Conocí África siendo todavía un niño, pero lo hice de la mano de Tarzán. Cada domingo, su característico alarido nos reunía frente a la pequeña pantalla de un televisor, que en distintos tonos de gris nos mostraba las desventuras de un sujeto blanco y atlético que convivía con unos negros muy poco ilustrados y muchas veces malvados y traicioneros. Su día a día era luchar con un viejo león y un pobre cocodrilo, que siempre sacaban la peor parte, tarea que emprendía acompañado de un(a) chimpancé de nombre “Chita” y de una tal Jane, que se afanaba en promover tempranamente el uso de la minifalda.
Un mundo desconocido
Paul Krugman, Nóbel de Economía en el 2008, refería un concepto que había acompañado el conocimiento que los europeos se habían forjado de África desde el siglo XV al XIX: era “la evolución de la ignorancia”.[1] Siguiendo la historia de los mapas del continente, se apreciaba un serio intento por fijar los contornos del litoral africano y de inscribir el máximo de información disponible. Así, antiquísimas ciudades como Tombuctú, construida en el año 1100 por una comunidad tuareg y que alberga la Universidad de Sankore, la más antigua del mundo, fundada en 1270, aparecía registrada con bastante precisión, así como el río Níger y otros distintos accidentes geográficos. Pero la particularidad de esos primeros mapas era que, en ausencia de información fidedigna, esta se reemplazaba con toda clase de animales y criaturas mitológicas. El mapa siguiente fue elaborado por Sebastian Münster, de la Universidad de Heidelberg, en 1554, y muestra la región dominada por los “Monoculi”, seres con un solo ojo que habitaban las cercanías de la costa central occidental, junto a otros que tenían la boca en el estómago.
A medida que se iban realizando mayores exploraciones de la región, se precisaba cada vez más el borde costero en un proceso de aproximación a la realidad más exhaustivo. Ese mayor conocimiento fue paulatinamente dejando de lado las certezas míticas para dar paso a un conocimiento positivo fundado en la evidencia. La era de los descubrimientos se abría paso en el conocimiento humano.
Sin embargo, ese nuevo conocimiento era aún muy parcial, y el resultado fue un contorno cada vez más preciso, pero un interior ignoto. Paradojalmente, el conocimiento avanzaba hacia una mayor ignorancia. Sin necesidad de tener que desarrollar más ese conocimiento escaso, tempranamente se concluyó que había una riqueza evidente en esa tierra y no había que excavar ni trabajar de alguna forma para producirla. Era una realidad presente que miraba con inocente curiosidad a los recién llegados. De este modo, el naciente capitalismo encontró una función para el continente africano: ser un gran exportador de trabajo, pero de trabajo esclavo.[2]
Es claro que la esclavitud no nació con el capitalismo ni tampoco en África, ya que es una práctica social que se remonta hasta la prehistoria de la humanidad. Habitualmente era el destino de los vencidos en las interminables guerras que han asolado la historia humana.[3] Sin embargo, el capitalismo construyó su base material organizando el trabajo esclavo, lo que, junto al expolio de las riquezas del continente americano, dio lugar a lo que Marx llamó la acumulación originaria.[4]
Así como el capital comercial y fabril no habría podido conquistar el mundo sin el constante flujo de metales preciosos que manaba incansable desde América hasta el Norte de Europa e Inglaterra (pasando brevemente por España), sería impensable el desarrollo industrial de Gran Bretaña sin las vastas extensiones de plantaciones de algodón en los estados del Sur de Norteamérica y en otras regiones, alimentadas con la sangre de millones de personas secuestradas en el continente africano, como denunciaba también Marx.[5]
La esclavitud
Cuando pensamos en la esclavitud, a veces nos cuesta dimensionar su magnitud. Si bien África alimentó los mercados de esclavos desde los albores de la historia, es con el comercio atlántico entre los siglos XVI y XIX que se multiplica, y el esclavismo se convierte en la base de una economía capitalista emergente. Anteriormente el destino de los vencidos en los conflictos tribales era los mercados de esclavos de la península arábiga hasta la India, pero la llegada de los europeos transformó la esclavitud en una industria dinámica y floreciente. Ser vencido y capturado en la guerra ya no era condición para caer en dicho estado. La nueva esclavitud era una máquina de secuestro que funcionaba ininterrumpidamente, alimentando una demanda insaciable por trabajo humano.
