Úrsula Suarez, monja, rebelde y la primera escritora chilena

por Karen Punaro Majluf

Entró a los 12 años al convento más por evitar contraer matrimonio en un futuro próximo, que por devoción católica. Desde siempre fantasiosa, creativa y talentosa, comenzó a escribir para “expiar” sus pecados, dejando un legado de historia y literatura que permiten conocer a cabalidad la sociedad del siglo XVII y XVIII.

Siendo una niña, Úrsula Suarez escuchó, entre sueños, una conversación que mantenían las mujeres de la familia en la cual vociferaban las desventuras y pesares del matrimonio: engaños, maltratos y mentiras constantes. La ocasión no fue solo una anécdota de infancia, sino que marcó a fuego lo que sería su destino; ya que con determinismo decidió que jamás contraería matrimono y para ello optó, con solo 12 años, desobedecer los deseos de su madre y entrar –a cualquier costo- al convento.

La suerte jugó a su favor, pues su tío, don Alonso del Campo Lantadilla, mandó a construir –con su propio capital- el convento de las Clarisas, ubicado en la Plaza de Armas; monasterio al que Úrsula entró en 1678, y del que jamás volvió a salir… Sin embargo, vale destacar que su vida de religiosa estuvo muy alejada de la pobreza, los hombres y la humildad; pues “en Las Clarisas, las ‘celdas’ donde habitaban algunas de ellas, eran asignadas según la dote y eran verdaderas y amplias casas. La de Úrsula había sido comprada por su madre y tenía incluso un huerto: en ella convivía con otras monjas de menor fortuna y varias sirvientas a quienes debía solventar. Curiosamente, era escasa la vida en comunidad y éstas tenían acceso y posibilidades para tener todo tipo de relaciones sociales”, explica la historiadora Patricia Arancibia Clavel, en su texto “Úrsula Suárez: una monja rebelde del siglo XVIII”.

Pero ¿a qué se refiere con “relaciones sociales”, Arancibia Clavel? A las visitas de “caballeros” que mantenían conversaciones con las religiosas, en donde estaba permitido un mínimo contacto físico –tomarse las manos o rozar las vestimentas-. Según relata la propia Úrsula en sus cuadernos que partió escribiendo para expiar sus culpas y que luego se transformaron en documentos del alto valor histórico, “los ‘endevotados’ (…) La mayoría de ellos eran ‘hipocondríacos’, hombres aquejados de melancolía, que buscaban consuelo para sus tristezas en la amistad y gracia que les ofrecía la conversación monjil”.  Mientras los pretendientes debían pagar por estas visitas con vestuario o alhajas, también debían comprometerse a no enamorarse. Sin embargo, ya sea porque Suárez era mucho más culta que todas las mujeres de su época, por su enorme belleza o por su tendencia a mentir, hubo un mozuelo que cayó rendido ante sus encantos y le pidió matrimonio. Él no sabía que su pretendida ya estaba comprometida con Dios, y ella le mantuvo la ilusión con excusas que la llevaban a postergar indefinidamente el matrimonio.

Estaba claro que el pretendiente se tragaba sin mayor analisis todo lo que ella le decia y no dudaba frente a los embustes que la fingida seglar le ofrecia todos los días, y así lo que ella hablaba ‘a perlas y diamantes le paresia’. Pero llegó un momento en que él comenzó a apremiarla pues ‘estaba de viaje con dies mil mulas y cordobanes para Potosi’ y quería casarse antes de su partida. La cosa se puso muy dificil para doña Úrsula y debió buscar una oportunidad para desengañarlo, haciéndole ver que era una religiosa mas y no una seglar, como le habia hecho creer”, se explica en el libro Relación autobiográfica, de la Academia Chilena de Historia, que reúne los manuscritos de la religiosa.

El castigo

Por alborotadora, escandalosa y soberbia fue castigada, en 1715, Sor Úrsula Suárez. Ella lo relata con detalle: “vino el señor Obispo (…) Llamóme su señoría al resebimiento de la abadesa; muy abochornado hísome grandes cargos. Estude de rodillas escucándole sin responder, más que si fuera muerta, ni di descargos de lo que me imputaron, siendo falso todo”.

El castigo consistió en ser azotada en “La Rueda”; es decir Sor Úrula arrodillada y amordazada con una soga que le envolvía el cuello, recibía azotes de la comunidad completa de religiosas, para luego besar los pies de cada monja y terminar encadenada en su celda. Este ritual se repitió durante nueve días. “Mas, llegado el Jueves Santo, para cumplir con la Iglesia valime de la madre abadesa solisitase lisencia para comulgar. Escribí a su señoría; consediola por dos veses no mas, que fueron Jueves Santo y la Pascua. Proseguí en esta suspension hasta el día de la Asension, y fue nesesario nuevo favor de la abadesa de pedir a su señoría la lisencia; consediola”.

