Por qué el boom no deja herederos

por Karen Punaro Majluf

Con la muerte de Mario Vargas Llosa, quien dio vida al movimiento literario más prolífico de América Latina al publicar La ciudad y los perros, se fue el último representante sin dejar descendientes de una explosión narrativa que destruyó   lo ya establecido.

Para muchos el Boom latinoamericano va de la mano de Gabriel García Márquez y su realismo mágico de Cien años de soledad, pues tras la publicación de la novela en 1967 las editoriales del mundo se trastornaron pidiéndose a sus escritores que llevaran el estilo del colombiano a sus obras. Sin embargo, el período más prolífico de la escritura moderna comenzó con la edición de La ciudad y los perros -1963-, de Mario Vargas Llosa, quien tras su muerte deja un vacío en la literatura sin herederos que confluyan el talento, lo local, la narrativa perfecta, las grandes ventas, el romper la barrera de los continentes y la pertenencia a un grupo con ideales similares. 

Para comprender la falta de herederos hay que entender el Boom. Sí, ese período cuyo nombre explosivo (como en los cómic de Batman y Robin) reunió a los más grandes autores latinoamericanos, dejando por primera vez excluidos a los españoles del top editorial; donde sus autores pasaron a vivir de las ventas (abandonando la imagen de, por ejemplo, Gustavo Adolfo Bécquer quien sobrevivía gracias a sus amigos, o el estilo de Charles Baudelaire quien se consumió su patrimonio entre bares y prostitutas); que hicieron de lo local una necesidad mundial; y que llevó a sus escritores a convertirse en clásicos modernos. 

Desde Arlt y Onetti…

Roberto Arlt – Juan Carlos Onetti

Para Donald Shaw (Nueva narrativa hispanoamericana. Boom. Posboom. Posmodernismo), las raíces delBoom latinoamericano se encuentran en la década de los cuarenta en medio de dos circunstancias sociopolíticas determinadas: el arribo de intelectuales españoles a América como consecuencia de las políticas franquistas que los llevaban a huir de España y el paro en la producción de libros y revistas europeos debido a la II Guerra Mundial.

En medio de este escenario destacan dos autores: el argentino Roberto Arlt y el uruguayo Juan Carlos Onetti, quienes poseen en su narrativa características literarias que preceden y le tienden una alfombra roja a la irrupción del Boom.

Si bien José Donoso, en Historia personal del boom, enfatiza en que el periodo se caracterizó por “la publicación sincrónica de novelas más bulladas…, el fenómeno de ver cómo de pronto la narrativa… destronaba a la poesía…. [y] la efervescencia, la mística, la adhesión apasionada… en un primer momento, hacia Fidel Castro«; Arlt y Onetti cuentan con características literarias que calzan con el estilo de esta etapa, al estar ambos relacionados “a través… del infierno como símbolo espacial y del desabrimiento existencial como atmósfera histórica e ideológica”, señala Vicente Cervera en El infierno de la mediocridad. De Roberto Arlt a Juan Carlos Onetti.

Además el Boom es el único período que fue analizado y relatado a la par que iba sucediendo. El “encargado” de hacer la magia fue José Donoso, quien menciona a Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Ernesto Sabato como principales representantes. Y si bien algunos autores como Onetti y Sabato ya poseían obras publicadas en los años ‘40, y junto a otros, como Miguel Ángel Asturias, Leopoldo Marechal y Alejo Carpentier, sentaron las bases para la ruptura con la narrativa tradicional. 

Por otro lado, Fuentes menciona a Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Lezama Lima, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y César Vallejo, a quienes los narradores del Boom reclamaron para sí. Así pues, tanto Donoso como Cortázar consideran que el Boom es resultado de una “coincidencia fortuita de madurez literaria”, de un azar, de un estado de conciencia. 

Carmen Alemany, en “Avances formales y temáticos de la narrativa latinoamericana desde los tiempos del Boom”, plantea que el Boom se entrelaza con la filosofía, como por ejemplo el existencialismo de Camus y las nociones de la psicología de Freud; por nombrar algunos que fueron fuente de inspiración para la creación de un “nuevo lenguaje”. 

Forma y fondo

La literatura anterior a la nueva novela latinoamericana se ocupó del contenido más que de la forma. Con los autores del Boom, los narradores recuperan la lengua hablada, ya no de las zonas rurales, como hace la novela de la tierra o el realismo social, sino del hombre de la ciudad. No hay tono pintoresco ni representación realista o naturalista, sino una fabulación del lenguaje mismo. Como señala Emir Rodríguez Monegal, “la forma del libro se confunde con lo que antes se llamaba el contenido” (“La nueva novela latinoamericana”). 

El mismo Vargas Llosa lo explica en la “Conferencia inaugural del Congreso El canon del boom”, cuando señala que en algunas de las novelas del Boom se preste atención a la lengua misma, a la forma, como parte integral de la narración. Tal es el caso de Rayuela, cuando los personajes hablan en “gíglico”, o en los juegos lingüísticos de Tres tristes tigres, donde el lenguaje es vivo y expresivo.