Se estima que a lo largo de la historia salieron de África 12 millones de personas que acabaron sus días convertidos en esclavos en los sultanatos del Norte de África, la península arábiga y la India.[6] Sin embargo, en solo cuatro siglos, la industria del esclavismo movilizó por el océano Atlántico más de 12,6 millones de personas. En total, cerca de 28 millones de personas fueron sometidas a la esclavitud en África.[7]
Si hacemos un ejercicio simple y con números gruesos, y suponemos que cada esclavo trabajó cerca de 20 años y que de ser remunerado con un salario mínimo cada uno, supondría un total de 3,6 billones de dólares a valor presente. Esto equivale a dos años del PIB de África, a dos siglos el de Benin y 34 años el de Angola.[8] Esa sería una magnitud mínima de la deuda del mundo capitalista con África.
Ciertamente son cifras gruesas, pero cada año de esclavitud supone 181 mil millones de dólares de deuda de una remuneración no pagada. Pero incluso eso no contempla el costo de oportunidad, esto es, toda la riqueza y bienestar que pudieron haber creado en ese tiempo para ellos, sus familias y la comunidad, de haber permanecido en libertad.
El largo camino de la descolonización
Acabada la esclavitud a fines del siglo XIX, las potencias capitalistas se abocaron a nuevas formas de expolio y, para evitar los conflictos que pudieran sucederse, se reunieron en la Conferencia de Berlín entre los años 1884 y 1885. Cordial y civilizadamente se repartieron el continente y sus riquezas.
Diversos pueblos africanos intentaron resistir la invasión de Europa, que en un periodo muy corto transformó profundamente la cultura originaria, modelando un sistema social al servicio de las metrópolis. Sin embargo, fueron sucesivamente derrotados. Los ijebu de Nigeria fueron sometidos en 1892, los matabele de Zimbawe cayeron en 1896, y lo propio ocurrió con los mandingas en 1898 y los zulúes en 1908. Los únicos que lograron resistir el avance fueron los etíopes y el Estado de esclavos libres de Liberia.[9]
La lucha por la descolonización comenzó tempranamente en el siglo XX y, en cierta medida, las potencias coloniales iniciaron también de modo también la creación y desarrollo de élites locales. Esto permitió forjar redes clientelares y extender su dominio sin tener que recurrir con demasiada frecuencia a la fuerza, a excepción de la cruenta Guerra de Independencia de Argelia, que acabó con la vida de medio millón de combatientes y llevó a campos de concentración franceses a dos millones de argelinos. El proceso de descolonización resultó relativamente pacífico porque, en general, las antiguas metrópolis se dieron el tiempo de construir delicados entramados para nuevas relaciones de dependencia. Ya no era necesario gobernar lejanas tierras; para eso ya estaban en condiciones de hacerlo las nuevas élites que controlaban la actividad económica y hablaban el idioma de los colonialistas con gran fluidez. La verdad es que no tuvieron que esforzarse mucho para inventar tal sistema de dominación, puesto que ya lo habían hecho los romanos casi dos mil años antes.[10] De ese modo, luego de la Segunda Guerra Mundial, se inició el lento proceso de independencia de los países de África.
Un continente fragmentado y pleno de fronteras artificiales que había creado el dominio colonial en la Conferencia de Berlín, emergía a una vida independiente, pero sin los recursos para enfrentar los desafíos que suponía y con una élite capturada por las viejas metrópolis. Todo ello en medio de la Guerra Fría. El resultado previsible fue un largo periodo de inestabilidad y conflictos internos que acabaron fragmentando aún más la cuna de la humanidad.
Los años que siguieron, particularmente la década del sesenta, estuvieron marcados por incesantes luchas en los países recién independizados en que las comunidades resistían a las nuevas elites dominantes y en que afloraban los primeros conflictos resultado de las divisiones artificiales de la era colonial, lo que estallaría con fuerza en los años noventa entre hutus y tutsis en Rwanda y Burundi.
