El escritor francés jamás superó el Complejo de Edipo que lo llevó a odiar hasta la muerte a su padrastro, a entablar relaciones amorosas solo con mujeres a las que les pagaba y vivir bajo la sombra de su madre hasta el fin de sus días.
“El viejo París no existe más (la forma de una ciudad cambia más rápido ¡ay! que el corazón de un mortal)”.
(Las flores del mal)
Para entender a Charles Baudelaire es necesario comprender el concepto Spleen y para ello hay que remontarse a febrero de 1848 cuando estalló en París la Tercera Revolución, que tuvo como resultado final la instauración de la Segunda República Francesa. El escritor, con 26 años, una carrera diplomática fracasada y llevando sobre sus hombros la fama de bohemio y adicto al alcohol y drogas, acudió a las barricadas -acompañado de su atuendo de dandy y con un moderno fusil- para agitar al pueblo.
Pero ese hastío por lo propio ya lo manifestaba desde mucho antes, cuando a los 6 años quedó huérfano de padre. Joseph Francoise, casado en segundas nupcias con Caroline Archimbaut-Dufays era pintor y 36 años mayor que la madre de Baudelaire. La pérdida del papá lo llevó a refugiarse aún más en su madre, creando un lazo que se rompió repentinamente cuando ella, al año y medio de enviudar, se casó con un vecino, militar y joven que a ojos del pequeño Charles llegó a quitarle el amor de su madre. Su odio se incrementó más cuando ya no era Caroline quien lo cuidaba, sino que pasó a ser criado por Mariette, la sirvieta familiar.
Desde el momento de la expulsión del paraíso Baudelaire precipitará su alma en el Hastío -Spleen- volviéndose un melancólico que dice «no concibo una forma de Belleza donde no exista la Desdicha».
La pérdida del paraíso materno le lanza a una fatal consciencia de la vida como pérdida sentida como vivencia del hastío, un languidecer en vida:
Nada es igual de lento que las lentas jornadas,
cuando bajo pesados copos de años nevosos,
el hastío, ese fruto de la falta de afanes,
toma las proporciones de la inmortalidad.
– Desde ahora no eres más. ¡Oh viviente materia!
que un grano al que rodea un espanto impreciso,
adormido en el fondo de un Sahara brumoso;
vieja esfinge que el mundo indiferente ignora,
olvidada en el mapa, y cuyo humor huraño
sólo canta a los rayos del sol cuando se pone.
Obsesión por la piel oscura
Baudelaire tenía fama en París tanto por sus letras como por la vida desvergonzada que llevaba y las infinitas aventuras amorosas con prostitutas. Para el escritor el amor era sinónimo de dolor y eso lo refleja en sus letras. Su poesía se puede separar en periodos, los que él mismo denominó “ciclos del amor”.
Si bien cada mujer que Baudelaire “amó” tuvo un lugar en su obra, es Sarah “la Louchette”, quien marca su vida. Por una parte, es su musa más fuerte y dominante y por otro sería quien “lo condenó a muerte” habiéndole contagiado sífilis.
Fue la primera mujer que le importó (eso sin contar su madre) y aún siendo prostituta lograron entablar una relación seria y duradera desde los tiempos en que Baudelaire era estudiante en París. Los dos eran jóvenes, él impaciente de gozar de placeres nuevos, ella conocida por toda la capital por su apariencia poco femenina. Su sobrenombre de “la Louchette”, (la bizca) determinaba una deformación de su mirada, además se rumoreaba que era calva, que usaba peluca y que era judía: factores que la hacían aborrecible para la época. Su relación era dicotómica, como todo en Baudelaire. Por un lado, la consideraba parte de su vida y por otro le tenia rencor al culparla de la enfermedad sexual que padecía.
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Viviendo en la bohemia que lo llevaba al abismo, su familia lo convenció de embarcarse en el “Paquebot des Mers du Sud” rumbo a Calcuta. Nunca llegó a destino pues se bajó en la isla Mauricio y en la isla de la Reunión, para luego volver a Francia. Regresaba con el alma triste y solitaria, pero con la imaginación copada de visiones exóticas que inspirarían su obra.
Su gusto por las mujeres de piel oscura ya se había definido. Pasó tres años de felicidad, ya es mayor de edad y puede disponer de la herencia que le dejó su padre. Cae en la lujuria, cenas suntuosas, drogas; una vida de bohemia.
Tiene una nueva relación amorosa: Jeanne Duval. Baudelaire se siente inspirado y no deja de escribir y publica en abril de 1845 Salon su primera obra de crítica artística. En ella saca a la luz (del día) su inmenso talento con respecto a la apreciación de pintores y escultores como Eugène Delacroix y Lorenzo Bartolini.
Baudelaire crea un método, el de las sinestesias, es decir, equivalencias sensoriales. Los útiles literarios aptos para dar cuenta de esta tentativa son esencialmente las comparaciones y las metáforas.
Correspondencias
La natura es un templo donde vivos pilares/ dejan salir a veces sus confusas palabras;/ por allí pasa el hombre entre bosques de símbolos/ que lo observan atentos con familiar mirada.
Como muy largos ecos de lejos confundidos/ en una tenebrosa y profunda unidad/ vasta como la noche, como la claridad/ perfumes y colores y sones se responden.
Hay perfumes tan frescos como carnes de niños/ dulces como el oboe, verdes como praderas/ y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes, que la expansión poseen de cosas infinitas/ como el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso/ que cantan los transportes del alma y los sentidos.
