Por Osvaldo Rosales V.
Transcurrido prácticamente el primer semestre, el gobierno y el BC han ajustado a la baja sus proyecciones de crecimiento para 2019. El gobierno estimaba a fines de 2018 un crecimiento de 3,8% para este año, el que rebajó luego a 3,5% en marzo, proyección con la que el ministro de Hacienda aseguraba “dormir tranquilo”. Algo de insomnio debiera estar afectándolo, toda vez que fue el propio Presidente quien rebajó el piso de la proyección en su cuenta pública, llevándola a un rango de 3 a 3,5%. Ahora es el Banco Central el que le rebaja el piso de la proyección a La Moneda, pronosticando un crecimiento de 2,75 a 3,5%.
Algo de insomnio debiera estar afectándolo, toda vez que fue el propio Presidente quien rebajó el piso de la proyección en su cuenta pública, llevándola a un rango de 3 a 3,5%. Ahora es el Banco Central el que le rebaja el piso de la proyección a La Moneda, pronosticando un crecimiento de 2,75 a 3,5%.
Tras la cuenta pública, el gobierno anunció un plan de infraestructura que no difiere de obras ya anunciadas a mediados del 2018, si bien se espera que algunas de ellas puedan acelerarse. Por su parte, el BC rebajó la tasa de interés en 50 puntos base (medio punto porcentual), una cuantía que no se daba desde 2009, en plena crisis subprime, lo que da cuenta del carácter de la emergencia económica. Dos son los argumentos presentados por el BC para ello: I) el flujo de migrantes habría elevado el producto potencial de 3 a un 3,4% y ii) el producto efectivo ha estado bajo lo estimado. Por ende, la brecha entre producto efectivo y potencial se ensanchaba y con varios meses de inflación bajo el rango era necesario un mayor estímulo monetario para que la inflación converja al centro de la banda inflacionaria (3%).
Por su parte, el BC rebajó la tasa de interés en 50 puntos base (medio punto porcentual), una cuantía que no se daba desde 2009, en plena crisis subprime, lo que da cuenta del carácter de la emergencia económica.
Las proyecciones del BC rebajan también su optimismo respecto del aumento en la inversión (formación bruta de capital fijo), ya que, si en diciembre pasado proyectaba para 2019 un incremento de 6,2% en la inversión, en el IPOM de junio el incremento esperado es sólo de 4,5%. El BC prevé además que el volumen de las exportaciones de bienes y servicios en 2019 permanecerá prácticamente estancado, creciendo sólo 0,6%.
Las proyecciones del BC rebajan también su optimismo respecto del aumento en la inversión (formación bruta de capital fijo) El BC prevé además que el volumen de las exportaciones de bienes y servicios en 2019 permanecerá prácticamente estancado, creciendo sólo 0,6%.
Junio se convirtió entonces en el mes del realismo económico, tras conocerse modestos incrementos en el nivel de actividad en los primeros cuatro meses. El crecimiento en el primer trimestre fue de 1,6% y en el mes de abril de 2,1%. Suponiendo que los meses de mayo y junio mostrasen variaciones de 2,5%, se requiere un crecimiento del 4% en el segundo semestre para crecer a un promedio de 3% en el año. Considerando las amenazas del escenario externo y las debilitadas expectativas empresariales y de consumidores, ello se ve poco probable. De allí que buena parte de los bancos y analistas estén apostando a un crecimiento entre 2,5 y 2,9%.
Respecto de los estímulos fiscales (plan de infraestructura) y monetarios, no hay aún claridad suficiente en el anuncio de infraestructura respecto de qué proyectos nuevos se consideran o si sólo se trata de listar el stock normal de proyectos que maneja la OO.PP; de si existen nuevos financiamientos o se trata de reasignaciones y, por ende, en qué plazos se irán concretando esas inversiones. El estímulo monetario es más nítido y sabemos que este tipo de medidas empieza a impactar en el producto con un rezago de tres a cuatro trimestres. Por ende, estas medidas buscan recomponer las alicaídas expectativas y es posible que, en el margen, algo consigan. Con todo, lo más probable es que no logren mover la aguja del crecimiento para el año 2019 y éste termine levemente bajo el 3%.
Por ende, estas medidas buscan recomponer las alicaídas expectativas y es posible que, en el margen, algo consigan. Con todo, lo más probable es que no logren mover la aguja del crecimiento para el año 2019 y éste termine levemente bajo el 3%.
Las malas noticias no se detienen. Según CLAPES-UC, la productividad total de factores cayó 0.6% en el primer trimestre. El desempleo en el trimestre febrero-abril ascendió al 6,9%, en tanto la generación de empleo se apoyó básicamente en empleo público y en trabajos por cuenta propia. Como lloviendo sobre mojado, llegaron los índices de competitividad del IMD, indicando que en 2019 Chile estaría retrocediendo 7 puestos, cayendo desde el lugar 35 al 42, entre 63 países. Lo grave de esta noticia es que Chile es el país que más retrocede en el índice, consiguiendo la ubicación más baja desde el año 2000. Los peores indicadores, casi al final de la tabla, ubican a Chile en comercio (60), capacitación laboral (62), emprendimiento (61) y productividad laboral (62). Es decir, en las variables claves de innovación y competitividad seguimos particularmente rezagados.