Nuevas luchas con viejos enemigos
En la segunda mitad del siglo XX las luchas sociales se hacían más agudas, y la mano de las antiguas potencias coloniales, principalmente de Francia y de Estados Unidos, buscó controlar la inestabilidad y el peligro de un giro radical hacia la órbita soviética. Los recursos fueron los de siempre. En aquellos lugares en que las élites gobernantes, antiguas o nuevas, no eran factibles de cooptar, se imponían las soluciones de fuerza.
En 1961, el primer ministro comunista de la República Democrática del Congo, Patrice Lumumba, fue apresado por miembros de la FF.AA. que participaban de un golpe de Estado promovido por Bélgica y Estados Unidos, y luego asesinado. Sus restos fueron destruidos, disolviéndolos en ácido. Lo único que se rescató fue un diente de oro que se encontró hace poco en poder de un expolicía belga ya retirado.
Amílcar Cabral, secretario general del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde, organizó la lucha armada para enfrentar al colonialismo portugués hasta conseguir la independencia. El 20 de enero de 1973, a las puertas de la victoria, fue asesinado por agentes del gobierno portugués de Caetano. Diversas investigaciones que buscaron los responsables directos del crimen se diluyeron en el tiempo, quedando el crimen en la impunidad.
El 15 de octubre de 1987, en un golpe de Estado tras el cual se ha denunciado la participación de Francia, fue asesinado Thomas Sankara, el presidente de Burkina Faso, antiguo Alto Volta.[11] Sankara, un capitán de ejército, revolucionario comunista y un teórico del panafricanismo, había tomado el poder en 1983, apoyado por amplias capas de la población, para terminar con la corrupción de las elites dominantes y el servilismo frente a la Francia neocolonial.
Estos tres casos más destacados y conocidos son la expresión de las primeras resistencias frente al neocolonialismo. La mayor parte de las veces, las exmetrópolis lograban mantener los sistemas de dominación pacientemente construidos previo a la independencia. Pero cuando ese expediente resultó ineficaz, estuvo siempre disponible el recurso de la fuerza. Nada nuevo bajo el sol.
El neocolonialismo
Evidentemente, el fundamento del neocolonialismo es la necesidad de mantener el control de los distintos recursos naturales estratégicos que abundan en África y que resultan indispensables para las nuevas tecnologías en aplicación. Cuenta con el 90% de las reservas de platinoides (grupo de metales de propiedades similares al platino), el 80% del coltán, el 70% del tántalo, el 60% del cobalto, el 50% del uranio, el 46% de las reservas de diamantes y el 40% de las reservas de oro.[12]
La clave del primer proceso de descolonización estuvo en el control de las elites locales. Fueron educadas por los colonizadores y se alimentaron de su cultura. Al asumir directamente el poder luego de la independencia, fueron estrechando acuerdos comerciales con las empresas transnacionales dedicadas a la extracción de RR.NN., lo que les granjeó unas migajas de riqueza, mientras los pueblos de África quedaban sumidos en la pobreza. Con el fin de cautelar esos recursos, se instalaron bases militares con la excusa del control de terrorismo.
No obstante, la gran herramienta de control neocolonial por parte de Francia es el control monetario que ejerce sobre la mayor parte de los países del Sahel, a través del Franco CFA, originalmente el acrónimo de “colonias francesas en África”, pero que luego fue reinterpretado como “comunidad financiera africana”, más acorde con los tiempos.
El franco CFA fue creado luego de la Segunda Guerra Mundial, y buscaba ejercer un control sobre la política monetaria de las colonias francesas que ya se intuía que buscarían su independencia en pocos años. Es la moneda de uso corriente en ocho países del África occidental y el Sahel, y la emite el Tesoro de Francia, quien a su vez retiene el 50% de las reservas de divisas que posee cada país. Es convertible con la moneda francesa y supone un control sobre la política económica de esos gobiernos.
