Que Chile es un país vulnerable a los efectos del cambio climático es algo que sabemos de sobra. Vivimos entre sequías extremas y lluvias torrenciales con altas temperaturas, causantes de aluviones, deslizamientos de tierra e inundaciones. A ello se suma otra característica, la recurrencia y magnitud de los incendios forestales.
En 2017 ocurrió la “Tormenta de Fuego”, donde hubo 417 incendios simultáneos en las regiones de O’Higgins, Maule y Biobío, los cuales se consideran como los primeros incendios de sexta generación registrados en el mundo. El total de hectáreas con vegetación quemada fue alrededor de 470.000, de las cuales más de 280.000 eran plantaciones forestales de especies exóticas (pino y eucaliptus) y más de 61.000 de bosques nativos. Se calculó entonces que las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de estos incendios equivalían a 3,5 veces las emisiones de todo el parque automotor de Chile. Mientras que, en términos de vidas humanas, los fallecidos no superaron las diez personas.
Sin duda la cantidad de incendios forestales registrados en el mundo desde el 2017 se ha incrementado, arrasando con extensas áreas de vegetación, y ocasionado la muerte de muchas personas, obligándonos a pensar y repensar los escenarios pasados, presentes y futuros.
El verano pasado fuimos testigos de los horrorosos incendios que afectaron a la región de Valparaíso, los cuales dejaron un total de 137 personas fallecidas y 9.500 hectáreas quemadas, donde casi 4.300 fueron de vegetación nativa. En ambos casos (2017 y 2024) se señaló que los incendios fueron provocados por acción humana, lo cual debería ser motivo de la mayor preocupación, considerando la cantidad de personas fallecidas este verano.
Esta catástrofe se sumó a los numerosos incendios que han azotado a Sudamérica durante el 2024. Solo para poner un ejemplo, durante el mes de septiembre se han registrado incendios de gran magnitud en Brasil, Bolivia, Perú, Argentina y Paraguay.
El incremento de los incendios forestales en todo el planeta tiene relación con la crisis climática que nos afecta, por tanto, cuando existen condiciones de altas temperaturas, sequía y viento, un incendio se puede transformar en un infierno para las personas y los ecosistemas. Por desgracia la mayoría de estas catástrofes son provocadas por la acción humana, ya sea por descuido o por acciones intencionales.
Pero, lo que no mucha gente sabe es que la conservación de los bosques nativos juega un rol importante en la captura de dióxido de carbono (CO2), uno de los principales Gases de Efecto Invernadero. Como también, son uno de los principales factores para la conservación de los suelos.
En ese sentido, Chile ha asumido compromisos internacionales en materia de forestación y reforestación a través de la Contribución Nacional Determinada (NDC) entregada a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, cuyo objetivo es la disminución de emisiones GEI. Además, la Ley de Cambio Climático N° 21.455, tiene como objetivo que Chile alcance la carbono neutralidad al 2050, es decir, que las emisiones netas de nuestro país deberían ser cero ese año. Intentando ser precisos, la carbono neutralidad es un balance entre lo que se emite y lo que se absorbe, expresado en CO2 equivalente. Al revisar las emisiones de Chile podemos constatar que la absorción de emisiones GEI está dada por las tierras forestales, particularmente por los ecosistemas vegetacionales nativos.Por tanto, aumentar las absorciones es posible incrementando la superficie de vegetación nativa. Mientras que, por el contrario, las plantaciones forestales de especies exóticas -como pinos y eucaliptus- no ayudan a cumplir este objetivo, debido a la rotación de cultivos y sistemas de cosecha que dejan el suelo desnudo.
Por todo aquello resulta tan relevante que nuestro país pueda contar con una política forestal actualizada que fortalezca el rol de la vegetación nativa y que contemple acciones concretas que nos permitan absorber las emisiones de GEI. Así como también, debería impulsar una adecuada legislación sobre prevención y combate de incendios forestales, pues el incremento de las superficies forestadas (con especies exóticas) sin medidas adecuadas puede incrementar el riesgo de incendios.
Lamentablemente, el escenario actual y futuro no es muy promisorio. Tanto el actual como anterior gobierno se han caracterizado por su inacción en la implementación de medidas que nos permitan cumplir con los compromisos climáticos asumidos en materia forestal, así como proteger a los ecosistemas nativos de este tipo de catástrofes.