Además, su confesor, a modo de penitencia, la conminó a escribir detalles de su vida en unas hojas –tamaño oficio que dobladas hacían un cuadernillo de 16 páginas- que él mismo le entregaba. Luego las retiraba, leía y guardaba. Sor Úrsula, preocupada de que sus escritos llegaran a manos indeseadas, le solicitó al sacerdote que los quemara, sin embargo él no hizo caso de la petición aún cuando le dijo que los había eliminado.

Para que yo cumpla con la obediencia de vuestra paternidad, y vensa tanta dificultad y resistencia como tiene mi miseria en referir las cosas que tantos años han estado en mi sin quererlas desir, por ser mi confución tanta y con tan suma verguensa que me acobarda; mas, atenta que sera ésta la divina voluntad ordenada por la de vuestra paternidad, con lagrimas referir toda mi vida pasada, que anegada en el mar de mis lagrimas no sé como principiar”.

Es gracias a estos textos, escritos a mano, en pequeños cuadernillos, que conocemos el “denigrante tratamiento eclesiástico (que padeció) (…) Y, es más, el texto mismo y el hecho de escribirlo fueron también vehículos de castigo. La denominada Relación autobiográfica de Úrsula Suárez no fue redactada por motivos literarios o testimoniales, sino como una estrategia inquisitiva y de penitencia”, explica Gonzalo Peralta en su columna “Úrsula Suárez, pionera”.

Escritora

Los escritos de Sor Úrsula prmanecieron dormidos en el monasterio Santa Clara hasta mediados del siglo XIX. Fue en 1850 cuando José Toribio Medina se interesó en ella y la mencionó en Historia de la literatura colonial de Chile; esto gracias a que el presbítero José Ignacio Víctor Eyzaguirre había realizado una una copia manuscrita de sus memorias.

Sin embargo, recién un siglo después, el presbítero Juan de Guernica, publicó –en 1944- la historia del convento de las monjas Clarisas lo que lo llevó a fascinarse con la historia de Úrsula Suárez.  Decidido a reconocerla, comenzó a redatar la biografía de la religiosa, pero el azar le jugó en contra y murio antes de terminar su proyecto. Creyéndose perdidos los documentos, “a comienzos de los 80, la Universidad de Concepción y la Academia Chilena de la Historia compusieron una nueva edición de la autobiografía, y para estos efectos utilizaron la copia hecha por el presbítero Eyzaguirre. Estando en esos afanes, ocurrió el feliz descubrimiento de los originales, que se encontraban en el convento de las monjas Claras, en su actual emplazamiento en la comuna de La Florida”, señala Peralta.

Relación autobiográfica sorprende porque deja en evidencia la vida de una religiosa lejana a lo que imaginamos en cuanto a existencia monacal,  “alegre, picaresca, de temperamento fuerte y carácter travieso y revoltoso, Sor  Úrsula  era una escritora nata, que poseía un gran caudal de lecturas a su haber y que, sin tapujos,  relata  en  un lenguaje coloquial y cotidiano, sus pensamientos, sueños  y sentires  más íntimos en conversaciones directas con Dios y consigo misma”, señala Arancibia Clavel.

“En esto estuve, dando y cavando, y en que yo no sabía desir mis pe[c]ados ni conoserlos claros, y a las otras estuve enseñando; que el diablo me había engañado para que [a] las otras les conosiese claro lo que de sí cada una había contado y para mi el entendimiento me había serrado, y así me sucedió, porque tenía como obscuro el interior”.

Constantemente Sor Úrsula se mueve entre dos polos, la religiosidad y el temor a ser engañada por el diablo. Teme a la Inquisición y afirma – a modo de manipular los hechos a su favor- que su capacidad de escribir viene de la mano de Dios, pues ella por ser mujer es incapaz de pensar o escribir.

Si bien el género autobiográfico por muchos no es considerado literatura, tal como lo manifiesta Hans Rudolf Picard en su artículo “El diario como género entre lo íntimo y lo público”, en donde afirma que por su forma original de redacción no pueden ser reconocidos como una pieza de literatura  pues “no tiene en cuenta la posibilidad de ser publicado al estar redactado exclusivamente para quien lo escribe, carece de uno de los atributos más específicos de la literatura: el ámbito público de la comunicación” y obliga al lector a asumir los hechos como reales; por otros si es considerado una pieza narrativa válida. Así lo afirma Paul Ricoeur, quien concibe el mundo del texto literario como “un mundo proyectado y que se distancia poéticamente de la realidad cotidiana”, en La metáfora viva.

Independiente de la postura estricta que tomemos en relación a los escritos de Sor Úrsula, es posible afirmar con certeza que sus “diarios” son una representación realista del Chile de los siglos XVII y XVIII, que muestra las opciones escasas que tenían las mujeres para decidir sobre sus propias vidas y que la recopilación y rescate de sus textos la convierten en la primera escritora de nuestro país, aún cuando ella jamás lo imaginó. 

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