a encontrar y mas alla de nuestras legitimas adversidades juveniles, estas se han transformado en uberrimas coincidencias en lo que tan bien expresas en la conclusion de tu articulo. Tantos años y tantas cosas han tenido que pasar en el pais para que nos demos cuenta del verdadero lugar y rol de la politica. Y que la base y sustento de esta siempre deben ir acompañadas por creer en la sensatez basica del pueblo que se expresa a traves del voto. Un abrazo

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