¡Que quede en acta!
Entonces, el susurro enamorado cruzaba la sala de punta a punta. Un murmullo de un millar de asistentes al Primer Festival Internacional del Bolero cantaba en voz baja cada una de las canciones de las intérpretes, en las dos penúltimas noches del mes de septiembre. Esta vez el festival fundacional venía en-canto de mujer.
Nadie quería que lo descubrieran confesando su memoria embelesada. Las parejas entrelazaban sus manos en el secreto de las butacas. Se miraban, cantaban.
“Es la historia de un amor / Como no hay otra igual / Que me hizo comprender / Todo el bien todo el mal / Que le dio luz a mi vida / Apagándola después / Ay, qué noche tan oscura / Sin tu amor no viviré”
El Teatro Nescafé de las Artes lo hacía otra vez. Apostaba por las estrellas y reunía el firmamento romántico en su escenario con las voces del alma venidas de la Colombia colorida – María Isabel Saavedra, “la Saavedra”– y del México mujer, vestida de novia –Maricarmen Pérez. Chile se amaba con la presidenta de la canción romántica – la gran Carmen Prieto – y con el dúo chileno que volaba desde los firmamentos de la nueva savia, –Dúo Pajarito -. Y como volcán de la historia, el cancionero tenía los dedos mágicos del señor de los pianos -el que sabía todas las historias, todas las canciones- que engalanaba la magia de este primer Festival de la sensual canción caribeña: Valentín Trujillo, Premio Nacional de Música 2024.
Dos noches de boleros, que no tenían nada de callada, a pesar de que se cantaba con desgarro el bolero chileno de Jaime Atria… “Saber que ya no importa más / aquel cariño inmenso que te di / Que ya no valen nada / mi pena y mi sufrir”.
En ambas noches se fundó una iniciativa extraordinaria. Se inauguró una historia, un festival de la canción romántica única, con el sello de la cordillera que nos abraza y con el mar que invita a la cita del crepúsculo, donde se esconde la estrella de fuego. “Entonces yo daré la media y vuelta / y me iré con el sol cuando muera la tarde”.
Así el sueño se apoderó de los asistentes. Volvieron todas las novias, los enamorados, a encontrarse con la banda musical de sus años mozos. Los jóvenes, por su parte, descubrían la belleza de amar con el sentido de la palabra bien dicha. “Pasarán más de mil años, muchos más / yo no sé si tenga amor la eternidad / pero allá, tal como aquí / en la boca llevarás / sabor a mí”.
Los asistentes apagaban la luz para pensar en ti…
¡Volvían los lentos!
El imaginario gozoso de los asistentes aplaudía una a una las canciones que se parecían a todas las juventudes, a todos los novios, a todas las novias. Atrás quedaban los desamores y las mujeres sumisas.“No pretendo ser tu dueña / No soy nada, yo no tengo vanidad / De mi vida, doy lo bueno / Soy tan pobre, qué otra cosa puedo dar”.
Era una fiesta de la poesía donde se reunían Neruda, la Mistral y tantas autoras y autores de la voz hispana que se abrían paso con el talento de las intérpretes invitadas. La geografía latinoamericana trazaba su viaje desde la fraternidad femenina de la península de Yucatán México, vestida de blanco y torso desnudo de Maricarmen Pérez; se emancipaba desde el Valle de Ginebra, en el corazón de los Andes colombiano con María Isabel Saavedra y llegaban a Chile abrazadas a su hermana Carmen Prieto y donde se cobijaban las “Pajarito”, Fiona y Amaia José, en las voces iniciadas en la partida de la canción romántica.
Un retrato poético lo hizo la Saavedra, que invitó a hacer palmas acompasadas sin avisar lo que tramaba. En eso, cantó a capella “Gracias a la Vida”. Cantaron todos. El Teatro Nescafé se convirtió en un río de emoción de lágrimas y voces que nadie quedó indiferente. La Violeta se tomaba la sala cantando a pedido de su hermano Nicanor. “¿Por qué no te levantas de la tumba / A cantar… a bailar… a navegar / En tu guitarra? / Cántame una canción inolvidable / Una canción que no termine nunca / Una canción no más…. una canción / Es lo que pido”.
Y todo no hubiera sucedido de luces y de aplausos, si no hubiera habido los grandes músicos chilenos que dieron un marco de categoría interpretativa de excelencia -¡brillantes!- al evento internacional. Partiendo con el gran maestro Valentín Trujillo, Carlos Román y su talentoso ensamble y las cuerdas de Martín Silva y sus músicos.
¡Que quede en Acta! El Primer Festival Internacional del Bolero fue una iniciativa fundacional del más alto nivel interpretativo. Un momento memorable para la historia de la canción popular chilena. Un desafío que obliga a tener compromiso y futuro. Una maravilla que gira en la galaxia del amor y la belleza: canta
En el momento final del Festival, las protagonistas de esta jornada memorable se reunieron en el escenario. Cambiaron el mundo por unos minutos y cantaron unidas al amor, como había sucedido en todo este tiempo. El bolero cantaba el himno de todas las épocas enamoradas.
“Bésame, /bésame mucho / como si fuera esta noche / la última vez / Bésame, bésame mucho / que tengo miedo a perderte / perderte después… Que tengo miedo a perderte / perderte después…
(Otrosí: ¡Que quede en Acta! El Estado Cultural requiere de la participación activa del mundo de los emprendedores que imaginan, creen y crean iniciativas para las Artes. Estudios señalan que las industrias culturales contribuyen algo más del 2% del Producto Interno Bruto. Si se compara con el 5% de la construcción, es un número a tomar en cuenta. Ahora es tiempo de invertir en la cultura, más aún, cuando se conjetura el Presupuesto de la Nación por estos días),
2 comments
Que lujo y que maravilla éste artículo y Festival del Bolero.
Carmen Prieto, la maravillosa flor del canto chileno.
Abre los auditorios con su voz y los asistentes, o caen en el silencio que provoca la profunda admiración, o se unen a su canto fluyendo desde la semipenumbra de la sala.
Buena Felipe…gran crónica. Muchos crecimos escuchando Boleros al amanecer, mientras nuestra madre intentaba que fuéramos lo más ordenados posibles.