Tras la publicación de su única novela, La Fanfarlo, inicia una nueva vida dejando de lado las producciones literarias concentrándose más en la política. Sin terminar su relación con Jeanne Duval, Baudelaire se enamora de una actriz llamada Marie Daubrun. Durante esta época, sus actividades se limitan a la política y a sus traducciones de Edgar Allan Poe, a quien admira. Las flores del mal, publicado en junio de 1857, lleva el autor a ser juzgado por considerarse, algunos de sus poemas, inmorales. Es condenado a pagar una multa de unos cientos de francos y a quitar seis textos, hoy publicados bajo el título de “Los deshechos”.
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“La flor, como el símbolo de la mujer que tanto inspira a los poetas, esas mujeres que inspiraron a Baudelaire en sus más bellas creaciones poéticas, pero también en sus más patéticos y asquerosos versos”, explica el crítico de literatura francesa, Leo Bersani. La flor es metáfora de lo femenino, sin embargo, en Baudelaire las flores del mal denotan desprecio, ya que la visión del amor que tenía el poeta está vinculada de forma muy estrecha con el Mal.
Para Baudelaire la imaginación está ligada fuertemente con la intensidad de las sensaciones eróticas y la identidad sexual. “Lo que quiere decir el poeta, es que cuando un artista quiere ser poseído por las imágenes que le rodean, debe abrirse al mundo exterior de una forma que recuerda la sexualidad femenina con ese miedo a la penetración de lo extranjero en uno mismo”, explica Bersani.
Baudelaire siente simpatía por las prostitutas, porque ambos se entregan a desconocidos y desarrollan una relación culpable con el sentimiento amoroso. Por otra parte, los dos entran en una rebelión en contra de la burguesía de la época, por lo que se podría considerar la prostituta como el doble femenino del poeta. Baudelaire relacionar de manera muy intensa el amor con el Mal y de ahí, a las mujeres con el pecado original, o sea una tentación que podría llevarle a la perdición.
Caroline
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Con un complejo de Edipo muy desarrollado, Baudelaire buscaba a una mujer capaz de darle el cariño y el amor que su madre no le había dado. Se puede afirmar que Baudelaire distinguía a dos tipos de mujeres: la mujer natural y la mujer espejo de sensualidad.
En una relación casi incestuosa, Baudelaire le escribía cartas a su madre en las que le demostraba amor y pasión, dándole el rol de amiga, confidente y dueña de sus emociones literarias.
Con la muerte del padrastro, hecho que el escritor vive como una liberacion del intruso y esperanza de recuperar la exclusividad de su madre, se le genera un trauma psicológico por darse cuenta de que ahora era el único soporte para su Caroline, y empieza a tomar conciencia de los deberes que tiene con respecto a esta viuda. Uno de los puntos positivos, es que ya no tiene motivos para estar celoso y su objetivo será el ser el hijo perfecto para evitarle preocupaciones y en el de demostrarle todo su cariño lo más frecuentemente posible.
A partir de 1857, Baudelaire se mostrará muy cariñoso y amante, y otras tiránico. Podría pensarse la relación de Baudelaire poeta con su madre como la que tuvo con ella siendo niño, pero en realidad, se trataba de un recuerdo de un bienestar y una felicidad inalcanzable de la que siempre esperará la realización.
Las mujeres de Baudelaire, como todas las personas que cruzaron en su vida, se encontraron obligatoriamente puestas en papel por el propio autor, que no apartó su vida privada de su vida literaria. La influencia entre experiencia y escritura: su poesía es el resultado de su vida. Baudelaire siempre tuvo una relación tumultuosa con las mujeres a razón de una mala experiencia infantil que llegó a crear la base de su poesía, el Spleen.
Una Carroña
Recuerda el sujeto que vimos, alma mía,7 esa hermosa mañana de verano tan dulce:/ En el recodo de un sendero, una vil carroña/ sobre una cama sembrada de piedras,
las piernas al aire, como una mujer lasciva/ ardiente, sudando los venenos/ ofrecía de manera despreocupada y cínica/ su vientre lleno de olores.
El sol brillaba sobre esa escoria/ con el fin de cocinarla en un momento/ y devolver con creces a la gran Naturaleza/ todo lo que juntos ella había unido;
Y el cielo miraba el cadáver precioso/ como una flor abriéndose/ El hedor era tan fuerte, que sobre la hierba/ creiste desmayarte.
Las moscas zumbaban sobre el vientre podrido/ de ahí salían negros batallones/ de larvas, que caían como un líquido espeso/ al costado de esos vívidos harapos.
Todo eso bajaba, subía como una ola/ lanzándose espumosa;/ se diría que el cuerpo, hinchado por un viento impreciso/ vivía multiplicándose.
Y ese mundo rendía una rara música/ como el agua corriente y el viento/ o el grano que un cribador con movimiento rítmico/ agita y da vueltas en su remolque.
Las formas se borraban y no eran más que una ilusión/ un esbozo lento en llegar/ sobre el lienzo olvidado que el artista termina/ solo, desde el recuerdo.
Detrás de las rocas una perra inquieta/ nos miraba con mirada furiosa/ observando el momento de continuar con el esqueleto/ con el trozo que había soltado.
Con todo, serás parecida a esa basura/ a esa horrible infección/ estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza/ ¡tú, mi ángel y mi pasión!
¡Sí! así serás, oh reina de los favores/ después de la extremaunción/ cuando te vayas, bajo la hierba y las fecundas floraciones/ descomponiéndote en los restos.
Entonces, ¡oh preciosa mía! dile a los gusanos/ que te comerán a besos/ que he conservado la forma y la esencia divina/ ¡de mis amores descompuestos!