Así parece estar sucediendo con Nicolás Maduro y los líderes chavistas que, contra toda evidencia, se niegan a aceptar que su tiempo se terminó. Que producto de sus múltiples errores, exceso de ideologismo, mucha corrupción y no poca torpeza, terminaron aislados internacionalmente, en medio de una gigantesca crisis económica y humanitaria, un agudo cuadro de polarización social y política, así como violencia que sacude a su país.
Insisten en aferrarse al poder con el precario apoyo de las FF.AA., con sus huestes cada vez más desencantadas y disminuidas. Los tradicionales bastiones, ubicados en sectores populares, a los que Hugo Chávez logró visibilizar en una primera etapa, desarrollando vigorosos programas de asistencia y promoción, hoy se suman a esa variopinta oposición, que se moviliza en demanda de cambios y rectificaciones.
Hasta ahora, en medio de un cerco internacional que se estrecha día a día, con fuertes presiones y sanciones cada vez más duras. Con un autoproclamado Presidente encargado que reclama la legitimidad constitucional para asumir el cargo afirmando que el gobierno de Maduro está usurpando el poder, las autoridades chavistas se niegan obstinadamente a una salida política que necesariamente pasa por abandonar el poder y negociar un gobierno de transición con la principal misión de convocar a elecciones libres, con supervisión internacional, al más breve plazo.
Los tradicionales bastiones, ubicados en sectores populares, a los que Hugo Chávez logró visibilizar en una primera etapa, desarrollando vigorosos programas de asistencia y promoción, hoy se suman a esa variopinta oposición, que se moviliza en demanda de cambios y rectificaciones.
La alternativa es más que evidente. Un golpe de Estado o una confrontación armada que divida a las FF.AA., sin descartar una intervención extranjera, como muchos países temen e intentan evitar.
Este próximo sábado 23 de febrero es la fecha indicada por Juan Guaidó para ingresar la ayuda humanitaria que se acopia a lo largo de la frontera con Colombia, y Brasil, que nadie sabe muy bien como ingresará si finalmente las FF.AA. cumplen la orden del gobierno chavista de impedirlo, incluso con el auxilio de la fuerza.
Eso constituye un verdadero test de fuerza entre el chavismo y la oposición. Si finalmente el gobierno virtual de Juan Guaidó logra ingresar buena parte de esta “ayuda humanitaria” con la tolerancia de sectores de las FF.AA, que el gobierno de Maduro ha desplegado en la frontera para impedirlo, el Presidente encargado se habrá anotado una victoria que marcaría el principio del fin para el régimen chavista.
La alternativa es más que evidente. Un golpe de Estado o una confrontación armada que divida a las FF.AA., sin descartar una intervención extranjera, como muchos países temen e intentan evitar.
Si, por el contrario, las FF.AA. deciden obedecer las órdenes recibidas y optan por reprimir por la fuerza su ingreso, no es posible descartar una confrontación violenta, incluso con intervención extranjera, generándose el escenario más temido y menos deseado por la mayoría de la comunidad internacional, así como del propio pueblo venezolano.
Piñera en la trinchera
¿Qué va a hacer exactamente a Cúcuta?
En este conflictivo y complejo escenario Sebastián Piñera no resistió la tentación de viajar a Cúcuta, accediendo a una invitación del Presidente Colombiano, para participar en el proceso de distribución de la ayuda humanitaria. Dejó al desnudo su absurdo afán de protagonismo, con riesgos políticos y diplomáticos más que evidentes, cero beneficios para Chile y más que dudosos para el pueblo venezolano.
En este conflictivo y complejo escenario Sebastián Piñera no resistió la tentación de viajar a Cúcuta, accediendo a una invitación del Presidente Colombiano, para participar en el proceso de distribución de la ayuda humanitaria. Dejó al desnudo su absurdo afán de protagonismo, con riesgos políticos y diplomáticos más que evidentes, cero beneficios para Chile y más que dudosos para el pueblo venezolano.
Un nuevo corolario de la controvertida e inconsulta política exterior desplegada por el actual gobierno chileno para retornar a viejos alineamientos ideológicos más propios de la guerra fría, que hoy parece resurgir en el mundo bajo la inspiración de Donald Trump. Esa política tiene una manifiesta expresión no tan sólo en la dura y confrontacional postura hacia el gobierno chavista adoptada por el llamado grupo de Lima (con excepción de México y Uruguay) en relación a Venezuela, sino también la declarada intención del gobierno norteamericano de erradicar el socialismo en todo el hemisferio. “Ha llegado la hora del ocaso del socialismo en nuestro hemisferio” ha declarado recientemente Trump. “No sólo es Venezuela, sino es Nicaragua y Cuba también”.
