Hace pocos días atrás la Corte Suprema, a través de su Segunda Sala Penal, pronunció sentencia ejecutoriada, firme y definitiva en el Episodio de Secuestro Calificado en perjuicio de Reinalda del Carmen Pereira Plaza, una joven tecnóloga médica de 29 años, que con 5 meses de embarazo esperaba a su primer hijo.
Concluye así un larguísimo proceso penal que nos deja varios aspectos dignos de reflexión.
En primer lugar se condena a penas efectivas, esto es con encarcelamiento de 31 ex agentes de la DINA, lo que aporta al verdadero colapso de los penales reservados a violadores de derechos humanos, Punta de Peuco y Colina 1, sin perjuicio de considerar obviamente, que muchos de estos condenados ya están presos por otros procesos, como Conferencia 1 y Conferencia 2.
Esos procesos 1 y 2, hacen referencia a la represión recaída contra el Partido Comunista de Chile, organización que sufrió entre Mayo y Diciembre de 1976 uno de los mayores golpes en dictadura, oportunidad en que les hacen desaparecer 2 direcciones clandestinas completas.
De esos procesos, al que se suma éste de Reinalda Pereira, fluye un concepto, una palabra dura y tenebrosa a la que le agrega un contenido concreto: «el exterminio«.
Deben ser éstos, los únicos procesos judiciales donde los propios agentes de la DINA utilizan esa expresión como uno de los objetivos de su actividad criminal.
Es raro, pero así lo revelan las declaraciones prestadas por dos de los oficiales más relevantes en esa labor. Lo dice el jefe del cuartel «Simón Bolívar «, Juan Morales Salgado, quien expresa que» efectivamente la actividad desplegada en ese cuartel secreto perseguía el exterminio de la dirigencia del PC,» y lo señala sin pudor o verguenza.
También lo confiesa el ya fallecido Oficial de la DINA, Ricardo Lawrence Mires, quien señala que «el cuartel Simón Bolívar era de exterminio, pero también lo podría ser cualquier otro cuartel, pues si el Director de DINA ordenaba matar a alguien, se hacía simplemente, sin importar donde se cumplía la orden«.
Con esa claridad de conceptos por parte de los perpetradores, ya resulta ilusorio negar el carácter criminal del organismo DINA, y ocultar que el exterminio de los contrarios a la dictadura llegó a ser una política de carácter estatal. Bajo esa consigna se desplegó el trabajo de esos agentes, sin distinción de jerarquía al interior de Simón Bolívar.
Otro aspecto relevante es el descubrimiento de Simón Bolívar, como el más secreto de los cuarteles de la DINA. El Ministro Víctor Montiglio Rezzio, ya fallecido, fue quien descubrió en el año 2007 un cuartel que se mantuvo oculto por cerca de 34 años. Este Magistrado logró avanzar notablemente las investigaciones en el Episodio Conferencia 1, identificando a un nutrido número de agentes que operaron desde ese lugar.
Resulta paradojal que haya sido el señor Montiglio el que permitiera un gran desarrollo en las investigaciones, en circunstancias que era un juez partidario de la aplicación del DL de Amnistía y por tanto esa Causa podría haber terminado finalmente sin condenados.
Más allá de la legítima crítica a dicha posición jurídica del Ministro Montiglio, es hora de reconocerle el tremendo aporte que hizo con su investigación. Posteriormente, sería el Ministro don Miguel Vásquez Plaza, también de la Corte de Apelaciones de Santiago, quien culminaría este proceso llegando a la dictación de sentencia condenatoria contra numerosos agentes, haciendo lo mismo en Conferencia 2 y el secuestro calificado de Reinalda Pereira Plaza. Otro Magistrado digno de elogios, pues con su abnegado trabajo culminó exitosamente todos esos procesos, con sentencias sólidas, voluminosas, modernas y afincadas en el derecho internacional.
Atendida la naturaleza del recinto, otro elemento a considerar es que todos los integrantes de este cuartel se involucraron en los crímenes ahí cometidos, tanto hombres como mujeres, ya sean de la Brigada Lautaro, que eran los dueños de casa y que habían llegado en el primer semestre de 1976, y la agrupación Mehuín o Delfín, que llegan en el segundo semestre provenientes de Villa Grimaldi con un numeroso contingente de agentes al mando de Jorge Barriga Muñoz y Ricardo Lawrence Mires, quienes ya venían reprimiendo al PC antes de llegar a Simón Bolívar. Entre todas esas agrupaciones se supera el centenar de agentes que habitaron aquel cuartel secreto.