El economista senegalés Ndongo Samba Sylla señala que el tipo de acumulación llevada a cabo en Occidente se basa en el despojo del continente africano. “Los países occidentales no pueden obligar a los países africanos a liberalizar el comercio, la inversión y las finanzas y, al mismo tiempo, rechazar la emigración de los trabajadores africanos que son víctimas de este ultraliberalismo a gran escala”.[13]
África ha sido sometida a la peor forma de expolio a lo largo de toda su historia. Si ayer fue el secuestro y la esclavitud, hoy son las crisis humanitarias provocadas por las propias políticas occidentales las que echan decenas de miles de personas en precarias embarcaciones para huir de sus propios hogares y, paradojalmente, tratar de salvar sus vidas. Las guerras civiles en Libia y en Siria, auspiciadas por la OTAN en 2011, provocaron millones de refugiados. Se estima que el año 2015 cruzaron el Mediterráneo 1,5 millones de personas y centenares de miles en los años sucesivos hasta hoy.[14] Es imposible saber la cantidad exacta de personas que han muerto tratando de alcanzar las costas europeas ni tampoco cuántos perecieron tratando de cruzar el desierto del Sahara.
El siglo XXI, lejos de inaugurar una era de prosperidad para los pueblos africanos, los ha sumido en peores condiciones de dependencia y sometimiento a los designios y necesidades de las antiguas potencias coloniales, revestidos hoy de relaciones comerciales. Sin embargo, los últimos años han presenciado nuevos procesos de resistencia frente a lo que aparenta ser un sino trágico del continente. Ellos ocurren en el llamado “Sahel”.
La rebelión de la “frontera”
La palabra “Sahel” proviene del árabe sāḥil (ساحل), cuyo significado es “borde” o “costa”.[15] Es usado para describir las primeras áreas de vegetación al dejar atrás el desierto del Sahara viajando hacia el sur. El Sahel es la línea que delimita el África del Magreb, en el Norte, de la llamada “África Subsahariana” (al sur del Sahara). Está compuesto por cinco países: Malí, Níger, Mauritania, Burkina Faso y Chad. Se estima que en el subsuelo de esta región están las mayores reservas hídricas del continente, junto a una gran diversidad de minerales estratégicos para el desarrollo de las tecnologías de la información y la industria nuclear. Además, cuenta con abundante petróleo.
Dichas condiciones explican la presencia regular de bases militares de Francia (antigua potencia colonial de la región) y de Estados Unidos. La justificación que se utiliza es la presencia de organizaciones aliadas a grupos yihaidistas, como es el caso de Boko Haram. Su intervención es fuente de permanente inestabilidad en el Sahel, y se usa como justificación para la presencia de contingentes militares de Francia y Estados Unidos, los que, a su vez, custodian las inversiones occidentales en la región.
No se requiere mucha imaginación para identificar los principales beneficiados de la presencia de esa “insurgencia yihaidista”, que tiene sus bases de operación más importantes en la frontera entre Níger y Nigeria, desde donde realiza acciones por diversas zonas, para luego buscar refugio en las inaccesibles selvas que hay entre Nigeria, Camerún y Chad.
Ciertamente algo no huele bien en todo esto. Se ha convertido en todo un clásico que las acciones de Boko Haram se producen particularmente en contextos políticos adversos para los gobiernos procoloniales. Frente a ello, esos gobiernos realizan acciones punitivas contra la organización con ayuda de los destacamentos militares franceses o norteamericanos allí radicados (audaces rescates de centenares de niñas secuestradas desde una escuela, por ejemplo). Enarbolando ese éxito, las elites procoloniales sellan nuevos acuerdos de seguridad con las viejas metrópolis y sitúan el problema de la seguridad en los primeros puestos de la agenda pública.
Sin embargo, desde inicios del año 2021, la región se ha visto sacudida por una sucesión de golpes de Estado, llevados a cabo por una oficialidad joven de las FF.AA. que denuncia la corrupción de sus gobiernos y la connivencia con los intereses occidentales, y de las grandes empresas transnacionales que extraen los recursos naturales en sus países. Una particularidad de estos golpes de Estado es que han despertado una gran adhesión de sus pueblos, como en su momento también lo hicieron los primeros esfuerzos de descolonización.