En esa cruzada pareciera inscribirse la idea de formar un nuevo bloque regional- PROSUR- impulsada básicamente por Chile, Colombia, Perú, Argentina y Ecuador, que busca reemplazar a UNASUR, tras la defensa “de la democracia y el libre mercado”, según sus inspiradores y que Sebastián Piñera ha ratificado recientemente. Un evidente regreso a los alineamientos ideológicos que no pueden sino dividir a los países de la región y que claramente generan fuerte controversia en el país.
Tal como lo señala una declaración suscrita por dirigentes de la oposición, el gobierno de Sebastián Piñera ha abandonado la tradicional política de Estado en materia de política exterior, cuya conducción corresponde al Jefe del Estado pero con un proceso de consultas a las instituciones públicas (parlamento) así como a partidos políticos, ex cancilleres, agrupaciones sociales.etc., optando por posturas ideologizadas y partidistas, como las del grupo de Lima, la no suscripción del pacto migratorio de Naciones Unidas, el pacto medio ambiental y la decisión de avanzar en la formación de un nuevo bloque regional que reemplace a UNASUR.
Tal como lo señala una declaración suscrita por dirigentes de la oposición, el gobierno de Sebastián Piñera ha abandonado la tradicional política de Estado en materia de política exterior, cuya conducción corresponde al Jefe del Estado pero con un proceso de consultas a las instituciones públicas (parlamento) así como a partidos políticos, ex cancilleres, agrupaciones sociales.etc., optando por posturas ideologizadas y partidistas, como las del grupo de Lima, la no suscripción del pacto migratorio de Naciones Unidas, el pacto medio ambiental y la decisión de avanzar en la formación de un nuevo bloque regional que reemplace a UNASUR.
“Este es el acto más populista que ha realizado un Presidente de Chile en la historia del país”, señaló el ex Canciller Juan Gabriel Valdés, refiriéndose a la decisión de Sebastián Piñera de viajar a Colombia para llevar la ayuda humanitaria de Chile y “contribuir” a su distribución en terreno. “Venezuela requiere de ayuda humanitaria pero no del espectáculo en que se ha transformado la política exterior de Chile”, comentó el ex Canciller.
El desenlace o “la caída”
Con todo, el Presidente chileno se convertirá en un espectador abonado de los dramáticos sucesos que podrían tener lugar en la frontera entre Colombia y Venezuela (también con Brasil) este próximo sábado y que, sin duda, para bien o para mal, determinarán, en buena medida, el futuro en ese convulsionado país.
Un nuevo corolario de la controvertida e inconsulta política exterior desplegada por el actual gobierno chileno para retornar a viejos alineamientos ideológicos más propios de la guerra fría, que hoy parece resurgir en el mundo bajo la inspiración de Donald Trump.
Por su parte, Donald Trump se encarga de ponerle más leños a la hoguera instando a los militares venezolanos a quitar su apoyo a Maduro “Pueden elegir entre la generosa oferta de Guaidó o elegir el segundo camino, de seguir apoyando al Presidente chavista Nicolás Maduro. Si eligen ese camino, no encontraran un puerto seguro, ni una salida fácil, ni una forma de abandonar el país. EE.UU. sabe donde los militares y sus familias tienen dinero escondido en todo el mundo” afirmó el mandatario norteamericano, sin descartar una intervención militar en ese país.
La crisis venezolana se aproxima a un desenlace. No es posible prolongar por mucho tiempo más el verdadero “realismo mágico” de contar con dos presidentes que se disputan la legitimidad del poder. Y mientras Guaidó pugna por ingresar la ayuda humanitaria acopiada en la frontera, Maduro decide enviar ayuda de su país a Cúcuta para paliar la crisis. Con dos parlamentos (Asamblea Nacional y Asamblea Constituyente, que funcionan en una misma sede). Países que reconocen a uno y otro gobierno y que, además, nombran a sus propios embajadores.
La crisis venezolana se aproxima a un desenlace. No es posible prolongar por mucho tiempo más el verdadero “realismo mágico” de contar con dos presidentes que se disputan la legitimidad del poder. Y mientras Guaidó pugna por ingresar la ayuda humanitaria acopiada en la frontera, Maduro decide enviar ayuda de su país a Cúcuta para paliar la crisis. Con dos parlamentos (Asamblea Nacional y Asamblea Constituyente, que funcionan en una misma sede). Países que reconocen a uno y otro gobierno y que, además, nombran a sus propios embajadores.
Necesariamente esta situación debe decantar en tiempos breves. Sin muchos espacios para diálogos o mediaciones como las que afanosamente impulsan algunos pocos países latinoamericanos y otros tantos europeos.
Los dioses ciegan a quienes quieren perder. No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere escuchar. Sobre todo si se trata de la voz de la razón. Otra cosa son los balazos.
Los dioses ciegan a quienes quieren perder. No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere escuchar. Sobre todo si se trata de la voz de la razón. Otra cosa son los balazos.