Los peores indicadores, casi al final de la tabla, ubican a Chile en comercio (60), capacitación laboral (62), emprendimiento (61) y productividad laboral (62). Es decir, en las variables claves de innovación y competitividad seguimos particularmente rezagados.
Se eclipsa aceleradamente la promesa de crecimiento asociada los “Tiempos Mejores”, consigna que incluso salió del vocabulario oficialista. Sin embargo, el debate sigue anclado en el corto plazo cuando lo que en verdad importa es una declinación estructural en la capacidad de crecimiento de la economía chilena. Lo que interesa, por ende, es elevar el producto potencial, es decir, la capacidad productiva en el mediano plazo.
Se eclipsa aceleradamente la promesa de crecimiento asociada los “Tiempos Mejores”, consigna que incluso salió del vocabulario oficialista
Se reduce la capacidad de crecimiento en la economía chilena
- Fuerte desaceleración en el ritmo de crecimiento 1990-2020
La economía se desacelera y se mueve en torno a su potencial de 3%, salvo shocks externos favorables como el boom de los commodities (2010-primer semestre 2014) o una política fiscal hiper-expansiva (post crisis subprime, 2010). El gráfico indica como en la década 90 el crecimiento medio bordeó el 6% anual; en los 2000, esa tasa cayó al 4% y desde el 2010 nos movemos en torno al 3% anual.
- Se frenan drásticamente los motores del crecimiento
Un modelo de crecimiento anclado en la explotación poco regulada de recursos naturales (mineros, forestales, pesqueros) enfrenta rendimientos decrecientes. Entre 1996-2006, la producción de cobre creció al 10% anual; entre 2009 y 2016, lo hizo al 1% anual: Entre 1993 y 2003, la producción de salmón creció al 40% anual y lo hizo sólo al 4% anual entre 2009 y 2016. Entre 1992 y 2002, las exportaciones de celulosa crecieron al 12% anual y entre 2003 y 2016 lo hicieron a la mitad de ese guarismo.
- Con ello, se frenan bruscamente las exportaciones en volumen
Si en los 90`s, el volumen de exportaciones crecía al 10% anual, entre 1999 y 2007 lo hizo al 6% anual y desde la crisis subprime se contraen a un ritmo de casi 3% anual. No hemos conseguido retornar al nivel de exportaciones en volumen del 2007, previo a la mencionada crisis.
- Crecimientos en torno al 3% auguran poco espacio para incrementos en productividad
En la década 1990-2000, la productividad total de factores creció a una tasa promedio anual de 2,3%. Esa tasa cayó a 0,1% entre 2000 y 2015.
- La red de TLCs ha conseguido retardar el ingreso a la “trampa de ingresos medios”.
Sobre la base de exportar productos tradicionales a nuevos mercados hemos conseguido prolongar el ciclo de exportaciones basado en commodities pero ello se está agotando. Si en 1990, contábamos con 4.100 empresas exportadoras que enviaban 2.300 productos a 129 mercados, los últimos datos de 2016 mostraban un claro avance de 8.100 empresas exportando 4.728 productos a 200 mercados. El balance es menos optimista si apreciamos un claro retroceso respecto del año 2008, cuando eran 8.246 empresas que exportaban 5.161 productos a 190 mercados. La evidencia es clara: el impulso exportador es declinante y su capacidad de arrastre del resto de la economía también lo es.
- Avances en competitividad y productividad están exigiendo mayor diversificación productiva y exportadora
Una estructura de exportaciones poco diversificada, demasiado anclada en commodities, con baja competencia en los mercados internos claves es un escenario poco propicio para la innovación.
- Entonces, ¿qué hacer para recuperar una capacidad de crecimiento en torno al 5% anual?
Detallar aquello excede los límites de esta nota pero sí se puede listar el campo de los desafíos. Según la Comisión de Productividad, las áreas claves a abordar serían las siguientes:
- Elevar la calidad de la educación
- Diversificar la base exportadora
- Elevar la inversión en capital físico y en infraestructura pública
- Elevar el gasto público y privado en innovación
- Incorporar en el mercado de capitales un segmento -hoy inexistente – que permita financiar proyectos de largo plazo
- Atacar la concentración y elevar la competencia em mercados claves
- Reformar la regulación, reduciendo su carácter engorroso (en materia ambiental) o mejorando su pertinencia (salmón)
Se plantea así el desafío de una clara agenda de crecimiento y productividad, cada vez más urgente y que debiera ser parte de un acuerdo nacional que además otorgue espacio a los sindicatos para mejorar su poder negociador e incidencia en las políticas de competitividad e innovación. El segundo semestre 2019 es clave para abordar esta agenda pues ya el 2020 será un año marcadamente electoral, con menor espacio para acuerdos de mediano plazo.
Se plantea así el desafío de una clara agenda de crecimiento y productividad, cada vez más urgente y que debiera ser parte de un acuerdo nacional que además otorgue espacio a los sindicatos para mejorar su poder negociador e incidencia en las políticas de competitividad e innovación.