La secuencia de estos hechos se inicia en Chad, en abril de 2021; le sigue Malí en mayo; luego Guinea Conakry (antigua Guinea) en septiembre y Sudán en el mes de octubre de ese mismo año. En 2022 se produce el golpe de Estado en Burkina Faso en el mes de septiembre y, finalmente, en julio de 2023, en Níger.[16]
Los países occidentales, temerosos de ver peligrar sus intereses estratégicos, en un primer momento rechazaron estas acciones y se pusieron decididamente de lado de sus antiguos aliados, cuya lealtad tantos beneficios les había supuesto. Sin embargo, al ver la consolidación de los nuevos gobiernos, han cambiado el tono de sus discursos, principalmente de Estados Unidos, que se ha distanciado de la oposición radical asumida por Francia. Ese cambio de discurso es un giro de última hora que nuevamente busca in extremis una salida gatopardista en que permita extender todo lo que sea posible el secular sistema de dominación. “Cambiar lo que haya que cambiar, para que nada cambie”, hoy puede significar que Estados Unidos sacrifique su relación con Francia, dado que es una aliada con un prestigio ya irrecuperable en la región.
Sin embargo, esa táctica hoy enfrenta un escenario distinto. El mundo ha cambiado y África ya no está tan sola. Es parte del llamado Sur Global, que interactúa con otras potencias mundiales que buscan otro tipo de relación con la cuna de la humanidad.
Mientras tanto, en las cercanías de la ciudad de Ouidah, en Benin, la Puerta del No Retorno parece observar impasible la inmensidad del océano Atlántico, esperando que aquellos que partieron cargados de cadenas, un día regresen a su hogar.
[1] Krugman, P. (1997) “Desarrollo, Geografía y Teoría Económica” Ed. Antoni Bosch S.A., Barcelona. Pág. 4
[2] Souza Filho, B. (2004) “Cuerpos, horcas y látigos” Tesis doctoral en antropología cultural. Universidad Autónoma de Barcelona. Págs 184 y ss. https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/5505/bsf1de1.pdf?sequence=1
[3] González Ruibal, A. (2023) “Tierra arrasada” Ed. CRITICA, Barcelona. Pág. 129 y ss.
[4] Marx, K. (1986) “El Capital” Tomo I, Cap. XIV, La llamada acumulación originaria. Ed. Progreso. Moscú, URSS. Pág.652.
[5] Espinoza, M. (2022) “Artículos periodísticos Karl Marx” Elecciones y nubarrones financieros. La duquesa de Sutherland y la esclavitud. En New York Tribune, 9 de febrero de 1853. Alba Editorial, Barcelona pág.55.
[6] https://www.epdata.es/datos/esclavitud-mundo-datos-graficos/338
[7] https://collective-healing.org/wp-content/uploads/2021/04/UNESCO-GHFP_2020_Healing-the-Wounds-of-Slavey_Desk-Review_Report.pdf
[8] Datos del Banco Mundial. https://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.MKTP.CD?view=chart
[9] https://elordenmundial.com/la-colonizacion-de-africa-1815-2015/
[10] Montoro, A. “Notas sobre el imperialismo romano”. Pág. 273. Universidad de Navarra. https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/12778/1/PD_26-3_10.pdf
[11] https://mondiplo.com/pero-quien-mato-a-thomas-sankara
[12] http://grupodeestudiosafricanos.org/publicaciones/explotacion-recursos-naturales-africa-subsahariana
[13] Ndongo Samba Sylla y Fanny Pigeaud. (2018) “L’arme invisible de la Françafrique. Une histoire du franc CFA” Ed. La Découverte. París Francia.
[14] https://www.acnur.org/noticias/briefing-notes/la-visualizacion-de-datos-de-acnur-sobre-travesias-en-el-mediterraneo
[15] https://es.wikipedia.org/wiki/Sahel
[16] https://www.lisanews.org/seguridad/por-que-triunfan-los-golpes-de-estado-en-el-sahel/