Siendo un Cuartel de exterminio, hoy se sabe que ningún detenido salió vivo. El tratamiento de los detenidos tuvo patrones comunes: golpiza física para demoler al secuestrado, luego aplicación de corriente eléctrica en una parrilla metálica, y una vez ya desfallecido, se le aplica una inyección de pentotal lo que provoca la muerte. Posteriormente para evitar su identificación, con un soplete se quemaban las huellas digitales, el rostro y se le empaquetaban con sacos y plástico, se les amarra con alambres y se dejaban los cuerpos en el patio para luego ser levantados, subidos a vehículos y llevados a depositarios de cadáveres. Normalmente se utilizó la Cuesta Barriga para ese efecto.
En Enero 1979, el agente CNI Enrique Sandoval Arancibia, «reconoce haber sido enviado por su jefatura a levantar los cuerpos depositados en la Cuesta Barriga. Con 10 hombres y 100 sacos paperos, en tres días y 3 noches sacaron todo lo que encontraron, que estima en unos 20 cadáveres esqueletizados, los que llevan a Peldehue donde son subidos a helicópteros y de ahí lanzados al mar«, todo ello en el marco de la operación denominada «retiro de televisores”.
En ese cuartel de exterminio no hubo compasión con nadie. Reinalda Pereira, según refieren los propios agentes, clamaba para que terminaran de golpearla, atendiendo su estado de gravidez. Todo fue inútil y, por el contrario, fue salvajemente torturada.
Todo lo que se conoce sobre lo acontecido al interior de aquel recinto de exterminio se debe a las propias declaraciones de los agentes. No podía ser de otra manera, si como se ha dicho, no hubo sobrevivientes.
Reinalda defendió su embarazo y la vida en ciernes en su vientre, hasta donde pudo resistir a la agresión brutal de sus torturadores, Finalmente ya desfallecida se le inyectó la sustancia que la llevó junto a su hijo/a, a la eternidad.
Lejos del recinto, su madre doña Luzmira Plaza, su marido Maximiliano Santelices, «el flaco Max«, y numerosos amigos y compañeros desplegaban esfuerzos para reclamar su libertad y el respeto de su vida. Más todo fue en vano, desconociéndose toda información sobre su paradero, imponiéndose un silencio que duró décadas.
Max Santelices, su marido, abrigaba en lo más profundo de su ser, la ilusión de que le hubiesen permitido a Reinalda dar a luz. El paso del tiempo implacable cobró la vida de la madre de Reinalda y luego la del flaco Max, sin que siquiera pudieran asomarse a toda la verdad develada años después. Probablemente su muerte temprana haya sido una especie de bálsamo para Maximiliano pues evitó que conociera el horror y el terror que vivió Reinalda en manos de sus exterminadores.
Sin embargo, lo que no han podido exterminar sus asesinos, ha sido la obra y legado de Reinalda. Su actividad gremial y profesional, el don de persona comprometida con su país, su personalidad empática, su sentido democrático, su lucha antidictatorial que la llevó a comprometerse como enlace en la segunda dirección clandestina del PC, dejaron huella que hoy la mantienen más viva que nunca. Sus compañeros del Hospital Sótero del Río levantaron un monolito en la plaza del establecimiento que la recuerda de manera permanente. El Centro de Imagenología Mamaria del Hospital Barros Luco lleva su nombre. Su querido Colegio de Tecnólogos Médicos, ha instituído un galardón con su nombre para reconocer a profesionales destacados en esa disciplina. Y la I. Municipalidad de Macul, territorio en que fue secuestrada, procedió a poner el nombre de Reinalda Pereira Plaza a una calle de la comuna, como un testimonio imperecedero de su persona.
Una primavera de 1976 fue testigo de su trágico destino. Ahora, otra primavera nos trae el fallo definitivo de la Corte Suprema para concretar la justicia que Chile le debía.
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2 comments
Excelente, brutal y a la vez conmovedor artículo del abogado de DDHH, Nelson Caucoto,con la sentencia de la Corte Suprema por el Secuestro de Reinaldo Pereira por parte de Agentes de la DINA, y la condena a 31 de sus.Agentes…Y por otra parte saca a luz la parte humana, del sufrimiento de su madre y esposo en esta incesante busqueda…Ella estaba embarazada de 5 meses…
Si, conmovedor el relato de Don Nelson Caucoto, que conoció del gran dolor de Max y Lulita. Al abogado Caucoto, todo nuestro respeto y consideración fué la primera digna justicia recibida por la familia de Reinalda.