Los protagonistas, antihéroes, se debaten entre las preocupaciones de todos los días y se pliegan sobre sí mismos, en un afán por hallar su identidad, mediados quizás por la influencia del psicoanálisis y, sobre todo, del existencialismo francés. Tal es el caso de Oliveira en Rayuela, o del coronel Aureliano Buendía en Cien años de soledad. Los personajes de estas novelas están inmersos, arrojados, si se quiere, a las ciudades modernas en expansión. Por otra parte –con claro antecedente en Borges y Bioy Casares–, los narradores del Boom introducen procedimientos irreales, fantásticos o milagrosos para representar la realidad, señala Mayra Herra en El “Boom” de la literatura latinoamericana: causas, contextos y consecuencias. Sobre lo mismo, Rafael Reig añade –en El abrazo de la anaconda”. Manual de literatura para caníbales– que “habían decidido adaptar la modernidad literaria a un continente virgen, utilizar técnicas realistas para acercarse a una realidad desaforada, descomunal, inverosímil”

No se puede describir el Boom latinoamericano como un conjunto de obras con una estilística unificada, sino que corresponde a un grupo heterogéneo de autores de diverso espectro formal y temático. A ello se suma, en algunas de las novelas, un discurso fantástico que sirve de metáfora a la existencia humana, y el del realismo mágico, que apunta a la configuración de la identidad latinoamericana. Por tanto, la exploración estética y temática de las novelas de esta generación parecen converger en una etiología de la identidad latinoamericana, en su acotación desde la metáfora irracionalmente real y la potencia deconstructiva e inasible del discurso.

Pudo ser…

Roberto Bolaño fue el mejor –quizá el único- exponente post Boom merecedor del título. Algunos elementos de continuidad son de índole temática y es posible afirmar que en la escritura del autor persiste un rasgo de este periodo -al que hace referencia Shaw- y es el énfasis en el humor y el erotismo, y la inserción de “formas de sexualidad convencionalmente aberrantes”. 

Tal es el caso de Estrella distante, cuando Soto, en Francia, traduce para ediciones no venales a algunos escritores enfocados a la pornografía, 


entre los que se contaba […] Pedro Pereda, […] autor de un relato sobrecogedor en el que a una mujer le van creciendo o más propiamente se le van abriendo sexos y anos por todas las partes de su anatomía

Enrique Vila Matas señala que en ese período literario “el escritor era un personaje vistoso, que daba entrevistas y destacaba por sus opiniones. Quedaba preguntarse si los escritores no deberían ser únicamente leídos en lugar de ser vistos, porque yo siempre había pensado que en el preciso instante en que los escritores empezaron a ser vistos, se malogró todo”.  Mientras que para Alberto Fuguet, Alberto y Sergio Gómez (McOndo) señalan que “los más ortodoxos creen que lo latinoamericano es lo indígena, lo folklórico, lo izquierdista. (…) Temerle a la cultura bastarda es negar nuestro propio mestizaje. Latinoamérica es el teatro Colón de Buenos Aires y Macchu Pichu, Siempre en Domingo y Magneto, Soda Stereo y Verónica Castro, Lucho Gatica, Gardel y Cantinflas, el Festival de Viña y el Festival de Cine de La Habana, es Puig y Cortázar, Onetti y Corín Tellado, la revista Vuelta y los tabloides sensacionalistas».

La literatura hispanoamericana derivó hacia diversas corrientes a partir del ocaso del Boom, que la crítica sitúa en la primera mitad de la década de los setenta. Tal es el caso de la Generación del crack, de McOndo o del conjunto de escritores agrupados en la etiqueta del posboom. Es acá donde se ubica Bolaño, quien encarna una renovación de las tendencias literarias latinoamericanas, sin alejarse del todo de la herencia precedente.

Además, a partir de los sesenta va en aumento la inquietud por la “narrativa urbana”, al tiempo que la complejidad discursiva se alía con un discurso comprometido, en “un compromiso que intentaba reforzar la idea de identidad” (Alemany). En la novela, el discurso comprometido se evidencia tanto en el narrador como en el relato que este hace a propósito de otros personajes.


Con todos esos condicionantes no fue raro que Lorenzo se hiciera artista. (¿Qué otra cosa podía ser?). Pero es difícil ser artista en el Tercer Mundo si uno es pobre, no tiene brazos y encima es marica.

(Estrella distante).

Otra semejanza entre Estrella distante y las obras del Boom es la ruptura con “la estructura lineal, ordenada y lógica de la novela tradicional y su reemplazo por otra estructura basada en la evolución espiritual del protagonista, o bien con estructuras experimentales que reflejan la multiplicidad de lo real”, plantea Shaw. En este sentido interviene directamente la fragmentación del espacio y el tiempo, desde el uso de analepsis, prolepsis, elipsis e iteraciones que propicia el discurso de la memoria.

La muerte temprana de Bolaño terminó con todo anhelo de reflotar la magia explosiva del Boom, quedando en un sueño latente como lo es que nuevamente cuatro músicos talentosos nazcan en un puerto inglés y den vida a una banda que revolucione los siguientes cien años del rock o que dos talentosos artistas plásticos se peleen por embellecer el cielo de las iglesias de Roma y el Vaticano. 

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