Nicolás Maduro intenta aferrarse al poder con el apoyo de las FF.AA. venezolanas y el respaldo de unos pocos pero incidentes países, entre los que se suman China y Rusia, agregándose Turquía, Cuba Nicaragua, Bolivia, Salvador, otros centro – americanos y caribeños. Al tiempo que Estados Unidos, aliado con la mayoría de los países del llamado Grupo de Lima -entre ellos Chile- implementa una dura ofensiva política y diplomática para reconocer a Juan Guaidó como Presidente encargado y demandar la convocatoria a elecciones libres y democráticas.
Venezuela enfrenta una coyuntura inédita, agravándose su profunda crisis institucional, política, económica social y humanitaria, con miles de víctimas de la represión, decenas de muertos, centenares de presos políticos y un masivo exilio. Hambre, desabastecimiento, miseria y desnutrición.
Venezuela enfrenta una coyuntura inédita, agravándose su profunda crisis institucional, política, económica social y humanitaria, con miles de víctimas de la represión, decenas de muertos, centenares de presos políticos y un masivo exilio. Hambre, desabastecimiento, miseria y desnutrición.
El gobierno de Maduro ha sobrepasado toda legalidad, enfrentando una sostenida y creciente presión internacional que apoya las masivas movilizaciones internas. Mientras enfrenta a un Presidente encargado, auto proclamado en un acto de masas, sin que la Asamblea Nacional, único poder elegido democráticamente que queda en pié, haya declarado la vacancia y lo haya designado formalmente en el cargo.
Numerosos gobiernos se han apresurado en reconocer a Guaidó, pese a que no existan las mínimas garantías y condiciones para ejercer un poder efectivo. Todo se desencadenó en lo que parece una acción cuidadosamente concertada desde el gobierno de Trump y donde la cancillería chilena, en conjunto con otros países de la región, intentan jugar roles protagónicos.
La Organización de Estados Americanos (OEA) aún no convoca a una Asamblea General extraordinaria para analizar la crisis en curso y tomar resoluciones. Pese a ello, su Secretario General no ha dudado en sumarse a dicho reconocimiento. La Unión Europea ha dado un plazo perentorio a Maduro para convocar a elecciones, so pena de reconocer la presidencia de Guaidó. Con dos potencias mundiales como Rusia y China con el poder de bloquear cualquier resolución de Naciones Unidas sobre el tema.
Numerosos gobiernos se han apresurado en reconocer a Guaidó, pese a que no existan las mínimas garantías y condiciones para ejercer un poder efectivo. Todo se desencadenó en lo que parece una acción cuidadosamente concertada desde el gobierno de Trump y donde la cancillería chilena, en conjunto con otros países de la región, intentan jugar roles protagónicos.
Donald Trump aumenta la presión tras congelar los activos de la industria petrolera venezolana en EE.UU., endosándole el futuro manejo de esos activos al proclamado Presidente encargado, sin descartar una eventual intervención militar.
No es posible descartar una salida violenta a la crisis en curso. El gobierno de Maduro sobrepasó el punto de no retorno hace bastante tiempo. Solo apuesta a resistir la presión interna e internacional con el respaldo de las FF.AA. y el escaso pero significativo apoyo internacional que aún mantiene. A costa de una masiva y sistemática represión.
El gobierno de Nicolás Maduro desconoció la legitimidad de la Asamblea Nacional, con mayoría opositora, declarándola en desacato. Apostó a una Asamblea Nacional Constituyente, integrada por sus partidarios, convocando a elecciones presidenciales anticipadas, excluyendo a la Mesa de Unidad Democrática, mientras mantenía en prisión, el exilio o privados de sus derechos políticos a los principales líderes opositores, transformándose, en los hechos, en un régimen de facto, sostenido por la fuerza de las armas. Una dictadura cívico militar.
No es posible descartar una salida violenta a la crisis en curso. El gobierno de Maduro sobrepasó el punto de no retorno hace bastante tiempo. Solo apuesta a resistir la presión interna e internacional con el respaldo de las FF.AA. y el escaso pero significativo apoyo internacional que aún mantiene. A costa de una masiva y sistemática represión.
Todos los intentos de diálogo impulsados por la comunidad internacional y el patrocinio de la Iglesia Católica, fracasaron por la negativa del régimen a encontrar una salida política a la profunda y aguda crisis que vive Venezuela.
Parecía loable que México y Uruguay, sosteniendo una postura de no injerencia en los asuntos internos de Venezuela, se ofrecieran como mediadores para posibilitar un diálogo que permita una salida política a la crisis. Para que ello prosperara sería necesario que Nicolás Maduro, que ya no es un interlocutor válido, aceptara un gobierno de transición, que diera reales garantías a la oposición y a la comunidad internacional para organizar elecciones libres y democráticas a corto plazo. Parece que eso no va a suceder.
A estas alturas de agudización de la crisis, la última declaración de Maduro, donde señala estar dispuesto a negociar con la oposición a través de mediadores internacionales, tiene altas probabilidades de caer en el vacío.
A estas alturas de agudización de la crisis, la última declaración de Maduro, donde señala estar dispuesto a negociar con la oposición a través de mediadores internacionales, tiene altas probabilidades de caer en el vacío.
Venezuela pareciera encaminarse a un desenlace violento como el que teme el Papa, a menos que las FF.AA., cuyos mandos se han mantenido hasta ahora leales al gobierno (sea por intereses, convicciones o la suma de ambos), experimenten un giro radical, como lo demandan, infructuosamente, grupos de ciudadanos en las puertas de los cuarteles.
Venezuela pareciera encaminarse a un desenlace violento como el que teme el Papa, a menos que las FF.AA. cuyos mandos se han mantenido hasta ahora leales al gobierno (sea por intereses, convicciones o la suma de ambos) experimenten un giro radical, como lo demandan, infructuosamente, grupos de ciudadanos en las puertas de los cuarteles.
Tanto o más nefasto que un enfrentamiento fratricida entre venezolanos, sería una intervención militar foránea, como se ha insinuado por parte del Departamento de Estado norteamericano. Bajo ningún pretexto o justificación. La comunidad internacional tiene todo el derecho e incluso el deber de levantar su voz y presionar para la defensa de los derechos humanos y la democracia. Con el límite de intervenir militarmente para derrocar un gobierno, por ilegitimo que este pueda ser. Esa es una tarea que tan sólo los venezolanos pueden resolver.