A diferencia de lo que ocurre en la derecha, el oficialismo tendrá elecciones primarias competitivas, con, quizás, los seis aspirantes que se reunieron con la expresidenta Bachelet a comienzos de semana (un par de ellos con interrogantes abiertas por los requisitos legales a completar en estos días). Toda aquella puesta en escena mientras crece el ruido interno en el PDC, donde abundan los cuestionamientos a la aventura en solitario del diputado y mandamás de la falange Alberto Undurraga, más aún cuando el pretendido veto a la presencia comunista recae en la aperturista postulante Jeannette Jara. Un exceso de “pulcritud ideológica” que no haría más que condenar al aislamiento a la democracia cristiana en su tiempo de vacas flacas.
El resultado de las primarias no lo pueden anticipar los partidos, menos cuando la pretensión es una convocatoria amplia que estará a prueba desde los próximos días, con una votación que responderá al atractivo de cada postulante en una campaña breve pero intensa. Así, lo que indican las encuestas preliminares se deben tomar como una de las tantas señales de interés y reacción ciudadana para el curso del proceso que animan los diferentes partidos y sectores involucrados en esta preliminar carrera, que Michelle Bachelet patrocinó en su singular invitación con pretensiones de guante blanco y disputa de propuestas para finalmente fortalecer la aspiración del vencedor o vencedora en la recta final y hora de la verdad frente a sus contrincantes de la derecha.

El guante blanco demoró poco en oscurecerse, por acción de la postulante socialista, Paulina Vodanovic, que pretende correr desde su actual desventaja en popularidad, pero con la eventual fuerza del PS a desplegarse contra el tiempo. A ojos vista quedó su distanciamiento de Carolina Tohá, negando cercanías históricas con la postulación de la hija de José Tohá, estrechísimo compañero de ruta de Salvador Allende. En verdad, el Partido Socialista asumió algo más que un riesgo al desechar el apoyo que algunos de sus dirigentes históricos propiciaban otorgar a Tohá. Aquella apuesta, asumida por aclamación en el reciente pleno del nuevo comité central socialista, se sustenta en la probabilidad de que la reelecta presidenta del PS gane la primaria oficialista. Desafío mayor para sólo dos meses de campaña. Un mal resultado, que la dejara relegada al momento de contar los votos, no tan solo representaría una verdadera debacle para su partido, adicionando un complejo escenario para la prioritaria campaña parlamentaria de los socialistas (incluidas las aspiraciones de la todavía novata senadora Vodanovic), facilitando la incidencia del PC y el Frente Amplio, con eventual efecto perverso para las opciones, ya complejas, del progresismo ante los candidatos de la derecha que podrían estar reducidos a Evelyn Matthei y J. A. Kast (con posible adhesión de Kaiser o viceversa, según evolucionen las encuestas y los cálculos de la extrema derecha). Así el fantasma de una segunda vuelta sin postulante del progresismo remueve cálculos y especulaciones aún tempranas.
Por ahora, y solo por ahora (como dice el verso), el solo hecho de realizar una elección primaria verdaderamente competitiva le otorga una ventaja a las huestes oficialistas por sobre la derecha, tal como ha sido reconocido por los dirigentes de Chile Vamos, que exploran la posibilidad de realizar unas primarias de cartón piedra, levantando la candidatura del senador RN, Francisco Chahuán, pese a ser el primer partido en haber proclamado a Evelyn Matthei, además de invitar a participar el exalcalde de la Florida, Rodolfo Carter, que ya negocia a distintas bandas. Palabras que se puede llevar el viento después de semana santa.
Por su parte, republicanos, libertarios y socialcristianos, luego de desechar por enésima vez la participación en unas primarias amplias de la derecha, avanzan en un pacto parlamentario y, muy probablemente, se pondrán de acuerdo en un candidato único del sector, oferta alentada muy aplicadamente por José Antonio Kast.
Naturalmente, la atención de la ciudadanía y los medios de comunicación estarán concentrados en los avatares de las primarias del oficialismo, Lo que falta por dilucidar si ello se traduce en una participación masiva de la ciudadanía (al menos dos millones de electores, tal como ocurrió en anteriores procesos). Y si la competencia entre los candidatos (as) guarda aquellas formas ya vulneradas por la ansiedad de Paulina Vodanovic, asumiendo que tan sólo la unidad de todas las fuerzas del oficialismo les permitiría levantar una opción verdaderamente competitiva frente a las dos derechas.
