Si la muerte pisa mi huerto…

por Antonio Ostornol

Si la muerte pisa mi huerto, ¿quién firmará que he muerto de muerte natural?”, se preguntaba Joan Manuel Serrat en una de sus canciones clásicas de los años 70. De alguna forma, este verso ponía en entredicho la posible existencia del testigo de la muerte y, al mismo tiempo, ponía a la propia vida en el umbral de la pregunta, como si pensar en ella hasta su agotamiento natural fuese una utopía. Ahora se me aparece esta interrogante, en estos días que han estado tan llenos de muerte. Recién las noticias nos informan que ha fallecido, de muerte natural, Guillermo Núñez, nuestro pintor, Premio Nacional de Arte (2007). Lo hizo en silencio, hablando sin estridencias, dejando que su obra expresara todo lo que una larga y accidentada vida le fue sugiriendo. Él no muere solo: con él se pierde un pedacito de toda una época.

Guillermo Núñez encarna el ethos del siglo XX.  En sus trabajos, muy tempranamente, aparecen dos grandes pulsiones de su tiempo: el arte conceptual y el compromiso popular. Por una parte, explora en las formas –siguiendo la tradición de las vanguardias contemporáneas- y logra sintetizar dimensiones claves de la existencia, como la belleza o el dolor. Desde ahí conecta con una humanidad doliente que grita por su reivindicación. Esta sensibilidad se hará denuncia y reflexión a partir de su experiencia de preso político y exiliado. Sometido a la tortura de permanecer vendado durante cinco meses, es decir, privado de la luz y el color, los elementos claves de su arte, logrará transformar su experiencia en una belleza trascendente, aunque esto lo conduzca a una nueva prisión y un largo exilio. La exposición que monta en el Instituto Chileno – Francés de Cultura el año 1975 (que solo duró dos días antes de ser clausurada, a raíz de la cual lo expulsaron del país, y que recién fue repuesta en democracia) habla de toda su creatividad: por ejemplo, la Gioconda encerrada en una jaula es un artefacto que condensa en una imagen sintética su experiencia personal de prisionero, la situación en que se encontraba el arte en los años 70 en Chile, y la capacidad de los artistas para romper los límites que intentaba establecer la dictadura. Algo similar podemos ver, de un modo mucho más explícito, en su pintura “Recado de Chile: Pongamos nuestra estrella en su lugar” (1976), en que la bandera es coronada por una estrella hecha de alambres de púas. 

El sentido estético, su férreo compromiso con la búsqueda artística, no era obstáculo para que su actuar ciudadano también estuviera marcado por otra forma de compromiso, el político. Fue un hombre de izquierda, militante del partido comunista como tantos hombres y mujeres del siglo XX, como tantos artistas e intelectuales chilenos y del mundo. Era el signo de los tiempos: si optábamos por el arte, debíamos ser revolucionarios y optar por el pueblo (hoy sabemos que esa ecuación no se sustenta per se). Por eso Guillermo Núñez –como tantos- fue figura protagónica en tiempos de la Unidad Popular, asumiendo la dirección del Museo de Arte Contemporáneo. Abrió sus puertas a los sectores populares facilitando su acceso al museo mismo y, además, abrió espacios al arte popular. Tanto su obra como su conducta política fueron hijas de su época.

En este sentido, la muerte de Guillermo Núñez sorprende. No porque haya sucedido sino porque haya sido natural. Su tiempo fue condenado a una muerte violenta, tanto literal como metafóricamente. Literal porque hay una larga lista de muertos de la cual Guillermo es un sobreviviente y metafórica porque el mundo de hoy ha dejado atrás con una velocidad insospechada los paradigmas que sustentaron el ethosdel siglo XX. Por eso su muerte le duele a sus cercanos, a los sobrevivientes de otra época, a la cofradía que sigue creyendo en el valor trascendente del arte y la belleza. Su muerte le duele a los que se acercaron al MAC y constataron que todavía estaban aquellos que hicieron juntos el camino. Pero en el gran espacio público no fue titular de nada. Algunas líneas aquí o allá, pero no mucho más. Murió de muerte natural al igual como una época de nuestra historia que fue protagónica y fue derrotada. Una época que perdió porque los tiempos cambiaron, porque el mundo se globalizó, apareció internet y la Unión Soviética desapareció, también de muerte natural. 

Una semana antes de la muerte de Guillermo Núñez murió Jorge Guzmán, el profesor y escritor que remeció el mundo literario con su novela Job–Boj, segundo lugar del Seix – Barral del año 67, año en que fue premiado Carlos Fuentes por su novela Cambio de piel. También lo hizo de muerte natural, silencioso y lejos del ruido público. Y un poco antes, se había ido Carmen Berenguer, poeta crucial de los años ochenta, de cuando escribir era peligroso y poetizar la realidad era en sí misma una transgresión. Ambos sobrevivientes de los avatares del siglo XX. 

Podría seguir porque la lista es larga. Estamos asistiendo a un final de época. Lentamente, de muerte natural, van desapareciendo los íconos de los años en que nos tocó vivir y desplegar nuestros oficios y nuestros sueños. Esto que digo no tiene nada de especial. Les ocurre a todos y todas, en todos los tiempos. Pero, como decía mi padre, otra cosa es cuando se mueren los tuyos. Sus ausencias cambian el paisaje y los que vamos quedando en la fila estamos cada vez más solos.

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5 comments

Pancho ZG mayo 30, 2024 - 2:47 pm

Tremendo artículo… Felicitaciones querido Toño.

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Jorge Montealegre mayo 30, 2024 - 11:12 pm

Bueno y justo. La generosidad de Guillermo para compartir su obra era impresionante, también para «enganchar» con los proyectos que significaban hacer algo con otras personas construyendo comunidad artísticas. Un abrazo de silencio.

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Matilde junio 2, 2024 - 9:57 pm

Y así Antonio, nos vamos yendo muchos algunos y algunas dejando plasmado su arte. Otras y otros creando en silencio con temor y vergüenza pero sintiendo que-aunque sea precario y austero- nuestro pequeño arte se incorporó en nuestro corazón.

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Cecilia Vergara junio 2, 2024 - 11:47 pm

Gracias! ……y aprovechemos la compañía de los que vamos quedando

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Alicia Dauvin Solar junio 5, 2024 - 1:14 am

Antonio y muy sentimental…una joyita labrada eslabón por eslabón…Pusiste la estrella en su lugar…

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