Los tiempos no son los mejores para enfrentar el desafío provocador de la derecha y la ultraderecha (alentado por la ola ultraconservadora que recorre el mundo). Sobre todo, en un escenario marcado por el descrédito de la política y una sensación de crisis que la derecha, los poderes fácticos y medios de comunicación se han encargado de magnificar, especialmente en materia económica y de seguridad. No son muchos los gobiernos que han logrado proyectarse a futuro. Por más que los diversos candidatos (as) del oficialismo nieguen representar el continuismo (en estricto rigor, no pueden ser más de lo mismo), es más que evidente que se los identifica con la actual administración del presidente Boric y seria un gran error intentar desmarcarse de un gobierno del que forman parte, como, de paso, lo insinuó torpemente Paulina Vodanovic para incomodidad de ministros en áreas clave, como Interior y Hacienda.
El actual gobierno, que ha mantenido un sólido 30 % de apoyo, puede exhibir un importante legado tras tres años de gestión, en materias que constituyen un capital ciertamente no desechable para el progresismo. Lo hemos destacado específicamente en análisis anteriores y es, necesariamente un punto de partida a profundizarse de cara a un próximo y distinto período político del país. En materias sociales, de orden interno ante las nuevas formas de la delincuencia y el flagelo del narcotráfico, y de gestión económica, en un contexto internacional más que amenzante, no da lo mismo ante el desenfado del gran empresariado y la derecha para frenar las aspiraciones de mayor equidad social en juego.
Más allá de los titulares y el ruido mediático conveniente, llega el momento para que lo(a)s postulantes a La Moneda respondan interrogantes más que decisivas para el futuro de la gran mayoría de los chilenos.
La contienda parlamentaria

En paralelo a la contienda presidencial se realizarán las elecciones para renovar la totalidad de la cámara de diputados y la mitad del senado. A diferencia de la elección presidencial, que se define en segunda vuelta en el caso que ninguno de los candidatos (as) alcance mayoría absoluta, la elección parlamentaria se resuelve de una vez, y es más que incierto cualquier pronóstico anticipado. Con buenos argumentos (recordando los candidatos a alcaldes y gobernadores que perdieron fruto de la división), Evelyn Matthei ha sostenido que la derecha unida lograría la mayoría en ambas cámaras, pero es evidente que Chile Vamos enfrentará la competencia no tan sólo del oficialismo sino también de republicanos, libertarios y socialcristianos, que aspiran a desplazarlos como la fuerza hegemónica del sector. No son pocos los parlamentarios derechistas que han optado por trasladarse a republicanos o libertarios. En estricto rigor, la mayoría de ellos, sino todos, que actualmente militan en la ultraderecha fueron elegidos por Chile Vamos. Ejemplos a la vista son numerosos y de distinto calibre político, valga mencionar a Cristián, hijo del coronel® Labbé y en el ámbito municipal al exalcalde Rodolfo Carter corriendo en la misma línea al mejor postor.
En teoría, y en el papel, el oficialismo debería aprovechar aquella división de la derecha para levantar una sola lista parlamentaria que le permitiera maximizar su representación parlamentaria, pero es muy improbable que ello ocurra. Si se termina en dos listas de la centroizquierda, un referente para su eventual conformación lo aportará el resultado de la primaria presidencial, con aquella interrogante de acople o desbande del PDC ya mencionado.
Los pequeños gestos o desaguisados partidarios pueden aportar lo suyo al mejor o peor desenlace político electoral. El incidente que culminó con la renuncia del diputado Tomas de Rementeria a ocupar el cargo senatorial que dejara vacante la cesación de su cargo de Isabel Allende por un muy desprolijo manejo de la dirección del PS, que decidiera retirar el oficio en donde se comunicaba su designación, aduciendo que debía ser aprobado por su comisión política, amenaza con generar una crisis interna que tan sólo puede perjudicar a la presidenta y precandidata de la colectividad presidencial agravando las tensiones internas en el ya convulsionado socialismo.
Con todo, ciertamente la elección parlamentaria no se reducirá a la contienda de cuatro listas. Surgirán candidaturas independientes, apoyadas por postulantes presidenciales que logren reunir las firmas necesarias para inscribirse, ocurrirá con la izquierda extraparlamentaria, con el infaltable postulante a La Moneda Eduardo Artés. No es del todo evidente a que sector perjudicará mayormente esta dispersión (probablemente al oficialismo) pero, todo apuntaría a mantener la disgregación que se vive en el actual parlamento (con mas de 20 partidos con representación parlamentaria) y las consecuentes dificultades para un futuro gobierno de contar con mayoría legislativa, sin ninguna posibilidad de aprobar reformas del sistema político antes de la próxima elección.
Así se puede vaticinar un panorama poco alentador para la gobernabilidad futura del país.